A esta altura, la situación tiene algo de la historia del huevo y la gallina. ¿Qué fue primero?
¿Acaso el boom de las editoriales independientes de los últimos años fue alimentado por el
desinterés de los grandes sellos en apostar por lo nuevo, lo raro, lo excéntrico?¿O fue
precisamente porque las pequeñas casas editoras tuvieron, luego de la crisis del 2001, una
visibilidad mayor, que los sellos comerciales se desentendieron definitivamente de tomar partido
por el riesgo a la hora de publicar? Seis años después, el mapa editorial parece haberse conformado
de esta manera: en grupos como Planeta, Sudamericana y Alfaguara conviven plácidamente los clásicos
de la literatura argentina y universal, junto a los consagrados más recientes. Y las sorpresas,
bueno, las sorpresas hay que buscarlas por otro lado: en los catálogos de Interzona, Mansalva,
Adriana Hidalgo, El Cuenco de Plata, Beatriz Viterbo, Caja Negra, Santiago Arcos, Paradiso y demás
firmas que hacen de la pesquisa y el oficio de editor un desafío permanente.
Son, precisamente, algunos de estos sellos –nobleza obliga: junto a la antología
Terriblemente felices, compilada por Cristian De Nápoli para Emecé (Planeta)– los que en el
último año, y en muchos casos patrocinados por la Embajada de Brasil en Buenos Aires, están dando a
conocer lo más destacado de la narrativa brasileña contemporánea. Así, las ediciones de Lord y
Bandoleros de João Gilberto Noll (Adriana Hidalgo), de Dos hermanos de Milton Hatoum y Un crimen
delicado de Sérgio Sant’Anna (Beatriz Viterbo), y las antologías de cuentos de De Nápoli
–y una anterior, Vereda tropical (Corregidor)– fueron acompañadas de visitas a la
Argentina de casi todos los autores, en una fuerte movida editorial que está a años luz de la
infraestructura promocional de los editores nacionales.
Uno de ellos, tal vez el más joven de todos, se llama Daniel Galera, nació en San Pablo en
1979, es también traductor y con su novela Manos de caballo (que aquí publicó Interzona) fue
finalista del Premio Jabuti, el más importante de Brasil. El libro de Galera es sorprendente por
donde se lo mire –por donde se lo lea: una novela de iniciación que narra la historia de
Hermano, a quien apodan Manos de caballo, que comienza con un raid del personaje por las calles de
Porto Alegre en bicicleta y a toda velocidad (en un tour de force difícil de olvidar). Una historia
de violencia, desamor y búsqueda de la identidad que sorprende, en un autor que no llega a los
treinta años, por su extrema madurez. Galera estuvo en en el país meses atrás y habló de su novela.
“El de la identidad es un conflicto moderno por excelencia”, dijo, y en relación con el
peso de las influencias y la tradición, agregó: “Los grandes autores del pasado no son
considerados hoy ni como un peso ni como un modelo a seguir. Son una referencia más entre tantas y
la característica actual es convivir con todos los elementos culturales, no sólo del propio país
sino del mundo. Uno no sólo se ve influenciado por Guimarães Rosa, sino también por ciertas bandas
de música pop, por historias de cine, por muchos libros. Hay una curiosidad por el pasado
literario, pero uno absorbe a esos autores para sus propias cosas”.
Finalmente, habría que destacar la actualísima traducción de Manos de caballo a cargo de
Rosario Hubert, que hace parecer que la novela fue escrita ayer mismo en la Argentina. Ahora, lo
único que resta es esperar la próxima novela de Galera, que ya demostró que tiene todo para
convertirse en uno de los autores más importantes de la nueva narrativa latinoamericana.