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mas de lo mismo

Con menos gobernabilidad, la economía puede agravarse

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El escenario más probable para la economía argentina de 2015 indicaba, hasta ahora, un “más de lo mismo”.

En materia fiscal, el Gobierno no puede abandonar su política de déficit creciente. Primero, por su convencimiento conceptual de que “el déficit fiscal reactiva”. Segundo, por su ideología: “Nadie me va a convencer de que el sector privado asigna mejor los recursos que el sector público”. Tercero, por necesidad electoral. Un ajuste fiscal implica una reducción drástica de los subsidios al consumo de energía y transporte, y no se puede enojar más a los votantes.

Con déficit fiscal creciente, y sin posibilidad de endeudamiento externo en montos y  a tasas razonables, sólo queda el financiamiento vía Banco Central y endeudamiento interno. En ese aspecto, continuará la política de emitir para financiar el gasto, y luego colocar deuda interna, para absorber una buena parte de los pesos emitidos, de manera de evitar que esos pesos de más se transformen en más inflación (mantenerla en torno al 1,5/2% mensual) o más demanda de dólares, sean oficiales, para importar, o informales para ahorrar. Obviamente, esta política monetaria entra en contradicción con la idea de que “el déficit fiscal reactiva”, de allí que el nivel de actividad del año, más allá del intento de “aflojar” en los meses previos a las elecciones, será tan magro como el de este año.

Finalmente, queda la política cambiaria. Se trata de devaluar lo menos posible, dada la relación directa entre tipo de cambio e inflación, cuando no hay programa fiscal, ni reservas suficientes. Y, por lo tanto, de administrar las reservas con restricciones, cuotas, endeudamiento con importadores y exportadores, swaps e intentos de renovar parte de los vencimientos del año. Más limitaciones a operar en dólares de bancos e inversores institucionales, más policía y controles en el mercado informal.

Por supuesto, éste es el “plan” e, insisto, el escenario que luce más probable. Siempre y cuando los aumentos salariales que surjan de las paritarias no alteren drásticamente este panorama, si intentan recuperar lo perdido el año pasado y “ganarle” a este año.

Pero en estos días se están sucediendo hechos dentro de la economía, y fuera de ella, que podrían, ciertamente, alterar este escenario.
Primero lo más fácil, lo económico. El panorama global está cambiando sustancialmente para el mundo emergente. El dólar se fortalece  contra la mayoría de las monedas, y los anuncios de esta semana del Banco Central Europeo ratifican esta tendencia. Con el dólar fortalecido, los precios de las commodities en baja, o estabilizados, Brasil en ajuste, y Europa devaluada, nuestro sector externo recibe un shock negativo difícil de sostener sólo con cepos, y atrasando aún más el tipo de cambio. Las supuestas ventajas de petróleo barato para importar pueden ser menores de lo esperado, si estos precios frenan las exportaciones de petróleo argentino, claramente, fuera de competencia por costos de producción.

En síntesis, estamos frente a un escenario externo negativo que tendrá que “pulsear” fuertemente con la política de seguir atrasando el tipo de cambio y su efecto sobre el nivel de actividad y el empleo. Mientras, se generan expectativas de devaluación crecientes que dominarán el fin de este gobierno y el principio del próximo. (En general, los mercados se anticipan, más en un año electoral, y con las variables económicas tan deterioradas).
Por último, la cuestión no económica.

La muerte del fiscal Nisman ha puesto en evidencia lo más oscuro de la crisis institucional y política de la Argentina de estos años, en donde se intentó y se intenta, desde el oficialismo, consolidar un “cambio de régimen” lejano a la democracia republicana. Hasta ahora, la divergencia entre grave crisis política y “moderada” crisis económica se basaba en el poder centralizado que conservaba la Presidenta, en la fragmentación de la oposición, y en la esperanza de “fecha de vencimiento” del proyecto K. Pero las circunstancias de la muerte del fiscal Nisman y la desconcertante, hasta ahora, respuesta oficial están alterando seriamente este paisaje y podrían hacer converger la crisis institucional con una crisis económica más grave, derivada, precisamente, del deterioro irreversible de la gobernabilidad y las fuerzas que dicho deterioro podrían desatar.