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MESSI VUELVE PERO EL FUTBOL NO, PORQUE LA PLATA NO APARECE… POR AHORA

Cordera, cordura, y ni el aire sera gratis

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“Hay ratas de tierra y ratas
de agua; ladrones de agua
y ladrones de tierra y luego
existe el peligro de las olas,
de los vientos y de las rocas.
Con todo, el hombre es solvente.
Tres mil ducados... Creo que
puedo aceptar su pagaré”.
William Shakespeare (1564-1616);
de Shylock a Bassanio, Acto I,
escena III: “El mercader
de Venecia” (1598).


Cordera, cordero de Dios, se tropezó con sus palabras, derrapó y se estrelló contra un muro. Tal vez no quiso decir lo que dijo, pero –¡santo Sigmund!– lo dijo igual. Una enormidad. Jugó a ser transgresor frente a un grupo de jóvenes y fue cacheteado por un chico que estudia Periodismo y, gracias a él, aprobó su mejor examen.
Jonatan Dalinger hizo público el reportaje en su Facebook, algo que el reglamento interno de TEA no permite, y supo “atacar al espíritu público”, como aconsejaba Artaud. Fue más audaz que el líder cincuentón, que pretendía escandalizar a su audiencia explicando que “hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo libremente”, y que “es aberrante que la ley te prohíba hacerlo con una pendeja de 16 con la concha caliente”. Los adoradores de la unanimidad, entusiastas repetidores de consignas sencillitas y al pie, lo masacraron en las redes sociales.
Cordera mezcló fantasías eróticas, histeria, abusos reales, desprecio por la ley de los hombres y un curioso ataque de legalidad tras el escándalo: “Fue él quien violó, violó la ley, el acuerdo que teníamos de no publicar la charla”. Para completar su cóctel fatal, destrozó una especialidad que durante años desarrollaron Tato Pavlovsky y Jaime Rojas Bermúdez: “Hice un ejercicio de psicodrama, el pibe no entendió nada y ahora me siento un pelotudo”. Hace bien. El psicodrama es algo más que sentarse y decir cualquier cosa. Somos jíbaros, a veces. Y muy brutos.
Ursula Vargues es una mujer hermosa que debería pensar dos veces antes de zambullirse en el Tuitter y escribir lo primero que se le ocurre cuando algo la indigna. En un reportaje, el presidente Macri dijo: “No tengo idea, no sé si fueron 30 mil o 9 mil los desaparecidos”, en lo que definió como una “guerra sucia”, y la chica del lunar estalló y rogó por otro 2001.
En las redes, una multitud se dedicó a insultarla mientras recordaba a los muertos de aquel desastre, ciertos medios calificaron sus dichos como desafortunados o golpistas y varias panelistas de pico corvo la destrozaron. ¿Macri? Bien, gracias. Publicó un tuit celebrando el regreso de Messi. “Una gran noticia para el mundo del fútbol”, dijo, esta vez sin dudar.
Messi, dando pruebas de su argentinidad, volvió sin haberse ido. Bauza viajó a Barcelona obligado por las circunstancias y se lo vio tan incómodo como a su dirigido, que lo atendió en su lugar de trabajo, el club. El Patón aclaró: “Sólo hablamos de fútbol”, una mentirita piadosa para disimular lo evidente. Era necesario un gesto público para destrabar el conflicto. “Amo demasiado a mi país”, escribió el 10 en una carta mitad todo-corazón, mitad institucional firmada por Leo Messi Management SL. “Mucho”, o “muchísimo” le habrá parecido poco, o menos que “demasiado”, palabra que –oh, paradoja– define el exceso, una medida mayor a lo conveniente.
Aun en el caos, la acefalía y con una dirigencia que busca su récord Guinness en ineptitud y necedad, para la FIFA somos la selección número 1 en el mundo. ¡Bravo! ¿El segundo? ¿El tercero? No existen, juran los que harían una fortuna si juntaran la plata y el bronce de las medallas que los perdedores olímpicos deberían tirar al piso, avergonzados.  
Maradona le había dado su bendición a Bauza, pero ahora siembra dudas. “Le deseo lo mejor al Patón, pero arriesgamos mucho en ésta, está complicado. ¡Podemos quedarnos afuera del Mundial!”. El previsible fracaso del rejuntado olímpico que le tiraron por la cabeza a Olarticoechea, en lugar de piedad, despertó su ira. “Quise ayudarlo, pero no quiso. Le entregué mi corazón y dijo que quería tomar las decisiones solo. Me jodió porque es un gran tipo y siempre estaba cuando lo necesitabas”, dijo, claro como el agua clara. “Nadie te conoce cuando estás en la lona y out”, cantaba Bessie Smith en los años 30. Flor de blues.
“Todo es culpa de la dirigencia”, confesó como para que uno le agradezca la obviedad el Chiqui Tapia, Superyerno y dirigente en leve Ascenso. Dijo que la AFA “dirigencialmente no existe” y ahora habrá que ver qué hace Armando Pérez. “Si no se toman en serio a la Selección, estas cosas seguirán pasando”, advirtió, sabiendo bien de qué habla. En ese campo minado se mueve el prudente Bauza.
Turner, ya en la etapa de due dilligence –auditoría que valúa una empresa–, tiene en el buche a Telefe pero duda con el fútbol. Sin pay per view, rechazado por un gobierno atado ma non troppo a su promesa de gratuidad hasta 2019, todavía no tiene claro cómo recuperar los 2.500 millones anuales que debe invertir. Como la publicidad es insuficiente, pensaron en un canal de fútbol sumado al abono básico y en un ajuste de cuota. Algo que, en esta coyuntura, sería arrojar otro baldazo de nafta al incendio.
Antes muertos que sencillos, los dirigentes de AFA volvieron a postergar el torneo de Primera. El viernes 26, juran sin ponerse colorados, empezarán con la segunda fecha y dejarán la inicial para enero. Muy snob. Si no consiguen más dinero, ni la B Metropolitana –cuyo fixture fue sorteado sin que nadie lo supiera– ni el Nacional B presentarán equipos. ¿Qué imagino? Un final cantado.
Pragmáticos, sedientos, voraces, acogotados, víctimas de la abstinencia de sus hinchas y la falta de ingresos, los dirigentes tocarán otra vez la vena sensible del Gobierno que, en estos casos, funciona de maravillas. “Sincerar el fútbol para salvarlo”, será la consigna. Y más temprano que tarde, Fernando Marín, el liquidador, terminará con esa grasada del fútbol gratis.
Un paso más hacia el mundo civilizado, muchachos.