COLUMNISTAS
un nuevo escandalo

Con dinero sí, pero sin nafta

La acusación de Julio Saguier sobre la existencia de coimas en el caso Papel Prensa revela que los Kirchner se quedan sin resto político

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La confesión de la mismísima Lidia Graiver a Julio Saguier es demoledora para las intenciones del Gobierno nacional en el caso Papel Prensa. Que el presidente del directorio de La Nación, mediante una declaración jurada ante escribano público, denuncie que la viuda de David Graiver le reveló que el Gobierno le ofreció dos millones de dólares para participar de la operación es un hecho que le da un giro copernicano a todo lo que el juez Arnaldo Corazza está investigando. Se cae como un piano la inmensa mayoría de los argumentos disfrazados con banderas de los derechos humanos y expone al Gobierno a una crisis que puede terminar con el alejamiento de algún secretario, como Guillermo Moreno o el propio canciller Héctor Timerman. Es que alguien deberá pagar los costos que los Kirchner nunca están dispuestos a pagar.

Moreno fue el autor material del primer tramo de la ofensiva que fracasó a poco de andar porque estaba floja de papeles. Timerman fue uno de los principales fogoneros de la causa y el que acercó los “testimonios clave” apoyado más en sus expresiones de deseo y voluntad de venganza que en hechos objetivos. En esta columna se dijo que Timerman “fue el sherpa que condujo al matrimonio al precipicio de un papelón”. Aunque fue Carlos Kunkel (según Lidia Graiver) el que la llevó en su auto hasta la quinta de Olivos el día de la vergüenza y la transa.

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La realidad es implacable y se encarga de desinflar todas las epopeyas presuntamente revolucionarias que los Kirchner inventan cada semana. Sobreactúan tanto su papel de cruzados justicieros con amenazas de terribles sanciones que, a la hora de la verdad, cuando hay que presentar pruebas irrefutables, se quedan sin nafta y se van deshilachando penosamente hasta que repiten el mecanismo, se autoestimulan y se ponen al frente de otra batalla decisiva.

Los adjetivos inflamados acusando a editores de diarios de criminales de lesa humanidad o a la Corte Suprema y al Congreso de ser golpistas tienen una alta carga de ficción que no se compadece con las evidencias que un Estado de derecho necesita para implementar condenas por hechos tan graves.
Si hasta la declaración de Rafael Ianover fue una granada que explotó en las manos de los denunciantes del oficialismo. El testaferro de David Graiver dijo que no conocía personalmente a Héctor Magnetto y que a Bartolomé Mitre lo vio “una vez, de pasada”. Los expedientes se van quedando sin argumentos sólidos. Seguramente hubo irregularidades o abusos de posición dominante, pero ni la sobreactuación de los Kirchner alcanza para convencer de que los representantes de los diarios cometieron crímenes de lesa humanidad. Y esto es lo único que hace imprescriptible la causa.

La puesta en escena de aquel 24 de agosto en la Casa Rosada, con la montaña de expedientes en primer plano, ya arrancó débil de argumentos y con un tono mucho más bajo del que se había anticipado con cárcel y expropiaciones que están terminando apenas con tímidos pedidos de indagatoria.
Esa costumbre de “darse manija” puede ser útil fugazmente para agitar a los militantes y rodearlos de mística. Pero ni los jueces más adictos se atreven a comprar humo y a incinerar sus carreras y su prestigio en el altar de Néstor y Cristina.

En el caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble pasó algo similar. Intentaron convencer a sus simpatizantes de que iban a establecer que Marcela y Felipe eran hijos de desaparecidos apropiados por la dueña de Clarín y hasta dejaron trascender que se venía la intervención del diario para sumarlo al aparato de comunicación paraoficialista. Por ahora, no hay indicios contundentes ni ADN que lo certifique, y como el Gobierno ya no habla del tema, dejó a sus voceros colgados del pincel. Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, en medio de la inmensa alegría por haber recuperado al nieto 102, dijo por radio Continental que “el Gobierno no dice nada porque respeta la división de poderes”. Sin embargo, no parece ser ésa una característica del Poder Ejecutivo. Además, ya quedó en la historia aquel discurso de la Presidenta en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada: “Déjenme creer que después de tantos años de impunidad de poder mediático, vamos a saber la identidad. Confío en que realmente va a haber justicia sobre ese poder casi extorsivo, casi mafioso. Si no encontramos justicia en la Argentina, yo, como presidenta, la voy a acompañar a otros tribunales internacionales”, dijo Cristina, dirigiéndose a Estela de Carlotto.

La sucesión de derrotas ante la opinión pública, como la pérdida del poder de veto en el Consejo de la Magistratura o la aparición de documentos que demuestran que hasta el gobernador Daniel Peralta quiso cumplir con el fallo de la Corte y restituir en su cargo como agente fiscal a Eduardo Sosa, demuestran que los Kirchner se meten irracionalmente en selvas donde se violentan las instituciones y después les cuesta salir sin caer en el escándalo y la desmesura. Todo comenzó cuando el entonces gobernador Néstor Kirchner condenó al destierro de la Siberia al ex procurador Eduardo Sosa porque tuvo la osadía de querer investigar el manejo turbio de los fondos del Estado provincial. Kirchner no perdona que lo quieran controlar ni los funcionarios judiciales ni los parlamentos ni los periodistas. Arremete ciegamente y se lleva por delante hasta las mínimas normas republicanas. Esa bola de nieve fue creciendo hasta que, ahora, es el actual fiscal de la provincia, Claudio Espinosa, el que denuncia a la Corte Suprema ante la Organización de Estados Americanos. Un delirio que incluye un acto de rebelión del kirchnerismo contra el Poder Judicial. Muchas veces les pasa eso a los Kirchner, por su desprecio por el funcionamiento institucional. Como si fueran los dibujitos animados del Correcaminos, esa bola de nieve amasada por ellos se hace gigantesca, inmanejable, y los obliga a correr delante de ella para que no los aplaste.

Las buenas noticias para el Gobierno surgieron desde los Estados Unidos, donde el profesionalismo de la estructura de la Cancillería desplegó varios logros importantes. La presidencia del G77 más China, para Cristina, merecen destacarse al igual que el manejo de los contactos con Barack Obama o el encuentro de Néstor con Bill Clinton. Las posturas maduras de la Argentina respecto de Irán y Malvinas y la preocupación de las deudas de los países en desarrollo contrastaron con el infantilismo doméstico, donde florecieron las malas señales. Las últimas, y en el plano estrictamente electoral, son el fortalecimiento de la autonomía de los intendentes bonaerenses donde, entre otros, militan Jesús Cariglino, Sergio Massa y Pablo Bruera, la distancia que Daniel Scioli sigue manteniendo del verticalismo acrítico que exige Néstor y la confirmación oficial por parte del gobernador Daniel Das Neves de algo que aquí anticipamos bajo el título de “La Gran Cafiero”: el Peronismo Federal realizará su propia elección interna por fuera del oficialismo partidario. En este mismo plano hay que ubicar los límites que Hugo Moyano está encontrando entre los dirigentes territoriales y también ahora en la propia CGT, que perdió al gremio de la alimentación y a otros que pueden seguir su mismo camino, producto de la bulimia irrefrenable de poder que tiene.