Cuando en todos los medios de comunicación y en las redes sociales, recibimos la información sobre la denuncia por violencia de género de Fabiola Yañez a Alberto Fernández, algo que apareció como un hallazgo casual, al investigar la causa por corrupción del expresidente por el negocio de los seguros, verificamos que en Argentina el interés público se asocia más al drama de la farándula, con las otras posibles relaciones del expresidente, que a la corrupción.
Visualizamos que la corrupción está tan “naturalizada” que no llama la atención y se acepta.
Esto es gravísimo, pero es una realidad. Hace unos años, digamos diez, quince, esto pasaba con la violencia de género. Estaba naturalizada y sigue, pero menos que la corrupción.
Este resultado es producto del movimiento del #NiUnaMenos y su gran manifestación en el 2015, hace solo nueve años.
Entonces, ¿debemos hacer un movimiento similar anticorrupción?
Sabemos que la Justicia es clave para garantizar también la libertad y el derecho igualitario, para toda la ciudadanía de gozar de los derechos que la Constitución y las leyes dan.
Una Justicia que no diferencie a los ricos o poderosos de las personas comunes como lo hace. Las cárceles y comisarias están llenas de personas privadas de la libertad por leves o graves faltas, e incluso muchos, sin nada que ver, de personas pobres o con pocos recursos.
Los poderosos no están presos, la Justicia los valora de manera diferente y eso no es nuevo.
Está aceptado, por eso decimos está “naturalizado” y esto es lo que debemos acabar.
Eso atenta contra la igualdad, que es más importante que la Justicia y la libertad.
Porque las desigualdades debidas al nivel económico, el color de la piel, el lugar donde vive y/o el poder que tiene, hacen que la Justicia y la libertad sean garantizadas diferentes.
Acabar esto es clave para afianzar una democracia robusta, algo muy difícil en la Argentina hoy.
Tal vez es necesario mencionar algunas desigualdades para que se entienda mejor: cuando el gobierno del presidente JAvier Milei niega la desigualdad de las mujeres y niñas, por eso acabó con no solo el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, sino con todos los programas y acciones que promueven esa igualdad, está afectando la libertad.
Pero así ocurre con muchos otros casos, por ejemplo, cuando la ministra Pettovello se negó o demora el apoyo alimentario a las familias pobres e indigentes y allí las principales víctimas son la niñez, afectando la libertad de ejercer el derecho básico a la alimentación.
Igualmente con la eliminación del Fondo de Apoyo a las Provincias para la educación, que es responsabilidad provincial, pero que no todas pueden brindarla en forma de garantizar ese derecho y por eso el gobierno nacional debe apoyar para igualar las diferencias.
El lema “Viva la Libertad Carajo” es mentira si se desconocen y no se enfrentan las desigualdades.
El mercado, el valorado mercado por este gobierno nunca logra esto, solo un Estado que atienda a todos y promueva la igualdad lo puede lograr.
Milei dice es “una burrada”.
Ojalá seamos todos burros, para que sea como en la selva: sálvese quien pueda, solo unos pocos lo logran.