Para aquellos a los que les gusta la economía, éstas han sido las semanas más interesantes en mucho tiempo. Pasa de todo y todos quieren opinar. Cada cual interpreta los hechos de forma que confirme sus convicciones y omite la parte que las contradice. Lo mismo sucede en los velorios de quien su muerte no era esperada: los vivos ponen énfasis en aquel aspecto del estilo de vida del difunto que los diferencia para suponer que no sufrirán igual enfermedad o situación, cuando todos gozamos y padecemos más o menos lo mismo aunque sea humano creer que podamos quedarnos sólo con lo primero.
A pesar de estar menos conectados que nunca con la economía y las finanzas mundiales, por nuestra crisis de 2001/2 Argentina se benefició de las mismas ventajas que generaron la burbuja inmobiliaria: baja de la tasa de interés y aumento del valor de las propiedades.
Cuando la tasa de interés bajó de 6,5% anual a comienzos de 2001 con el pobre De la Rúa a sólo el 1% en julio de 2003 a comienzos de la era del afortunado Kirchner; es decir, la más baja tasa de interés mundial en medio siglo, Argentina se favoreció renegociando su deuda externa en condiciones que tres años antes hubieran sido imposibles: entre julio de 2003 y enero de 2006, descontando la inflación norteamericana, la tasa de interés fue negativa.
Lo mismo sucedió con el boom inmobiliario que la Argentina también gozó: una de las causas de la actual crisis financiera mundial fue que con la misma drasticidad que bajó la tasa de interés subió el valor de la propiedad, en los mismos años de 2001 a 2005, las casas en Estados Unidos aumentaron 50% su precio. ¿No pasó lo mismo con el valor de las propiedades en dólares en Argentina? Otra coincidencia: en 2005, la mitad del crecimiento del producto bruto de Estados Unidos fue aportado por el boom inmobiliario, lo cual ayudó a salir de la recesión de los años anteriores. Algo similar sucedió en Argentina, donde la mitad de la inversión en 2005 y 2006 también provino de la construcción, lo que empujó el crecimiento de nuestro producto bruto.
En la Argentina nunca tuvimos lo que en Estados Unidos se llamaron “créditos ninja”: iniciales de no income, no job, no assets; o sea, hipotecas para comprar casas de personas “sin ingresos, sin trabajo o activos”. Como dice George Soros en su libro El nuevo paradigma de los mercados financieros, “cuando el dinero es gratuito, el prestamista racional seguirá prestando hasta que ya no quede nadie a quien prestar”.
Pero sí tuvimos en Argentina varios años de tasa de interés negativa (Lavagna las consideraba un motor de la reactivación) y algo similar a lo que sucedió en Estados Unidos, donde el 40% de todas las propiedades vendidas en 2005 no era para personas que vivirían en ellas, sino compradas como inversión o segunda vivienda. Un barrio entero como Puerto Madero puede dar ejemplo de lo mismo aquí.
Hoy hay argentinos que viajan a Miami a comprar propiedades porque allí, tras la crisis inmobiliaria norteamericana, se paga 1.700 dólares el metro cuadrado contra 2.000 dólares en barrios como Palermo, por citar sólo uno. Lo inverso que sucedía hace unos años, cuando europeos y norteamericanos viajaban a la Argentina a comprar propiedades porque el precio de nuestro metro cuadrado era muchísimo más barato.
Así como la Argentina gozó de tasas de interés bajas que permitieron destinar mucho menos dinero a pagos de la deuda y mucho más al consumo, o del crecimiento del producto bruto que aportó el incremento de las propiedades y la construcción, ¿por qué no iríamos a padecer la resaca? ¿De dónde salió esa idea, que dominó durante los comienzos de la crisis y hoy ya se descarta, de que la economía K era una invención original y diferente de la que se aplica en el resto del mundo?
En la Argentina pasó (no lo hizo Kirchner, como tampoco De la Rúa, Menem y Alfonsín hicieron lo que sucedió, apenas surfearon la ola cada uno a su estilo) lo mismo que en Estados Unidos, Europa, Rusia, Ucrania o China. También es errada la visión de que la crisis es de Estados Unidos: hace más de un año, el 9 de agosto de 2007, el banco francés BNP Paribas denunció quebrantos en sus carteras de hipotecas y el 13 de septiembre de 2007, el mayor banco hipotecario de Inglaterra, el Northern Rock, rozó la insolvencia y se generó un pánico bancario entre sus clientes que no sucedía en Gran Bretaña desde hacía más de un siglo.
