COLUMNISTAS
Parte I

Corsi e ricorsi, políticamente incorrectos

Parecidos de Donald Trump con Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner.

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Pares antagónicos: Trump y Obama allí; Macri y Cristina, acá. | cedoc

Giambattista Vico fue un filósofo de la historia nacido en el siglo XVII que influyó sobre Marx, Hegel y Comte con su teoría de los ciclos históricos pero, a diferencia de ellos, no creía que la historia ascendiera hacia un punto ideal y cúlmine, o desde la ideología opuesta terminara en una clausura, como postuló Fukuyama con el fin de la historia al caer el comunismo. En su libro Los principios de una ciencia nueva en torno a la naturaleza común de las naciones, Vico describió la historia como circular y repetitiva, aunque no en ciclos cerrados o idénticos –porque nunca se vuelve al mismo punto de partida– sino semejantes, adecuándose a las épocas pero respondiendo ciertos patrones que conforman una espiral, donde no siempre hay avances sino también retrocesos, flujos y reflujos y marchas y contramarchas, sintetizados en su célebre frase en italiano: “Corsi y recorsi”.

El padre de la filosofía de la historia no veía una línea recta de progreso sino una espiral con flujo y reflujo

Bertrand Russell escribió sobre la teoría de la historia de Vico que “al historiador le es posible descubrir las leyes generales del proceso histórico y explicar por qué las cosas se han producido en la forma como se han producido y continuarán presentándose en forma previsible. No afirma que pueden predecirse mecánicamente y en todos sus detalles, sino que las amplias corrientes del acaecer histórico pueden ser cognoscibles de manera general”.

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Pero sin llegar a tanto, una visión de la historia pendular donde todo regresa, a veces en forma de farsa y otras seriamente, parece confirmarse en el propio devenir de la humanidad. Y también resulta plausible que esas idas y vueltas sean producto del furor y del hartazgo de las sociedades que al retroalimentarse hacen exitosos y decadentes los mismos relatos.

Los pares antagónicos son aun más fácilmente perceptibles en la política moderna, donde la potencia de los medios de comunicación ayuda a exagerar los significados de cada relato hasta el aburrimiento primero y el enojo, después.

En una excelente columna el domingo pasado en PERFIL (ver e.perfil.com/es-lo-que-parece), Sergio Berensztein reflexionó sobre la ansiedad de quienes quieren ver a Trump parecido a Macri o a Cristina para confirmar sus prejuicios. Es evidente que hay coincidencias para todos los gustos, lo que en sí mismo es prueba de la singularidad de un personaje como Trump en la política. Pero lo que sí resulta útil es observar las “leyes” de los ciclos y los ritmos de la historia, como sostenía Giambattista Vico, que crean las condiciones de posibilidad de aquello en que Trump se comporta (o puede comportarse) parecido o diferente a Macri y a Cristina pero no lo referido a los atributos personales sino los epocales de cada caso.

La primera causa es claramente el sistema de pares antagónicos y políticamente incorrectos que resultan Trump de Obama y Macri de Cristina y cómo esa incorrección hizo que fueran electos presidentes. Obviamente, Macri está en las antípodas de Trump en cuanto a la extroversión del presidente norteamericano, por el contrario, Macri trata de reprimir aquellos pensamientos que resultan políticamente incorrectos para no irritar a un sector de la sociedad (Michetti diferenciando la política inmigratoria de Macri de la de Trump). Pero ambos ganaron las elecciones porque gran parte de sus sociedades se rebeló contra la autoproclamada corrección política de cierto progresismo, solidarizándose con las minorías de todo tipo y los menos favorecidos en general, sean naciones o personas, y éstas, por género o raza.

Trump ostenta lo que Macri oculta para no irritar a quienes no lo votaron. Hay dos ejemplos de esta semana recurrentes. El primero es el de Gómez Centurión diciendo que no cree que la dictadura haya tenido un plan genocida sino “una reacción absolutamente desmedida” de los militares, ni que hubiera 30 mil desaparecidos sino como mucho 8 mil. Discutiendo la cifra de desaparecidos ya habían generado un escándalo Darío Lopérfido y el propio Macri al responderle desdeñosamente a una periodista mexicana: “No tengo idea si son 9 mil o 30 mil los desaparecidos”. Y cuando no era presidente, Macri habló del “curro de los desaparecidos”.

Otro ejemplo de incorrección política de esta semana fue el del Chaqueño Palavecino, al bromear en una fiesta del chamamé con la homosexualidad y decir que le gustaban las colas de las mujeres que fueran muy pronunciadas. Del propio Macri las radios pasaban repetidamente una grabación diciendo “qué lindo culo tenés”, ahora olvidada por respeto a la investidura presidencial. Pero aunque se autocensure, la gente imagina que Macri tiene pensamientos políticamente incorrectos, y eso le jugó a favor en una sociedad que se hartó del abuso de la corrección política como relato oficial.

Trump es como Macri o como Cristina, según quieran ver desde ambos lados de la grieta, pero tienen puntos comunes

Es el “ricorsi” de Giambattista Vico después de una década de “corsi” donde en Estados Unidos el presidente era negro y su sucesora iba a ser una mujer, lo que al votante menos instruido le pareció un exceso. Trump y Macri no habrían podido llegar a la presidencia si el péndulo de la historia no se hubiera estirado mucho en el sentido opuesto a lo que ellos representan.

Si en 2003, en lugar de ser Néstor Kirchner el segundo más votado, hubiera sido López Murphy, quien estuvo a sólo tres puntos de diferencia, y el ballottage lo hubiera consagrado presidente, con el aumento del precio de las materias primas quizá la derecha hubiera gobernado una década y la Argentina hoy estaría en el “ricorsi” inverso reclamando progresismo, como en Chile.



Continúa mañana con Cristina, Trump y los medios.