La idea de confrontar lo nuevo y lo viejo entraña un riesgo para el gobierno de Mauricio Macri: con una campaña centrada en el antagonismo con Cristina Fernández, se clausura la oportunidad de convertir las elecciones legislativas en una renovación de dirigentes. Equivale a desconocer una demanda largamente postergada y que no es cubierta por el imperativo del que toma prestado nombre la alianza oficialista Cambiemos.
Ese efecto paralizante repercute en la provincia de Buenos Aires, el padrón por numeroso en votos que define el resultado de los comicios. María Eugenia Vidal fue electa por la insolvencia del PJ para tramitar, tras 28 años de gestión, una mejora significativa en las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Expectativa sensible en el Conurbano, donde reside un tercio de los electores y gobierna una mayoría de intendentes de ese signo político. El filo peronismo atribuido a la gobernadora refleja esa contradicción, a la que no son ajenos los alcaldes. CFK sigue siendo el catalizador del descontento con los aumentos de agua, luz y gas del Presidente, evaluado negativamente por esas medidas.
Vidal debe persuadirlos de confirmar su liderazgo de opinión en las urnas para avanzar hacia otro horizonte, donde las variables económicas importan más que los candidatos: la selección de ellos está ligada a su comportamiento. Escenario replicado en el PJ y también entre Margarita Stolbizer y Sergio Massa.
Que Cristina sea emergente de esas especulaciones es lo paradójico si, como interpreta casi todo el arco político, su vigencia se explica por la insatisfacción de los sectores más postergados, en los que no incidiría su situación judicial. Lo que habilita otros interrogantes. Hasta dónde una recuperación económica favorecería la estrategia oficialista. O, si en efecto, confía en que llegue a mitad de año.
Macri. Si es así, Jorge Macri será candidato a senador nacional y se autoexcluiría Elisa Carrió, quien reemplazaría al intendente de Vicente López si la competencia con Cristina fuera cerrada. Hay entre ellas una peculiar simetría en los sondeos. Piso alto y techo bajo de electores en apariencias antagónicos. Con otras dos ventajas. El discurso anticorrupción cuaja en crisis y la figura de Carrió facilitaría preservar la de Vidal.
Lo que complica a Horacio Rodríguez Larreta más que la incontinencia de Diego Santilli. En la cena con la UCR en Olivos del 30 de enero, su segundo del gobierno porteño invocó el acuerdo con dos aliados de Ernesto Sanz en la Ciudad, Jesús Rodríguez y Facundo Suárez Lastra, para evitar ampliarlo a las autoridades partidarias, socias de Martín Lousteau pero también de Carrió en ECO. Rodríguez Larreta precisa de Carrió para posponer, o equilibrar, una candidatura a diputado nacional del embajador en los Estados Unidos.
Si compitiesen, concentrarían más del 70% de los votos. Por eso Massa admitiría una alianza del Frente Renovador con el PJ de Víctor Santa María, con Felipe Solá de primer candidato y el locuaz anti K Aldo Pignanelli en posición expectante. La módica aspiración es que el ex gobernador recoja los votos obtenidos por Daniel Filmus. Casi un chiste de humor negro dedicado a Alberto Fernández, promotor de ambos.
Solá y Fernández lideran la revuelta contra Stolbizer. La consigna de analizar programas de trabajo disimula la falta de entendimiento por candidaturas. El FR insiste en tomar de base el 2% de votos obtenidos en 2015. El GEN confía en quintuplicarlo si resuelve inmolarla en las urnas en soledad.
Es una posibilidad baja. Lo mismo que sumar a Ricardo Alfonsín para que Massa mejore la oferta electoral. El radicalismo convino el 8 de febrero en Tandil desplegar un asistencialismo que priorice evitar fugas pero también el reparto que les permitió conformar una conducción sin elecciones hasta 2018. Carlos Fernández se encargó de cerrar el paso. El vicepresidente del Senado bonaerense publicita en la costa atlántica su alianza con Alfonsín para disputar la conducción de la UCR.
Implica resignar las PASO en La Plata, Mar del Plata y Quilmes. Distritos que combinan tradición radical con pálidas gestiones de Julio Garro, Carlos Arroyo y Martiniano Molina, del PRO. Le impide al chef ser parte del ambicioso proyecto que activaría Vidal ante la eventualidad de una derrota: expresar un recambio generacional en las listas con Diego Valenzuela y Martín Yeza, intendentes de Tres de Febrero y Pinamar.
Cristina. La promesa de una reaparición en marzo de Florencio Randazzo es la novedad con que el PJ debatirá el 18 en Santa Teresita cuál es la ocasión para impulsar la suya. Si el debate no tiene precedentes, es por una curiosidad insólita. Quienes dan por prescripto al kirchnerismo fueron parte activa de sus métodos y conducción por 12 años: la lista incluye al ex ministro pero también a Fernando “Chino” Navarro, Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta y Eduardo Bucca.
Otra es que Martín Insaurralde oponga reparos al planteo del diputado provincial y los intendentes de San Martín, Hurlingham y Bolívar. La incondicionalidad del alcalde de Lomas de Zamora a Cristina en su mandato siempre estuvo bajo sospecha.
Suma al desconcierto la relación cultivada por Insaurralde con dos viejos detractores: Fernando Espinoza y Wado de Pedro. Cercanía con el titular del PJ y uno de sus apoderados resuelta con cierta simplificación por quienes se le oponen: el vínculo de los tres con Massa.
Enfrentar a Cristina en las urnas, de ser necesario, como amenaza ahora Randazzo, no es algo que entusiasme al grupo Esmeralda, el más dispuesto a impulsar un recambio. Achacan al ex ministro cierta subestimación de la realidad. Tampoco coinciden en que Massa sea parte del pasado aunque aceptan que la actual no es su mejor versión.
Tampoco la de la ex presidenta. Lo que tal vez convierta un aforismo de un intelectual K en moción de orden en la playa: sin Cristina es difícil. Con ella, imposible. Buenos Aires parece entrampada en un eterno crepúsculo.