COLUMNISTAS
LA HORA DE LOS PAPERS

Dame un cacho del Estado

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Pignanelli. El sindicalista de un caso testigo. | cedoc

Después de 2017 parecía que no volvían más, pero desde el martes pasado volvieron. El kirchnerismo tuvo que poner una planta de reciclaje para recuperar a ex traidores. Pasaron por un filtro PSA a los tibios y críticos de otros tiempos y con una cucharada de aceite tragaron sapos de todos los tamaños. Para sacar a Mauricio Macri de la Casa Rosada armaron un espacio tan amplio que tuvo que llamarse Frente de Todos. Y todos es todos, y ahora todos quieren alguna retribución por lo que creen que pusieron en el camino hasta el 10 de diciembre.

Un ministerio, una secretaría, una subsecretaría, un director de área, una gerencia en una empresa estatal, el manejo del algún subsidio, la posibilidad de poner gente en un ente autárquico, pasar un viático, algo. En Transporte pelean la UTA, Camioneros, Ferroviarios. En Seguridad pujan distintas escuelas, distintos think tanks, distintas gestiones pasadas. En Salud, la llegada de Ginés González García calmó las aguas. En el Banco Central, la política definirá esta semana quiénes se sientan en uno de los lugares mejor pagos de la función pública. Dicen que en todos los casos el rumbo que marca el Presidente terminará ordenando los ruidos. Las tensiones crecen al punto que la pelea entre los integrantes de la alianza oficialista por un cacho del Estado es uno de los dos problemas que el nuevo gobierno le agrega al tremendo quilombo económico y social que hereda, que se mide por lo módico del objetivo de la gestión según los nuevos funcionarios: “Frenar la caída de la actividad”.

El otro es la influencia de Cristina Kirchner mientras no esté en Cuba con su hija Florencia. Es increíble pero la misma que tuvo la lucidez o astucia de correrse y poner un candidato dialoguista, en una jugada que cambió el mapa político, hoy parece que no puede dejar de ser un foco de incendio que el primer mandatario tiene que estar listo para apagar todo el tiempo. Como un tío que en las fiestas siempre habla de lo mismo, el lunes previo a la asunción posteó un texto sobre ¡su! traspaso de poder en 2015; el mismo martes en que toda la dirigencia trataba de contagiar cierta convivencia no pudo saludar sin más al presidente saliente, puso cara de asco y fue meme para la tribuna; ese día también armó agenda diplomática paralela con enviados de Rusia y China, mientras Alberto trataba de recomponer con la Casa Blanca luego del enojo de un enviado de Donald Trump. Tal vez está todo planeado y es una estrategia conjunta pensada o diagramada, o tal vez es el primer corcoveo de un conflicto que, como si no tuviera varios, el nuevo presidente deberá administrar.

Este revoleo detrás de la vuelta del peronismo al poder contrasta con el halo lunar del nuevo ministro de Economía, Martín Guzmán, investigador de la Universidad de Columbia de 37 años que, en su presentación de la semana pasada, dijo que “comunicará todas sus decisiones por escrito” en el marco de “un plan económico integral” que sea “consistente”. Se trata de la figura saliente de un Palacio de Hacienda que ahora se llenó de autores de trabajos académicos sobre los grandes temas de la Argentina y los países emergentes, y hasta las criptomonedas. Serán ellos en última instancia los que con exposiciones cadenciosas y tono docente tendrán que explicar que no habrá plata para todo desde el día uno, o que muchos de los que quieren recuperar espacios perdidos en estos cuatro años deberán esperar su turno. Tal vez por eso el funcionario con más experiencia justamente sea Raúl Rigo, en la Secretaría de Hacienda.

“Flojos”, “verdes”, “blandos”, son los calificativos más duros que se escucharon en el rancio mundo financiero luego de que Guzmán dijera que “2020 no va a ser un año de ajuste”. Lo cierto es que en un Palacio de Hacienda que se ha fagocitado a ortodoxos, heterodoxos, capos del Nacional de Buenos Aires, niños del Cardenal Newman, reyes de la rosca política o golden boys de Wall Street que se las sabían todas en JP Morgan, ahora llega la banda de los papers a hacer su intento en un contexto en el que el tiempo juega en contra. Los cambios en las retenciones que se instrumentaron ayer, por ejemplo, no podrán revertir los más de $ 50 mil millones que recaudó el gobierno anterior por la liquidación anticipada del campo. El plan integral de Guzmán, que por el entusiasmo que generó en el progresismo ya rebautizaron como Goodman, puede también arrancar con un problema de origen. El dólar a 60 que Fernández dijo que estaba bien era el de agosto. Ahora, casi cinco meses y 18% de inflación después, ¿sigue siendo el dólar para arrancar un acuerdo económico y social que ordene precios, salarios y tarifas? Hoy el jefe del Banco Central, Miguel Pesce, le dice a Jorge Fontevecchia que cree que el tipo de cambio debe ser parte del acuerdo económico y social.

En ese contexto, el Gobierno empezará ahora con contactos con la CGT y los empresarios del Grupo de los Seis, para sentar las bases de un acuerdo económico y social que, a medida que pasan los días, se parece más a las mesas sectoriales que invocó Cambiemos que a un Pacto de La Moncloa argento. Las discusiones por rama tendrán esta semana un caso testigo con el programa estratégico que el sindicato de los mecánicos Smata armó motu proprio junto a, atención, la escuela de negocios de la Universidad Austral y que será presentado junto a las fábricas de autos. Se recorta la inabarcable figura de Ricardo Pignanelli como la del gremialista modelo de los cambios laborales en la nueva era. En su momento, Toyota lo llevó a Japón y le mostró las modificaciones necesarias para mejorar la productividad que hoy reina en la planta de Zárate. Hace unos días, el capo de General Motors para Latinoamérica, Carlos Zarlenga, lo definió sin vueltas: “Es el socio que todos queremos tener”.