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Cruzar la grieta

Patricia Bullrich y Sergio Berni, en un reportaje conjunto donde polemizaron y se entendieron.
Patricia Bullrich y Sergio Berni, en un reportaje conjunto donde polemizaron y se entendieron. | Marcelo Silvestro/Marcelo Dubini

Un libro de lectura recomendado para entender la grieta es Sobre la agresión, el pretendido mal, del Premio Nobel de Medicina y fundador de la etología moderna, Konrad Lorenz, quien lo prologa así: “El tema de este libro es la agresión, es decir el instinto de luchar en la bestia y el hombre que está dirigido contra miembros de la misma especie”. 

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Al igual que Freud, Konrad Lorenz explica la energía de pulsiones y su liberación con la metáfora hidráulica de carga y descarga. Si bien la territorialidad y la agresión intraespecífica son instintivas en el ser humano, la cultura moldea filogenéticamente esa predisposición, así como actividades agresivas de sustitución, los deportes de combate, la atemperan. La política, siendo sustitución de la guerra por otros medios (invirtiendo la célebre frase de Carl von Clausewitz) es el arte de resolver conflictos no violentamente y otra forma de descarga de agresividad.

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Konrad Lorenz experimentó personalmente las pulsiones agresivas del fracaso de la política transformada en guerra y su arrepentimiento por haberse sumado a esa lógica. Siendo austríaco durante la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado como médico en 1941 por el ejército alemán tras la invasión a su país. Enviado al frente de combate contra los rusos, fue capturado por el ejército soviético y pasó cuatro años como prisionero de guerra alemán en la ex Unión Soviética.

Sabiendo domeñar las potencias hostiles, “una sociedad puede, gracias a las tensiones establecidas por la agresividad y por sus consecuencias: la jerarquía social, lograr una estructuración y una estabilidad ventajosa en muchos aspectos”, escribió Konrad Lorenz en el capítulo titulado “La maldad sirve para algo bueno”.

Darwiniano, Lorenz escribió: “La desviación y reorientación del ataque es probablemente el medio más genial inventado por la evolución para encarrilar la agresión por vías inofensivas”. La Argentina actual precisa reorientar la agresividad de la polarización hacia una fuerza positiva para ambos bandos en forma de un apaciguamiento proactivo que, en lugar de anestesiar la energía, la dirija en función de objetivos comunes.

El pueblo que inventó el vicio de fumar, los indios norteamericanos, tiene un ritual mundialmente conocido: la ceremonia de la pipa de la paz. Todo comenzó con Lobo Manchado y Águila Pinta, líderes de dos tribus vecinas de siux, “ancianos y expertos ambos en las artes de la guerra y un poco cansados de matar, convienen hacer un intento hasta entonces insólito: decidir el derecho de caza en la conocida isla del Riachuelo de los Castores, mediante una conversación y sin desterrar el hacha de guerra. La entrevista es al principio embarazosa ya que podría suponerse que uno está dispuesto por cobardía” pero “lo que había empezado por ser un gesto de indecisión se transformó en un rito que tenía fuerza de ley para todo indio y que hacía totalmente imposible el ataque enemigo después de haber fumado la pipa de la paz”.

De alguna forma, así comenzó la propuesta del reportaje conjunto a los dos más duros halcones de cada coalición, Patricia Bullrich y Sergio Berni, a quienes propuse reunirse para un reportaje conjunto. Ambos respondieron inicialmente con desconfianza: Bullrich, que consultaría con su equipo, y Berni, que no quería sacarse fotos con ella. Los temores de ambos fueron reduciéndose cuando les envié otros casos similares: en plena Ley de Medios, el reportaje conjunto a Horacio González, de Carta Abierta, con Beatriz Sarlo y el de Miguel Ángel Pichetto, cuando era el líder de la oposición a Cambiemos y el macrismo se creía invencible tras el triunfo en 2017, con Jaime Duran Barba, a quien había denostado en sus célebres discursos en el Senado. Horacio González y Beatriz Sarlo fortificaron luego una relación de amistad, y Pichetto terminó siendo candidato a vicepresidente de Macri. Sin llegar a tanto, al terminar el reportaje que se publica hoy, un Berni ya distendido le dijo a Patricia Bullrich: “Te imaginás lo que hubiéramos hecho si estábamos juntos”, y ella, rápida, le respondió: “Cuando sea presidenta, te llevo como ministro de Seguridad”.

Un reportaje conjunto a los dos guerreros de ambas coaliciones trascendía el objetivo periodístico y pretende ser un ejemplo de concordia “transgrieta”, misión que PERFIL asume desde 2009, cuando dejó de ser el único diario crítico del kirchnerismo, ya que la crisis del campo colocó a Clarín y La Nación en ese rol, buscando siempre continuar cumpliendo su papel de equilibrio en el ecosistema mediático: aportar aquello que falta.

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“El demagogo conoce muy bien –escribió Konrad Lorenz– la acción inhibitoria de la agresión que produce el contacto personal y, como es natural, trata de impedir que se encuentren en sociedad aquellos a quienes quiere mantener enemigos”. Una de las principales prácticas socializantes consiste en hablar. “La supresión intencional de esas ceremonias normales de apaciguamiento equivale efectivamente a un comportamiento agresivo declarado”, escribió Lorenz. Y no es casual que en su etapa más beligerante el kirchnerismo prohibiera a sus cuadros hablar en los medios que no eran propios.

 Parte de la función del periodismo es producir entendimiento. Crear espacios en los que representantes de grupos en pugna se encuentren inhibe la agresividad: “No hay persona capaz de odiar a un grupo en el que tenga varios amigos”. Ese espacio resumido en la metáfora de Corea del Centro no tiene una superioridad moral ante aquellos que con honestidad intelectual reflejen una de las perspectivas en conflicto, pero es socialmente necesario.