En los hechos Néstor Kirchner era el ministro de Economía, presidente del BCRA, secretario de comercio y de hacienda. Definía la política monetaria, los precios y las tarifas, etc. Por otro lado, en los hechos, el poder político también era por lo menos compartido con Cristina Fernández. Al morir Kirchner muere la persona que definía la política económica y ejercía una suerte de copresidencia. El dato no es menor porque si bien no murió el presidente formal, murió alguien que retenía buena parte del poder en forma informal. Lo que no sabemos todavía es qué rumbo tomará Cristina Fernández en el campo de la economía. Si continuará como hasta ahora, utilizando mecanismos artificiales y represivos sobre las variables económicas o bien modificará su estilo de gobierno y su fondo. Al hablar de fondo, me refiero al ambiente de negocios que imperó hasta ahora.
El contexto internacional ayuda para enfrentar esta transición económica. Buena cosecha, precios de la soja en alza, Brasil con un dólar barato y bajas tasas de interés. Esto ayudaría a una transición económica más ordenada.
El contexto interno es más delicado porque las cuentas fiscales están complicadas. En septiembre hubo, sin ingresos extraordinarios, un déficit fiscal de $ 3.4000 millones y acumula $ 30.000 millones en los últimos doce meses cuándo se elimina la contabilidad creativa (“utilidades” contables del BCRA y de la ANSES). La expansión monetaria supera el 30% anual, la economía está plagada de subsidios difíciles de financiar, el endeudamiento de corto plazo del BCRA llega a los $ 80.000 millones y la inflación está con tendencia al alza, situación que puede conducir a una lucha por la distribución del ingreso que puede acentuarse con el paso del tiempo.
La apuesta de Kirchner hacia las elecciones era aumentar artificialmente el consumo asumiendo una mayor tasa de inflación. El gran interrogante que se presenta ahora es sí, ante la incertidumbre política adicional, no se acelera el proceso inflacionario por huída del dinero. Todo dependerá cómo Cristina Fernández maneje este problema y si su estilo de gobierno será más amigable hacia las inversiones.
Corregir las distorsiones de precios relativos, desborde fiscal y tasa de inflación requiere de decisión y apoyo político. No es sencillo. Es más fácil atacar una hiperinflación en que la gente reclama medidas urgentes, que una inflación alta como la que tenemos. Cristina Fernández hereda de Néstor Kirchner una situación económica compleja, aunque por el lado del ambiente de negocios puede modificarse la situación en forma más inmediata con un cambio de actitud y de discurso.
En definitiva, todo dependerá del rumbo que adopte Cristina Fernández. Si mantiene el que sostenía su marido u opta por mejorar el ambiente de negocios y establece una mayor disciplina fiscal y monetaria.
Mi impresión es que corregir las distorsiones a un año de las elecciones implica asumir costos políticos importantes, por lo tanto, dudo que encare esta tarea. La cuestión es cuánto margen tiene para financiar estas distorsiones. Ser más amigable en el ambiente de negocios es condición necesaria pero no suficiente para atraer inversiones, porque nadie va a arriesgarse a invertir mientras no se corrijan las distorsiones de precios.
Así como en los 90 la inconsistencia de déficit fiscal y convertibilidad fue posible sostenerla mientras se consiguió financiamiento externo, ahora, en el corto plazo, el financiamiento de las inconsistencias del modelo k dependerán de que Brasil no devalúe, que los precios de la soja se mantengan altos y de que llueva para tener buenas cosechas.
En síntesis, Cristina Fernández tiene dos caminos: a) cambiar en serio asumiendo los costos políticos de corregir las distorsiones heredadas o b) apostar a que el mundo y el clima le seguirán jugando a favor para llegar a las elecciones del 2011.
*Economista y escritor.