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Conversiones

No ganamos para sustos los judíos. Primero Maradona, que suele hacer en nuestro país las veces de papa, le obsequió al presidente iraní una camiseta suya (no sabemos cuál: si la de la Selección del ’86, la Adidas de Boca del ’81, la Olan de Boca del ’95 o la de Argentinos Juniors ’79 con la propaganda de Austral).

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No ganamos para sustos los judíos. Primero Maradona, que suele hacer en nuestro país las veces de papa, le obsequió al presidente iraní una camiseta suya (no sabemos cuál: si la de la Selección del ’86, la Adidas de Boca del ’81, la Olan de Boca del ’95 o la de Argentinos Juniors ’79 con la propaganda de Austral). ¿Lo eximía así de culpa y cargo por la feroz voladura de la AMIA o, peor que eso, bendecía el hecho aunque más no fuera por omisión? Es verdad que no se trató del grado más alto de bendición posible (el grado más alto es verse tatuado en el cuerpo de Maradona, ser integrado a él, ser él), pero aun así fue un gesto de simpatía, y como tal generó inquietud en los ámbitos locales de la colectividad.
Por suerte, el tema pasó de largo (Maradona es un astro del cambio de tema), y volvió a reinar la calma. Pero ahora el papa Benedicto (no uno que hace de papa, sino uno que de veras lo es) mueve otra vez el avispero. Según revelaron los que entienden el latín, la fórmula que prepara para sus próximas plegarias vuelve sobre el asunto de la conversión de los judíos y, por extensión, sobre el asunto del asesinato de Jesús de Nazareth. Los judíos fuimos absueltos de esa acusación en el año 1962, por falta de pruebas o por simple prescripción, cuando otro papa, Juan XXIII, revocó la filosa sospecha. Y ya en 1970 hubo otro papa, Pablo VI, que declinó la voluntad de sacar al “pueblo enceguecido” de “las tinieblas” en que habitaba, para lograr su conversión a la luz del cristianismo. El diálogo y la convivencia le parecieron preferibles, y así quedaron plantadas las cosas.
Ratzinger ahora se retracta, y el rabinato trina. No quieren conversiones, quieren ser lo que son. Siglos y siglos de cultivar la identidad no se pasan así como así. Pero Benedicto está muy seguro de lo que hace y no se mueve de su lugar: su deber es agregar nuevas ovejas al rebaño. De eso trabaja, entre otros menesteres: de salvar las almas de los que van a condenarse. Los grandes rabinos, sin embargo, no solamente no se lo agradecen, sino que se ofenden y se lo reprochan.
El debate continúa. Es de plena actualidad.