Lo que faltaba. Ahora tenemos más de medio país con una hora y el resto con otra.
¿Les queda algo más por dividir a los Kirchner?”, rezongaba con ironía alguien que supo ser kirchnerista y que hoy desparrama su desencanto por doquier.
Más allá de esto, algunas preguntas:
¿Tendrán idea en el Gobierno los trastornos que esta situación produce en la vida diaria de la gente?
¿Con tamaña división, cuánto será el ahorro real de energía como para justificar semejante engorro?
¿Quién asesora a la Presidenta en estas cosas?
¿Cómo explicarle esto a la ciudadanía cuando, por otra parte, el Gobierno se la pasa diciendo todo el tiempo que no hay crisis energética?
“El efecto jazz ya ha llegado a la Argentina. Y nadie sabe por cuánto tiempo ni con qué dimensión. Pero lo cierto es que, más allá de lo que el Gobierno diga o haga, todos los actores de la economía estamos preocupados”. Así se expresaba en la mañana del sábado un economista que supo ser benévolo con las actitudes del Gobierno en los días en que el viento de cola le daba vuelo al plan de devaluación, soja, retenciones, subsidios mal controlados y suerte de los Kirchner. Eso ya es historia. En la semana que pasó, la soja vino cotizando a la baja. Atento a esto, el matrimonio presidencial debería ser más generoso con su vilipendiado vicepresidente, Julio César Cleto Cobos. Su voto “no positivo” hacia la Resolución 125 no sólo le trajo alivio al país sino que, en este contexto de caída del precio de la soja, le está evitando al fisco un descenso aún mayor en el nivel de los ingresos por exportación de la oleaginosa devenida en yuyo, según la ya célebre definición de la Presidenta.
La reunión que la Dra. Cristina Fernández de Kirchner organizó con los representantes de la industria y el ministro de Economía formal, Carlos Fernández, fue una muestra de la preocupación que hay en el Gobierno por el impacto de la crisis en la actividad económica del país. Allí la Presidenta pidió por el mantenimiento de las fuentes de trabajo. La respuesta del sector empresarial fue la de realizar el mayor esfuerzo posible para lograr ese objetivo. No obstante, en el mismo momento en que se daba esa respuesta, todos los representantes del sector empresarial sabían que eso tenía mucho de formulismo y de compromiso de ocasión. “Es que, debido a las actividades de sus empresas, los que fueron ahí de alguna manera están condicionados por el Gobierno. Por eso callan y le dicen amén a todo lo que se les pide desde el poder”, comentaba en el atardecer del viernes alguien que conoce lo que está pasando en las entrañas de la Unión Industrial Argentina.
Sin embargo, la realidad ha demostrado la vacuidad de muchos de esos compromisos. Por eso fue que el Gobierno debió involucrarse fuertemente para evitar que, en la última semana, la cadena Easy despidiera a 350 de sus empleados.
“La Presidenta se llena la boca hablando del modelo de 2003. En realidad debería hablar del modelo de 2002. Aquí la única medida que permitió desafiar la “ley de gravedad” del uno a uno que hundía a la Argentina, fue la devaluación. Turismo, reactivación del mercado interno, mayor consumo y recuperación de la producción vinieron de la mano de esa determinación tomada por el ex presidente Eduardo Duhalde. Después los Kirchner se limitaron a mantenerla. Pero no hicieron más nada. La pérdida de competitividad por la inflación interna y la devaluación del real es un hecho indiscutible”, señala una voz que representa al sector empresarial y que ve con preocupación los efectos que la situación del Brasil producirá en la economía de la Argentina.
En los últimos días, un grupo de industriales hicieron conocer su visión de la realidad a través de un documento en el que se habla de la caída de la actividad económica y en el que se menciona, entre otras cosas, la necesidad de llevar el valor del dólar a una franja que vaya de 3,60 a 4 pesos. Sobre esto no todos los sectores de la industria acuerdan. Hay quienes creen que con un valor que varíe entre 3,40 a 3,50 alcanzaría para mantener la competitividad, evitar el efecto inflacionario y ahorrarle al Banco Central la sangría de dólares que, en estos días de turbulencia, está necesitando para mantener el valor del dólar más o menos estable.
Los representantes empresariales del interior han hecho saber la merma que vienen observando en la actividad de sus respectivos rubros. En realidad, se trata de un largo padecimiento que comenzó con el conflicto entre el campo y el Gobierno y que se ha reagudizado con la crisis. Maquinaria agrícola, automotrices, autopartistas y turismo son algunos de los sectores más afectados.
El ministro de Economía real de este Gobierno, Néstor Kirchner, viene manteniendo reuniones con un comité de crisis en la Quinta de Olivos, la que se ha convertido en la sede natural en donde atiende, despacha y ejerce el poder. En esas reuniones ha reconocido que existe un plan B que incluye una baja del gasto, una devaluación paulatina, un cuidado de las reservas y, de algún modo, aún no definido, una recomposición salarial.
