El sistema bancario en la Argentina tuvo su origen en el Banco de Buenos Aires (o Banco de Descuentos) fundado en 1822. Esta institución, tras una crisis, se transformó en el Banco Nacional que, a su vez, dio lugar, en 1836, a la Casa de Moneda. En 1854, se creó, finalmente, sobre la base de esta última, el Banco de la Provincia de Buenos Aires (denominado hasta 1863 Banco y Casa de Moneda). El carácter efímero de los primeros bancos se debió a las vicisitudes de la vida política y financiera de la región y, en particular, a un emisión de moneda desenfrenada, sin capitales reales que la sustentaran, y que servía para expandir el gasto público y para consolidar intereses económicos que se beneficiaban con el proceso inflacionario.
Desde 1854 el nuevo banco provincial –que, a diferencia de sus antecesores, instituciones mixtas (privadas y estatales), era un establecimiento exclusivamente estatal– desplegó una política crediticia heterodoxa que permitió la multiplicación de los préstamos. Con la difusión de su accionar a través de sucursales en todo el interior de la provincia, desempeñaba, hacia 1880, un papel central en la financiación de las actividades comerciales y agropecuarias, pero la aparición de otros bancos fue restándole la exclusividad que había tenido hasta entonces en materia de depósitos y créditos.
Los bancos privados comenzaron a crearse desde la década de 1860, y de 1870, cuando se fueron instalando numerosas entidades de capitales extranjeros. Se destacaban el Banco de Londres y Río de la Plata, fundado en 1864 por comerciantes y banqueros ingleses, cuyos créditos se dirigieron especialmente al comercio exterior, manteniendo altos niveles de encaje, y el Banco de Italia y el Río de la Plata, vinculado a la colectividad italiana.
Numerosas casas mercantiles y de comisión de carácter privado, que luego se fueron transformando en bancos asumieron desde un principio la financiación del sector comercial como el Banco Carabassa, el más importante de todos, que funcionó hasta la crisis de 1890.
Durante la presidencia de Sarmiento, en 1872, se creó el Banco Nacional, una asociación de capitales del Estado con otros de origen privado. Abrió sucursales en todas las provincias, actuó como agente financiero del gobierno nacional y contribuyó a la unificación del sistema bancario y monetario, pero caerá con la crisis financiera del ‘90.
Otra institución fundada en 1872, con características más específicas, fue el Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires. Como la etapa anterior había sido de relativa iliquidez –se habían expandido la economía y los negocios prácticamente sin emisión desde principios de la década de 1860– un banco de estas características resultó bienvenido por aquellos que tenían acceso al crédito hipotecario con la tierra por garantía, incluyendo a muchos especuladores. Con idénticos propósitos que en el orden provincial, en septiembre de 1885 se creó el Banco Hipotecario Nacional.
Una institución emblemática, que comenzó a funcionar en aquellos años fue Ernesto Tornquist y Compañía. El fundador del grupo, hijo de alemanes, se transformó en importante intermediario de grupos europeos y, a diferencia de otros miembros de las élites dominantes, creó un conglomerado de intereses diversificados en distintas ramas que incluían las finanzas, la explotación agropecuaria, el negocio inmobiliario y las actividades industriales, como TAMET (una empresa metalúrgica pionera) desde 1880. A fines del siglo XIX el grupo comenzó a funcionar como financiera y Tornquist, consejero de distintos gobiernos y amigo de Pellegrini, tuvo una influencia decisiva en la elaboración de la ley de Conversión, en 1899.
Estas nuevas entidades crediticias, la mayoría de escasa solidez económica, originaron una expansión del crédito mayor que la de la circulación monetaria lo que junto al endeudamiento externo, en crecimiento desde 1867, condujeron al estallido de la crisis financiera de 1873, en el marco de la crisis mundial que detuvo, al mismo tiempo, el flujo de capitales europeos. La inconvertibilidad de 1885, la creación del sistema de los bancos garantidos, hacia fines de los años ’80, y la crisis de 1890 pondrán nuevamente en cuestión el sistema bancario, creándose a la salida de la crisis, en 1891, el Banco de la Nación Argentina, desde entonces la principal institución financiera oficial.
A su vez, la salida de la crisis financiera y bancaria que se había iniciado en 1889 y extendido hasta 1893, se produjo de la mano del crecimiento de las exportaciones argentinas, que permitieron generar resultados positivos en el comercio del país, coincidente con un momento de auge del ciclo capitalista a nivel mundial. Este avance exportador representó una importante entrada de oro producto de los saldos comerciales favorables. Si a esto se suman las restricciones a la expansión del circulante impuestas por el comité Rothschild en 1893, tenemos una explicación de la valorización que el peso papel registró frente al peso oro (se necesitaban cada vez menos pesos papel para adquirir cierta cantidad de pesos oro).
