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celebraciones

Cris en el cielo con diamantes

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Ayer, en la obligada antesala de la obligatoria celebración del nuevo año, con mi sobrino vimos unos videos de Youtube. Uno reproducía las faltas más alevosas que recibió el tilingo de Cristiano Ronaldo, y el otro, algo más instructivo, revisaba numérica y visualmente los distintos tamaños de algunos planetas intra y extragalácticos. Si la Tierra es una mota de polvo comparada con el Sol, el Sol es una deyección de cucaracha al lado de Casiopea, y Casiopea llora su impotencia cuando se la pone al lado de Rigel, y Rigel agoniza y muere de insignificancia cuando se la junta con una tal Canis algo. Desde luego, el punto de vista y las condiciones técnicas del presente obligan a que los elementos del cotejo se encuentren limitados a los confines de este inexplorado universo que habitamos, y que al parecer es sólo uno de los tantos miles que existen, tantos como granos de adolescentes o gotas de lluvia lentificadas en películas románticas, universos barrocos y berruecos, opalescentes y ciegos, compactados en el espacio y en el tiempo, superpuestos, minúsculos y pluriexpansivos, formando una corte de universos que giran como mónadas y vuelven tan acuciosa la pregunta acerca de sí es posible que semejante riqueza y complejidad admita la presencia de una turbada mente superior capaz de concebirla, como la contraria, si la inerte cosa general en que consiste esa materia y energía flotantes habrá sido capaz de crearse sola a partir de poquísimos elementos iniciales. Entretanto ese misterio subsiste y nos anima, hay otros, tan apasionantes como ésos, que continúan desvelando nuestro viaje galáctico. Por ejemplo, ¿por qué los jeques árabes parecen gordos cuando sus retratos destellan en la torre más alta de Dubai? ¿Por qué la humanidad se obstina en celebrar el culto del dios Mitra, hijo de una virgen, que murió y resucitó? ¿Habrá llegado bien la mini toy de Cristina a su viaje de descanso de fin de año?