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crueldades

Contra la unificación

Poco o nada que agregar al magnífico discurso de María Teresa Andruetto en el Congreso de la Lengua; mucho que agradecer.

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Poco o nada que agregar al magnífico discurso de María Teresa Andruetto en el Congreso de la Lengua; mucho que agradecer: a su claridad, a su coraje (las mujeres dialogaron en las mesas pero no sabemos en qué número participaron del diseño de los temas de ese debate), a su insistencia (los 22 países castellanohablantes fueron invitados pero solo la Real Academia Española diseñó los contenidos), a su desobediencia (la Academia avisó que se negaba a debatir el uso del castellano inclusivo) y –sobre todo– a su lucidez: no perdió de vista que además del territorio simbólico, la lengua es la herramienta para un negocio formidable. Esta academia de los reyes se ha convertido con el paso de los años en la ridícula armadura y espadín de ese giro del capitalismo por sobre la libertad de sus usuarios. Como bien señaló Andruetto, un setenta por ciento de los considerados “malos usos de la lengua” es de origen latinoamericano. ¿Quién está decidiendo cuán malo es ese uso? Tiene razón una vez más María Teresa: “casticidad” es una palabra demasiado vecina de “castidad”.

Recuerdo una obra que vi en el CSS (en Udine) sobre el asombro que les producía a los nazis el poderío de la lengua rusa, armada por el sistema zarista para ser impuesta sobre un centenar de lenguas orales en la zona de la Montaña de las Lenguas.

Los rusos le escribieron a cada pueblo un alfabeto diferente para que solo se pudieran comunicar a través del ruso: una lengua imperial, una dominación, una extensión tan infinita como la del castellano. Hasta los nazis se espantaron de esta crueldad innecesaria.

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