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Pais de fantasia

Cuando los medios son el fin

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Plazas porterñas. "No hay sonrojo ante iniciativas como las cabinas antiestrés". | democracia cristiana porteña

El macrismo crea realidad. En su aparente torpeza, en su aparente estupidez, crea realidad. No refleja lo que es, no oculta lo que es. Crea, inventa, produce. Como en The Truman Show, rebotamos contra la nube. Porque crear realidad no es mentir, es más grande, es otra cosa. Es una puesta en escena sin afuera. Una política sin afuera. En su agudo análisis el filósofo Gustavo Varela se responde una pregunta “inútil”: ¿pero cómo, no ven la realidad? No, porque no hay afuera. Crear realidad es crear una red de conceptos que forman un sistema. Pura tautología, un espejo, una telaraña de la que no se puede salir.

Desde esa precariedad conceptual que por momentos abruma, con vocabulario esquelético e hilvanado de vacíos, el PRO instala una comunicación monocromática, plana, de márgenes estrechos. El pasado es “lo malo”, el presente no existe, el  “cambio” es  “futuro”. Quizás, las redes sociales sean el hábitat natural de un discurso que intenta interpretar y representar la época. Todo se resume en pocos caracteres, sin contexto, fundamentación, interrelaciones. El diálogo quedó oxidado en promesas de campaña y su simulación –a veces– se cuela en una foto.

La agenda oficial, que bombardea con sonrisas dibujadas de funcionarios que les hablan a hologramas, lleva hasta la exasperación los resquicios de un sentido común que parece esfumarse. No hay sonrojo ante iniciativas como las “cabinas antiestrés” instaladas en alguna plaza porteña, que invitan a apoltronarse en un puff sobre césped sintético, escuchar música y acariciar dos cachorros que juegan con pelotas amarillas. La última novedad es equivalente al “depositario de chicles masticados”, al egresómetro o al subtrenmetrocleta. Raros fragmentos de una ciudad que se piensa más cerca de sus pretensiones que de sus realidades, en la que la mortalidad infantil trepó un 20%, en la que miles de sin techo pueblan sus calles o en la que la indigencia crece vergonzosamente.   

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Para aquellos que el Gobierno no logra convencer directamente, siempre hay medios dispuestos a tender la mano. Ni siquiera los funcionarios piden tanto. La voluntad por congraciar, por ser parte privilegiada en una pauta oficial que creció a $ 4.500 millones o por defender los mismos intereses, ha llevado al “periodismo del absurdo”. El caso de Santiago Maldonado reveló la peor connivencia entre algunos comunicadores y medios y la parte más oscura de un gobierno que encubre y se encubre. Las mentiras, versiones, operaciones y descalificaciones emanadas desde el Gobierno y reproducidas y avaladas desde el sitial de periodismo oficialista, retrotrajeron a una Argentina indigna, que se creía superada.

Son tiempos en los que las discrepancias fastidian. A la crítica la cubre un manto de sospecha, lo que molesta se oculta, lo que incomoda desaparece, la tapa de los diarios suele definirse por descarte. En ningún período democrático se han replicado tan poco tantas voces disonantes. No importa que la oposición al Gobierno alcance al 65%. Esas franjas disímiles, variadas, con diferencias profundas o pequeñas entre ellas, tienen ínfima expresión en el universo mediático. La presencia de candidatos no oficialistas prácticamente se restringe a los espacios pautados por ley. Los medios masivos suelen ignorar a sus representantes o, en muchos casos,  imponen su tarifario. “Es la mano invisible del mercado”, explica el Gobierno justificando el tono monocorde de una realidad que se cuenta sin aristas. La concentración brutal de medios, que siempre existió y que el gobierno anterior intentó cambiar tal vez sin las mejores estrategias, quedó definitivamente consolidada y expandida por acción del macrismo.

Los medios tradicionales no son la apuesta principal en los manuales duranbarbistas, pero cuánto ayudan para crear una realidad paralela a fuerza de tapas, zócalos, versiones y omisiones de cara al tan reñido y temido octubre. Quizás, porque la realidad a veces se empecina, y aparece sin aviso aunque no tenga un rol en la escena.

*/** Expertos en Medios, Contenidos y Comunicación.
*Politóloga.
**Sociólogo.