En su exquisita columna de los sábados en PERFIL, ayer Tomás Abraham transmitía sobre la crisis financiera el mismo horror que Pascal “ante el vacío del nuevo universo descubierto”, quien “consideraba fatuas las ambiciones de los supuestos pioneros del saber”. Afortunadamente, en la economía podemos sacar algunas conclusiones empíricas imposibles por ahora en el cosmos.
La columna de Abraham se tituló “Aporte de la confusión general”, y gran parte de esas confusiones son generadas por el uso político, ideológico y hasta religioso de las interpretaciones sobre lo que sucede con la crisis.
Por ejemplo, se habla del colapso de la economía neoliberal y un regreso triunfal a nivel planetario de las ideas de Keynes. Lord John Maynard Keynes se debe estar riendo: hace mucho que sus ideas triunfaron y son aplicadas y mal aplicadas todo el tiempo, como casualmente sucedió en los Estados Unidos de Bush. La crisis actual se originó por la baja de la tasa de interés que promovió un organismo estatal, la Reserva Federal –técnica típicamente keynesiana–, para tratar de reactivar una recesión: la de la burbuja de Internet del año 2000, que no fue una crisis menor porque las acciones perdieron casi lo mismo que este año, 34% en 2000 y algo más de 40% en lo que va de 2008, y en parte se cargó a De la Rúa y la convertibilidad.
Se bajó tanto la tasa de interés porque al principio la recesión no sólo no cedía, sino que hasta aumentaba la tasa de desempleo, y recién dos años después el empleo se recuperó. Luego, tanta liquidez y dinero barato no sólo generó la burbuja inmobiliaria, sino todo tipo de excesos financieros y corporativos en las empresas. ¿Son ésas políticas neoliberales? ¿Bush no subió los subsidios, entre ellos a sus productores agrícolas? Bush es conservador: ¿los neoliberales son conservadores? Si los neolibrales son conservadores, ¿los neoliberales se enfrentan a los liberales?
Desde una visión triste y simplificadora de la política, lo que son los otros es lo malo y lo que soy yo es lo bueno, sean conservadores, neoliberales o liberales, y todo se acomoda a esa lógica binaria. Esa confusión premeditada con fines políticos siempre oscurece el panorama. Keynes no era anticapitalista, sino un liberal que contribuía al mejor funcionamiento del capitalismo. Como menciona Foucault en sus cursos del Collège de France: “La competencia pura, que es la esencia misma del mercado, sólo puede aparecer si es producida, y si es producida por una gobernabilidad activa”, eliminando monopolios, oligopolios y abusos de posición dominante, por ejemplo. También cita Foucault un texto del Centro Internacional de Estudio para la Renovación del Liberalismo, que en pleno 1938 proclamó: “El marco legal más apropiado para el funcionamiento más fluido, más eficaz, más leal del mercado fue descuidado (...), ser liberal no es en absoluto ser conservador, en el sentido del mantenimiento de los privilegios. Es, al contrario, ser esencialmente progresista en el sentido de una perpetua adaptación del orden legal a los descubrimientos científicos, los progresos de la organización y la técnica económica, los cambios de estructura de la sociedad. Ser liberal no es dejar que los automóviles circulen a su antojo en todas las direcciones, por lo cual sucederían atascos y accidentes incesantes; no es (tampoco), como supone el planificador, fijar a cada automóvil su hora de salida y su itinerario”.
“La conciencia de un liberal” es el título del excelente blog del nuevo premio Nobel de Economía, Paul Krugman, krugman.blogs.nytimes.com y de su último libro, que se reproduce en el suplemento Domingo de esta edición. Que el mayor opositor a Bush desde lo económico sea un liberal de izquierda ayuda a entender en Argentina que Menem, Alsogaray o Martínez de Hoz (lo primero que hizo fue estatizar la compañía eléctrica Italo) no eran liberales sino conservadores y estaban tan disfrazados de lo que no eran como para algunos podría Kirchner vestir disfraz de izquierda sin serlo.
Para los que les gusta la economía, éstas han sido las semanas más interesantes en mucho tiempo porque las crisis, con su potencia arrasadora, revelan todas las contradicciones y sirven para aprender y mejorar.