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Culo y sociedad III

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Mi teléfono, favorito de los militantes de izquierda, falleció ahogado y con él se fueron Instagram y WhatsApp parloteándome; al fin puedo dedicarme a cosas importantes, como las aventuras del dúo dinámico que componen la señora Jimena Barón y su culo. Analicemos.

Jimena publica una foto que destaca la contundencia orbicular de su talento principal. Es una típica foto suya; lo que la diferencia de otras es un número telefónico que la atraviesa ondeante, y que está en la calle, no Instagram. Ese número abre una vía de acceso imaginaria: si llamás, la fantasía sexual podría volverse real.

Pero a Jimena le gusta ir al hueso. El álbum que promociona se llama Puta, y para darle más carne a su concepto se muestra con la dirigencia de Ammar, la asociación de meretrices. No una puta silvestre, o putas amigas: una puta politizada. Sinergia de marca: Jimena usa a las trabajadoras sexuales para promocionar su álbum homónimo, y Ammar a Jimena para difusión. La novedad es que el feminismo sea un canal de marketing para pellizcarle el culo a la sociedad. Por mi lado, encuentro fascinante que Jimena imagine que su foto –su culo– es capaz de transmitir una dignidad moral especial: ella “no tiene miedo” de “dar orgullo” a las prostitutas. La fantasía sexual vira a fantasía política: el culo como Marianne revolucionaria.

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Escribe Paul B. Preciado que el culo es el órgano revolucionario por excelencia, porque no produce ni reproduce humanos: solo genera desecho, donde todos nos igualamos. Acaso el ser que conocemos como culo de Jimena pronto tome conciencia de clase y rompa la tanga de hierro que lo oprime. Dejará de generar plusvalía para esa madama exigente que lo explota, la dueña de los medios de producción. Ese culo está rehén, es víctima de trata, se sabe prodigioso y acaso su vocación secreta sea ser actuario, estudiar bioquímica. O tal vez Jimena es la rehén que quiere salir del closet, como puta: solo faltaba el número de teléfono.