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museo de malvinas

Construcciones y confluencias

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Un museo es un lugar de encuentro, en el que el público y sus trabajadores confluyen en la construcción de sus contenidos, portadores de sus experiencias, saberes y sensibilidades. Es un espacio abierto a la diversidad y al intercambio, convocados a partir de una propuesta temática
traducida, por ejemplo, en actividades y exhibiciones.
Un museo que toca aspectos del pasado reciente es un espacio público donde estos intercambios son más evidentes. En el Museo Malvinas confluyen un antiguo reclamo de soberanía, una historia de cinco siglos, miradas sobre la geografía, la flora
y la fauna de millones de kilómetros cuadrados y las difíciles memorias de la única guerra que libró la Argentina en el siglo XX. En el museo, la multitud de significados que tiene el símbolo “Malvinas” alcanzan, probablemente, su máxima expresión. Si no en su guión, sí en las expectativas que la sociedad deposita en él. Es un enorme desafío.
En 1983 el pueblo argentino selló con su voto dos decisiones importantes: la primera, que cerraba la etapa de la dictadura cívico-militar. La segunda, que no lo haría con impunidad, sino a través de la Justicia. Esa voluntad profunda nació de dos hechos traumáticos: el terrorismo de Estado y la derrota en la guerra de Malvinas. Millares de vidas truncas, la mayoría jóvenes, conmocionaron nuestras conciencias y reforzaron un hilo que llega hasta el presente: la idea de que la democracia no se consolida sin memoria, sin verdad y sin Justicia.
Ese camino tuvo altibajos: no todos los gobiernos lo apoyaron con el mismo énfasis, no todas las coyunturas lo sostuvieron. Pero la voluntad social perseveró en esa idea, a través de los organismos de derechos humanos y las organizaciones de ex combatientes, acompañados por otros actores sociales, culturales y políticos. Por eso es que muchas veces el reconocimiento y los homenajes, así como las demandas, nacieron primero de la sociedad antes que de iniciativas y políticas de gobierno. Quizás el caso de Malvinas sea el mejor ejemplo.
Hoy, en el Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos se condensan esas voluntades que se expresaron cuando la dictadura cívico-militar aún no había dejado el poder, cuando las condenas a los criminales eran un horizonte a alcanzar tanto como lo sigue siendo hoy la recuperación pacífica de las islas Malvinas. Se condensan gracias a políticas públicas que concretaron una voluntad popular. Por eso el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur está allí desde su inauguración en 2014. Porque confluyen en su construcción moderna varias líneas de fuerza históricas: la de la memoria, que significa recordar y ubicar en su contexto a quienes fueron atravesados por la guerra; la de la verdad, que tiene que ver con preservar y difundir elementos para que los visitantes del museo conozcan tanto esa historia reciente, como la más antigua, la de un proceso multisecular que conformó nuestro Atlántico Sur. Y la de la Justicia, porque el reclamo argentino sigue vigente y un día la presencia imperialista en el Cono Sur será sólo otro hito en el guión del museo.
Los derechos humanos, que son la razón de ser del espacio de memoria, atraviesan estos tres ejes: hablamos en la historia larga de defensa de los recursos naturales americanos, que son la garantía de derechos fundamentales para nuestros hijos y nietos. Y también la identidad, que implica la identificación de quienes murieron en las islas, para saber quién está bajo cada cruz. Porque todos los que fueron a combatir en 1982 tenían nombre, apellido, historia y futuro.
El Museo Malvinas e Islas del A-tlántico Sur prolonga reivindicaciones sociales que tienen ya cuatro décadas, y también reaviva historias que tienen cinco siglos. Es un espacio de construcción democrática y unidad en la diferencia, sin exclusiones de ningún tipo, según el mandato del voto popular en 1983.

*Historiador. Director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

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