Cada semana aparece un nuevo tema en agenda que nos convoca a dividirnos. Que nos recuerda que no pensamos igual. Que nos invita a embanderarnos en causas, legítimas, pero que nos dividen.
La gran fractura de la región es la desigualdad, la inequidad. El fruto del subdesarrollo, de siglos sin encontrar la fórmula para un desarrollo equitativo e inclusivo para todos nuestros pueblos. Las demás grietas pueden ser importantes, y hasta preocupantes –como la que pone dudas sobre las democracias– pero ya no hay espacios para seguir peleando. Necesitamos poner las energías en este desafío principal que nos necesita juntos, a pesar de nuestras diferencias.
Con Estados débiles y capacidades limitadas, azotados ahora por el flagelo del crimen organizado que lo aprovecha y se vale de nuestras debilidades, las sociedades reconocen un poder nuevo, multiplicado gracias a las tecnologías, y se expresan. Y la crisis de representación se hace más evidente que nunca. Y las fuerzas fundamentalistas de uno y otro bando aprovechan, y los que están fuera del sistema irrumpen con fuerza. Y se desata el caos. Dirigentes mezquinos aprovechan para llevar agua para sus molinos, olvidándose e que quienes más sufren son los pueblos, que la paz social es una exigencia de los pueblos a sus dirigentes y que sin paz social no hay desarrollo, no hay construcción, no hay futuro.
Bandera. Las crisis sociales y políticas de nuestros países piden a gritos que vuelva la política en su expresión más genuina; que aparezca el Estado en su naturaleza, ordenador y significante de un pueblo que quiere vivir junto bajo una misma bandera; reclaman que la dirigencia juegue su papel en favor del desarrollo.
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La política exterior no tiene que ser más que la expresión de esa búsqueda en su cara externa. Si el barrio está en problemas, involucrarnos no debiera ser a costa de nosotros mismos. ¿No tenemos suficientes urgencias que atender? Defender la democracia que tanto nos cuesta consolidar en la región, asegurar la paz social, lograr la fórmula del desarrollo que haga renacer la esperanza son valores e intereses que no pueden seguir dividiéndonos. No hay más tiempo.
El presidente electo, sin gabinete aún, está obligado a representarse a sí mismo. Todos miran su persona porque buscan el futuro que viene. Se presume que en este tiempo de transición se está armando el equipo y definiendo prioridades que atender más urgentemente. La esperanza es que la línea de trabajo de unos y otros, futuro gobierno y futura oposición, esté en el camino de construir el nosotros, más allá de las interpretaciones mediáticas que todos hagan, obligados a pronunciarse ante el micrófono. Lo que de verdad importa es si estamos construyendo la salida sabiendo que es juntos e incluyendo la mirada de todos los actores.
En una jornada académica del ciclo “Argentinos a las cosas: articulando soluciones para el futuro argentino” que se organiza desde la Escuela de Política y Gobierno de la UCA, un funcionario de una de nuestras provincias que encaró una reforma política profunda nos decía que mientras la reforma la debatió la política (es decir, los dirigentes de las diferentes expresiones políticas), los temas necesarios no aparecían (paridad y financiamiento de partidos, para mencionar dos ítems). Para romper esa lógica, hubo que sacar el debate a la sociedad civil (universidades, cooperativas, clubes) y ahí la política no pudo esquivar el bulto.
Argentina tiene en ese sector una riqueza única. Sociedades intermedias organizadas y lideradas. Representación y riqueza en la representación de intereses. Esto quizás nos hace más desordenados, pero también con mayor capacidad para ordenar. No estamos salvados de la ola regional, sino que hay organizaciones de contención fuertes, y eso nos da una ventaja.
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También procesamos el descontento social con elecciones. Con un resultado que interpela fuertemente al futuro gobierno y a quienes dejan el gobierno para ser oposición. Y, a pesar de la tremenda crisis social y económica, estamos llegando al recambio presidencial. Sería un gran paso, además, dar una ley de transición que ordene la incertidumbre que se plantea en nuestras transiciones. Aun así, hay signos de madurez en la manera en que se está planteando el traspaso.
Partes. El futuro presidente está vinculando con los diversos actores. Movimientos sociales, organizaciones sindicales, empresarios, etc. A la CGT les propuso sumarse a su gobierno. Veremos prontamente qué significa que se sumen. Por lo pronto, hace falta que el sector del trabajo formal organizado sea parte y también ayude a hacerse cargo del informal y del desocupado.
Necesitamos encontrar la fórmula política que institucionalice estas nuevas participaciones. La propuesta de un consejo económico y social que está circulando o la construcción de mesas temáticas que sumen actores, son iniciativas que ayudarían a contener nuevas formas de representación y a dar cauce a sus demandas desde la política.
En todas las mesas de debate intersectoriales aparece esta demanda. Esa necesidad de construir el nosotros con un poco más de significado real. En una de estas mesas fue conmovedor descubrir economistas de distintas miradas dispuestos a pensar juntos una salida; dirigentes de sectores muy lastimados, dispuestos a aceptar sumar a aquellos que antes detestaban y culpaban. Si esa voluntad logra institucionalizarse, si se plasma en ideas con todos los sectores sintiéndose parte y siendo responsables, si logramos poner las energías en intentar que esta vez logremos volver a confiar en nosotros, en nuestra moneda, en nuestras capacidades. Si no hay más “ellos”, si somos todos “nosotros”.
Para que no sea un recurso idealista, necesitamos que se plasme prontamente en medidas concretas de concertación. Que no tengan que ver con temas coyunturales sino con proyectos concretos de desarrollo, que promuevan mayor valor agregado a un crecimiento genuino.
La región no puede ser la excusa para que volvamos a discutir. No ahora, no ante esta urgencia. No la resolvemos con estas discusiones. Los países defienden intereses. Argentina no podrá dar la pelea global por la defensa de su propio empleo sin Brasil. Mientras el pueblo brasileño resuelve su política, nosotros cuidamos que esa definición no afecte nuestro destino común. Nuestra historia juntos da cuenta de la cantidad de vínculos que tenemos en todos los niveles. No dependemos de una autoridad, y debemos poner toda la energía posible para que las futuras peleas nos encuentren juntos, aunque pensemos diferente.
Hace pocos días un argentino fue elegido para presidir la Organización Internacional de Energía Atómica. Vale la pena escuchar de su protagonista el camino de construcción para obtener tan distinguido cargo, que coloca a un sudamericano al mando de uno de los organismos más importantes del siglo XXI. Destaco solo uno de los pasos que dio Rafael Grossi para alcanzar ese cargo. Dijo que su candidatura fue prácticamente binacional, ya que Brasil trabajó al lado de Argentina para convencer a cada país del Sur de la conveniencia de que se diera. Y contra todo pronóstico, se logró. Brasil y Argentina juntos en esta selva en la que se está convirtiendo el mundo, tienen muchas más chances de lograr lo que se propongan. Solo tienen que estar convencidos de que eso se logra juntos.
*Politóloga. Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.