“La victoria y el fracaso son dos impostores y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén”
Rudyard Kipling (1865-1936)
Fue como ir al teatro a ver a Bob Dylan, y resulta que el que sale y canta es Copani... y todos aplauden igual. Rarísimo. Ni Messi, el dueño de Europa; ni Carlitos king of England, ni el yerno oficial; ni siquiera el cannonieri Milito o el milagroso Verón. Nada de eso. El gol llegó gracias a ese rústico morocho que encontró su lugarcito en la defensa de tres que Maradona diseñó para jugar de local y poner adelante a los enanitos de oro. Nos salvó el Cata Díaz. ¡El Cata Díaz, muchachos! Increíble.
El primer tiempo fue un suplicio. Argentina era un equipo partido, sin una idea, atado, blando defensivamente, inofensivo en ataque. Colombia, que llegó bien de punto, se animó tanto que convirtió al debutante Andújar en figura. En el segundo tiempo entró Zanetti por un Gago ausente, se luchó más y por fin llegó el golcito después de un corner de Verón. Uno y gracias. Tanto lo cuidaron que al final Maradona se mandó un canje bien onda Caruso, otra que Pep Guardiola: Burdisso por Tevez. ¡Defensor por delantero! ¿Algo más? Poco, casi nada. The end.
¿Qué música sonará para la Selección de aquí en más? Veremos. Quizá haya encontrado un arquero digno, pero sigue sin 9. Mal: es como una banda sin cantante. Necesitamos uno, urgente. A ver, repasemos los demás músicos. Solistas, sobran.
Verón puede –igual que el otro Juan Sebastián– componer por encargo, para lucimiento de los otros. Bach aceptó hacerlo con sus Variaciones Goldberg, pensadas en 1742 para Johann Gottlieb Goldberg, clavicordista de la corte del conde von Keyserlingk. La Brujita repitió la experiencia con su Aria para mi pie derecho, obra con la que alimenta a sus compañeros de Estudiantes desde 2006. Habrá que ver si le queda tiempo, cuerpo y ánimo para hacer lo mismo con Messi y demás solistas de la corte del Rey Diego. Ojalá. Lo necesitan como el agua.
Messi, lo he dicho, es Paganini; un virtuoso. Precisión en velocidad, genialidad, talento. Casi perfecto se lo ve, mientras está en contacto con su instrumento, la pelota. Sin ella, se esfuma. Por eso necesita tanto de una base sólida a su alrededor; para liberarse y brillar, para sentirse capaz de todo. En el Barça tocan con él Iniesta, Xavi, Henry y Eto’o. Acá deben darle el pie Verón, Tevez, su amigo Kun... y el Dios de Fiorito desde el banco, nada menos. No es lo mismo. Le tomará más que un par de ensayos vibrar en sintonía junto a ellos más allá de un buen partido ocasional o uno bien flojito, como el de ayer.
¿Maradona? Maradona es Beethoven. Un espíritu torturado, narcisista, indócil y genial, que sufre horriblemente por culpa de su antiguo mal, el mismo que históricamente le ha impedido percibir aquellos sonidos que no nacen de su genial cabeza.No oye. No da bola.
No sé si han visto Copying Beethoven (La Pasión de Beethoven, 2006, escrita y dirigida por Agnieszka Holland, con un increíble Ed Harris como Ludwig). Véanla por favor, está en cedé. El guión instala en la historia a un personaje imaginario, Anna Holtz, la bella joven que copia sus partituras, lo asiste, lo inspira y hasta le marca el tempo cuando el Maestro, sordo y batuta en mano, no se anima a dirigir la orquesta durante el estreno de la Novena. Poético, pero irreal. Es cierto que algunas mujeres rodearon a Beethoven, incluso una de ellas lo advirtió de la ovación del público en el teatro mientras él seguía ensimismado y leyendo su música; pero ninguna de ellas fue tan perfecta ni soñada. Nunca tuvo a nadie tan valioso a su lado. Una lástima.
Maradona no tiene a un Anna Holtz futbolero; ni siquiera a un ejército de Salieris. Lo rodean, se ve, copistas sin muchas luces: fieles escribidores de agenda, transportistas de valijas, cebadores de mates, llevadores de conitos y bolsas con pelotas, dibujantes de canchitas de papel, asentidores. Todo bien con Mancuso y Lemme: parecen dos muchachos bárbaros: nothing personal. Pero para que suene bien una orquesta con semejantes solistas es necesario bastante más que respeto por la liturgia, mística, cartelitos con aforismos a lo Narosky, devoción y obediencia absoluta. Ahora nos toca Ecuador en Quito, otra parada cercana al cielo de los débiles, allá donde la pelota nunca dobla ni obedece. ¡Danger!
Ya con el mono Ruggeri sin navaja, la cosa parece juzgada para el resto del mundo futbolero local: no hay lugar para nadie más en el cuerpo técnico de Maradona. Son los que están y chau. Glup. La interna es de terror. Nadie sabe cual es la función de Bilardo, el infiel Checho Batista fue oficialmente expulsado del paraíso por cuestiones “menstruales”, los otros campeones del 86 no pintan para nada y Grondona, por ahora, lo deja hacer.
Entonces, compatriotas? Entonces las cosas saldrán bien sólo si la magia de nuestro Elegido logra multiplicar los panes, los peces y los Messis. Y si no, no. Seremos testigos del triunfo de la fe sobre la razón y la lógica... o del desastre. Blanco o negro. Pura dialéctica maradoniana.
Prepárense, porque esta historia será como siempre ha sido. Loca, intensa, abismal, contradictoria, tragicómica, increíble. Porque así es Maradona compatriotas, la deidad de acá, nuestro mito vivo, el hombre que vive en los extremos. Con un tipo así, todo es posible.
Hasta lo bueno.