Hugo Moyano y la mesa directiva de la CGT vienen siguiendo todo esto con mucha atención y preocupación. La prioridad para ellos es el mantenimiento de los puestos de trabajo. Y la realidad les indica que, más allá de las declaraciones voluntaristas de los empresarios, hoy en día la estabilidad laboral está en riesgo.
El Día de la Lealtad recalentó la interna del peronismo. Fue la primera vez que, en su calidad de presidente del Partido Justicialista, Néstor Kirchner encabezó un acto. En ese marco quedó plasmada la debilidad de su mando.
Este es uno de los momentos de mayor división dentro del justicialismo. La palabra lealtad suena tan vacía en el discurso de Néstor y Cristiana Kirchner como en el de tantos otros dirigentes del justicialismo. Sin embargo, esto no justifica el lamentable exabrupto de Chiche Duhalde de compararlos con los Shocklender. Se ve que la traición de los Kirchner a los Duhalde aún les duele, y mucho.
Como diría Reynaldo Carlos Merlo, en sus días de esplendor ya lejano, la puja política viene incrementándose paso a paso. El tema de la semana ha sido la instalación de la candidatura a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires de Néstor Kirchner. La lectura de este operativo clamor es bastante simple y es producto de una constante del gobierno de los Kirchner: la falta de figuras políticas de peso que tengan capacidad de atraer al electorado.
Por lo tanto, la meneada candidatura del ex presidente en funciones debe ser interpretada como un signo de debilidad. Una debilidad que, en la provincia de Buenos Aires, se ha acentuado en estos días con el episodio de la renuncia de Alfredo Atanasof a su cargo dentro del gabinete del gobernador Daniel Scioli. Atanasof, quien fuera el sucesor de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete en la parte final de la administración de Eduardo Duhalde, se fue dando un portazo con críticas muy fuertes a la gestión del gobernador. Es curioso porque muchas de esas mismas críticas también se formulan desde sectores del kirchnerismo que forman parte de la administración de Scioli. Algunas de ellas salen desde las cercanías del vicegobernador, Alberto Balestrini.
Más allá de las críticas –que han generado réplicas–, la ida de Atanasof muestra el grado de dispersión que se está viviendo en territorio bonaerense. “Para eso, el único remedio posible se llama Néstor Kirchner”, reconocen desde varios despachos del poder así como también desde sectores del peronismo que le profesan al ex presidente en funciones la simpatía de la nada.
Por supuesto que la maniobra es más amplia e involucra a otros funcionarios del Gobierno Nacional. Dos de ellos, que lo niegan rotundamente, serían el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo. La iniciativa es similar a la que puso en práctica el matrimonio presidencial en las elecciones legislativas de 2005. En ese entonces, la realidad era parecida a la del presente ya que la pelea de los Kirchner con los Duhalde había generado una división que complicó el armado de las listas del justicialismo K.
Esa falta de figuras fue la que motivó no sólo la candidatura a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires de la entonces senadora por Santa Cruz Cristina Fernández de Kirchner sino también la de otros funcionarios del gobierno de Néstor Kirchner. Allí estuvieron quien por esos días era vicecanciller de la República, Jorge Taiana, así como también Sergio Massa, quien era titular de la ANSES. Ambos fueron candidatos a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. El cuadro lo completó Rafael Bielsa, quien era canciller y que compitió para ser diputado nacional por la Capital Federal. El ejercicio de la memoria nos hace recordar que, una vez electos, tanto Taiana como Massa renunciaron a sus bancas, las que posteriormente fueron ocupadas por suplentes ignotos para la mayoría del electorado. Bielsa siguió idéntico derrotero al ser postulado como embajador de la Argentina ante el gobierno de Francia a lo que finalmente, en medio de un gran revuelo, renunció.
Por otra parte, cuesta hacerse a la idea de un Néstor Kirchner adaptado a los ritmos y los modos de un cuerpo legislativo como el de diputados en cuya esencia están el debate y el consenso, algo a lo que, en general, el ex presidente en funciones es poco afecto.
Ahora bien, más allá de todas estas consideraciones, subyace en esta mentada posible candidatura una cuestión ética que, insoslayablemente, debe ser mencionada. Es la contradicción que representa la postulación de Néstor Kirchner en relación con su carrera política.
El hoy ex presidente en funciones fue intendente de Río Gallegos y gobernador por varios períodos de la provincia de Santa Cruz, a la que sigue manejando a la manera de un feudo.
Todos los gobernadores que le han sucedido han debido contar con su anuencia para poder aspirar al cargo. El único que una vez electo se le rebeló, Sergio Acevedo, voló.
Es público y notorio que el domicilio de residencia de Néstor Kirchner está en Santa Cruz.
Sus negocios, los que han originado sospechas en cuanto a su nivel de enriquecimiento, están allí.
Sus fines de semana son en El Calafate.
Los funcionarios clave, tanto de su gobierno como del de su esposa, son de Santa Cruz.
Por todo esto es que de concretarse la candidatura a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires de Néstor Kirchner, habrá de ser una muestra más de la vieja política de la cual, más allá de sus discursos, el gobierno de los Kirchner está lleno.
Producción periodística: Guido Baitrocchi