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Covid-21

Bolsonaro y su ex ministro de salud, Luiz Henrique Mandetta.
Bolsonaro y su ex ministro de salud, Luiz Henrique Mandetta. | Xinhua

A veces hay que alejarse un poco para ver mejor lo cercano. Recurrentemente  sucede esto con Brasil, país que es lo suficientemente diferente y al mismo tiempo lo suficientemente cercano al nuestro como para poder ver algunos reflejos en un espejo por momentos  invertido y por momentos permanecido.

Macri está muy lejos de tener los modales de Bolsonaro. Pero vota por él en Argentina la parte de la población que sí comparte  con Bolsonaro el gusto por  expresar el componente  animal que anida en todo ser humano. Lo que hace Bolsonaro en Brasil, como lo que hizo Trump previamente en Estados Unidos, no es resultado solo del animal spirit de los conquistadores que Keynes tomó para explicar el “optimismo espontáneo” de los emprendedores. Esa kinestesia brutal, esa retórica rústica, y esos razonamientos silvestres, como si la cultura nunca los hubiera atravesado, pueden ser resultado de una elaboración racional, aunque nos resulte oblicua.

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Bolsonaro finalmente contrajo el Covid-19, hay sospechas sobre que lo tiene desde antes y recién ahora lo hace público. Pero lo importante no es su cuerpo, sino la idea que él representa. Posición que en Brasil cuenta con el apoyo de un tercio de la población y en Argentina de una parte menor pero no ínfima. Y el coronavirus como punto de inflexión en todos los campos de la vida ordena también los campos de la política. Bolsonaro, quizás Macri, apuesta a cosechar aprobación cuando se pase de la crisis del Covid-19 a las crisis de la economía el año próximo con elecciones (el Covid-21).

Quien mejor puede contarlo desde las entrañas del poder en Brasil es el ministro de Salud que Bolsonaro echó por promover las cuarentenas, el médico Luis Henrique Mendetta, quien es uno de los dos entrevistados de los reportajes largos de esta edición (ver página 43).
Esto dice: “Bolsonaro apuesta a que en el futuro las personas se olviden de las decenas de miles de muertos y miren la economía” y se enfrenta a los gobernadores de San Pablo, de Río, que realizan cuarentenas, acusándolos “de estar disminuyendo a propósito las actividades económicas para perjudicarlo electoralmente”.

“La estrategia de Bolsonaro fue –entonces–  abandonar las ciudades para que fueran los  alcaldes quienes tuvieran un desgaste político por la pandemia, paralelamente él colocó un subsidio en las manos de las personas para quedar como un padre de los pobres,  y apuesta a que cuando haya terminado la pandemia, las dificultades económicas que haya producido pueda achacárselas a los gobiernos locales diciendo: “Vieron, si no hubiésemos parado la economía con cuarentenas, no sufriríamos el daño del desempleo y estaríamos mejor”. 

Otro testimonio clarificador de su ex ministro de Salud es que Bolsonaro tuvo desde el comienzo la información de la cantidad de muertes –centenas de miles– que produciría en Brasil el coronavirus  y cuando hablaba de “gripecita” no era por ignorancia, sino  que lo hacía deliberadamente. Dice el médico Mandetta: “Desde el comienzo de la enfermedad se le avisó por la gravedad, por los números y que iba a ser largo”. “Él tenía todos los elementos para poder decidir. Yo nunca quise decir el número de muertos que estimábamos pero sí le dije a él cuánto podría ser. Teníamos la necesidad desde el inicio de hacer una gran cuarentena, reforzar el sistema de salud”.

Su ex ministro de Salud también desmiente que se trate de un místico que descree de la ciencia: “Bolsonaro cree en la ciencia política, él  hace todo pensando en cómo movilizar su base política y construye un gobierno focalizado en un segmento de la población a la que le gusta ese tipo de actitudes”.

La grieta en Brasil con su gigante escala geográfica y poblacional es una hipérbole de la nuestra y sirve para reflejarnos en un espejo ampliado. Aunque padezcamos esa dolencia en proporciones menores, sirve verla ampliada para curarla antes de que alcance una dimensión intratable. No solo deben preocuparnos los desbordes violentos del kirchnerismo, sino también de quienes se le oponen. En el otro reportaje largo de esta edición (ver página 34) quien hoy sería ministro de Economía si hubiera sido reelecto Macri, Hernán Lacunza, alineado con el sector más evolucionado del PRO que representa Rodríguez Larreta, critica a Macri, Bullrich y Cornejo, diciendo:  “En estos momentos los dirigentes tenemos la responsabilidad de llevar prudencia. Y lo digo también por cómo comunicamos la marcha del 9 de Julio o el fallecimiento de Fabián Gutiérrez”.

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 Los golpes a los periodistas de C5N y el móvil que los conducía en la manifestación del 9 de julio, como cuando el kirchnerismo hacía escupir imágenes  de periodistas en Plaza de Mayo, son síntomas de una virulencia que manipulan los políticos como Bolsonaro para su propio beneficio, explotando las pasiones más primitivas de los seres humanos y embruteciendo a toda la sociedad.