Sergio Massa no consigue librarse de la paradoja en la que está atrapado desde 2013. La obsesión por monopolizar la escena de la oposición y colocarse en el centro de cualquier especulación electoral le es insuficiente para liderar ese espacio. Tal vez porque todo termina donde comenzó. La emancipación del kirchnerismo no equivalió a la autonomización del Estado. Fuente de recursos insustituible para su proyecto presidencial y crucial para resolver alianzas: ir las urnas con o sin Massa.
Los sondeos difundidos este mes confirman ese laberinto. Podría encabezar una hipotética fórmula de apariencias imbatible para competir por dos de las tres senadurías nacionales de la provincia de Buenos Aires en 2017 si es secundado por Margarita Stolbizer. Las dudas de la jefa del FAP no se diluyen con esa proyección estadística.
La invitación de María Eugenia Vidal a cumplir idéntico rol en Cambiemos compite en atractivo con la de UNA pero con un añadido. El enorme aparato administrativo que controla la gobernadora: el mandato de Stolbizer y sus legisladores vence el año que viene. El peso simbólico que adquiera la criticada pejotización a Massa o la defensa de la gobernabilidad en Vidal será definido por ese interés que atiende al 2% obtenido en las últimas elecciones.
Desventaja que Massa intenta descontar por dos vías. La hiperquinesis a la que somete a operadores de la diputada nacional y el avance en organismos de control mediante el peso de sus delegados en la Legislatura bonaerense. Es una estrategia de plazo acotado. A fin de año, Jorge Sarghini deberá ceder la presidencia de Diputados al vice, Manuel Mosca, de Cambiemos.
Tributa a esa urgencia la denuncia de Fernando Asencio al Tribunal de Cuentas bonaerense por la rendición de gastos del año 2015 que aprobó el Concejo Deliberante en el municipio de La Matanza: el concejal de Massa cree haber detectado 143 inconsistencias. La delicada situación que atraviesa el organismo presidido por Eduardo Grinberg desde 1983 convierte en hecho político un trámite rutinario de ediles opositores.
Más que las incorporaciones resueltas por Grinberg, que incluyen a su esposa, Sara Klurfan, su hijo Ignacio y su profesor de yatching, Diego González, inquieta la denuncia por enriquecimiento ilícito de Elisa Carrió contra Daniel Scioli, que investiga el fiscal Alvaro Garganta, quien reclamó al Tribunal de Cuentas el giro de expedientes vinculados a gastos de su gestión. Lo que precipitó una crisis entre los vocales Cecilia Fernández e Ignacio Griecco con el Presidente.
La versión de las dos vacantes que persigue el gobierno bonaerense alude a Massa como beneficiario: ya reclama una. No es la única. El desempeño de Asencio en la prensa con la denuncia sería apenas la antesala para el desembarco de Mirta Tundis como candidata a intendente en 2019. La diputada tiene domicilio electoral en el distrito más grande de la Provincia.
Prueba. Vidal decidió disputarle a Massa la iniciativa política en el Conurbano para anticiparse a la discusión del Presupuesto 2017 en la segunda quincena de agosto. Es el terreno donde se siente cómodo el líder de UNA y el atractivo desde donde persuade a los intendentes peronistas que buscan una salida electoral: los mismos a los que Vidal debió ceder 10 mil millones de pesos para sancionar el de este año. Gabriel Katopodis y Martín Insaurralde figuran en los primeros lugares. Pero podría sumarse Fernando “Chino” Navarro.
La gobernadora expresó su disconformidad por el estado del hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, que visitó el 27 de julio y exigió rectificaciones para cuando vuelva en octubre. Partera de profesión, Nancy Gauto es una de las directoras y además esposa de Navarro. Al diputado provincial y jefe del bloque Peronismo para la Victoria, de seis miembros, le inquieta la posibilidad de un cambio de autoridades: efecto colateral de su alianza con Insaurralde en el municipio por la foto con Massa.
Sería otra complicación en los acuerdos con Vidal luego de la larga marcha del Obelisco a La Plata del Movimiento Barrios de Pie, conducido por Humberto Tumini. Exige trato igualitario con el Evita para garantizar tranquilidad en las calles. O sea, la incorporación de cooperativas de trabajo a la construcción de barrios, como anunció el presidente Mauricio Macri a principios de mayo en Almirante Brown junto a Emilio Pérsico.
Edificar jardines de infantes para el gobierno bonaerense o la entrega mensual de 45 toneladas de alimentos no cubre esa expectativa. “La comida no le interesa a nadie”, razona un dirigente peronista amortizado en el diálogo piquetero. La amenaza de Tumini, ex aliado de Stolbizer, es obvia. Acercarse a Massa si la demanda no es satisfecha. O ser el Chino de Massa en una interpretación maliciosa que deleita al PJ.
La eventual reedición de ese acercamiento es la principal objeción a Ricardo Alfonsín, del radicalismo bonaerense, en la Primera y Tercera sección electoral: aunque comparte las críticas al estado de la alianza con Cambiemos, volcará su maquinaria a favor de Maximiliano Abad en las elecciones de autoridades de octubre. Es un intento por quebrar el cerco tendido a su alrededor por el vicegobernador Daniel Salvador por el apoyo dado al hijo del ex presidente.
Abad mantiene una aceitada relación con Mosca, que debería servirles para garantizar la renovación de las bancas al diputado Fernando Pérez y al senador Roberto Costa. Algo inviable para Alfonsín, quien respaldará en octubre al senador de Tandil, Carlos Fernández. Salvador habría desistido de lanzar su candidatura pero no la del secretario parlamentario del Senado, Mariano Mugnolo, para prolongar los efectos “del milagro de que estemos aquí”, como se sinceró entre correligionarios.
Pero la esperanza de recuperación radical es Gerardo Morales. De trato privilegiado con Macri, el gobernador de Jujuy tiene como vice a un dirigente de Massa: Carlos Haquim. La disyuntiva con o sin Massa no es tan fácil de resolver.
*Analista político.