Esta valorización perjudicaba al comercio agroexportador, ya que los exportadores recibían oro por sus ventas al exterior que cada vez intercambiaban por menos pesos locales, mientras que sus costos no disminuían (los salarios y arrendamientos estaban fijos en moneda local, y por ende, crecían medidos en oro). Tampoco favorecía a los productores de manufacturas.
El 4 de noviembre de 1899 se sancionó por iniciativa del ministro José María Rosa durante la segunda presidencia de Roca, la Ley de Conversión que fijaba el precio del peso papel e interrumpía la valorización de la moneda nacional. La ley, para cuya sanción fue fundamental el apoyo de Carlos Pellegrini, implicaba que el tipo de cambio se fijaba en un nivel inferior al de 1893. Esto suponía estabilizar el precio de todos los contratos y sobre todo el de los salarios, que se venían recuperando como resultado de la valorización de la moneda nacional desde 1886.
Sin embargo, el balance de pagos se encontró nuevamente en una situación crítica producto de la crisis europea de 1900-03. Las exportaciones se redujeron, pero más importante fue el endurecimiento de las condiciones de los acreedores presididos por Rothschild. Recién en 1903 la Caja de Conversión pudo acumular las suficientes reservas internacionales como para sostener la paridad.
Una vez que se consolidó la Caja, el sistema funcionaba de la siguiente manera: el oro que ingresaba al país a través del balance de pagos afluía directamente a esa entidad que emitía billetes como contrapartida. En realidad el público no llevaba el oro a la Caja sino a los bancos que, o lo retenía aumentando sus reservas (cosa que le permitía expandir sus préstamos) o lo entregaba a la Caja a cambio de billetes. De esta manera se producía una expansión monetaria que acompañaba la expansión de la economía.
La paridad elegida implicaba que los que obtenían sus ingresos en oro, es decir, los exportadores, que colocaban sus productos en el exterior, obtenían una mayor cantidad de pesos locales y, a su vez, el sistema otorgaba la certeza de una paridad cambiaria fija. De este modo, los sectores ligados al sector agropecuario vieron incrementados sus ingresos, siendo los principales beneficiados de la situación, mientras que los bienes de consumo, principalmente importados, se encarecían medidos en moneda nacional. Los sectores que recibían sus ingresos en pesos locales eran, entonces, los que se perjudicaron en el nuevo sistema, sobre todo los trabajadores asalariados, dado que los bienes de consumo eran principalmente importados.
En los primeros años del siglo XX, la maduración del modelo agroexportador impulsó las exportaciones que determinaron balanzas comerciales favorables, pese al incremento en las importaciones propio de la etapa de crecimiento. Así, los superávits del comercio exterior sumados a la afluencia de capitales extranjeros, permitieron a la Caja de Conversión aumentar las reservas de oro y sostener el funcionamiento de la economía en los lineamientos del patrón oro. Esta situación implicó un ingreso neto de oro que permitía solidificar al sistema bancario. Esta etapa fue más larga que las anteriores, dada la base metálica más importante con la que ahora se contaba, que en definitiva permitió concretar el propósito de organización de un sistema monetario y bancario nacionales.
Esta etapa de expansión y apogeo de la economía agroexportadora se sostuvo, en gran medida, merced a la entrada de empréstitos públicos del extranjero. Desde 1897, se verificó un incremento en la entrada de inversiones, que cobró fuerza hacia 1905, iniciándose otro boom de recepción de capitales foráneos, aunque más calmo que aquel de la segunda parte de los años ochenta que había desembocado en la crisis de 1890.
Esta entrada de capitales resultó cada vez más importante a medida que avanzaba la primera década del siglo XX, pero, como contrapartida, generaba una salida considerable en concepto de pagos de intereses y utilidades. Por ejemplo, en 1910, el servicio del capital extranjero, más las remesas de los inmigrantes y los gastos de argentinos en el exterior, produjeron una salida de fondos de cerca de 200 millones de pesos oro. En tanto el superávit comercial solo alcanzaba 9,7 millones de pesos oro. En definitiva, el aumento de las reservas de metálico y el pago de gran parte de esos pasivos se financiaba con nuevos fondos que prestaban los capitalistas europeos.
Las condiciones internacionales eran fundamentales para sostener la paridad de la moneda y un cambio en esas condiciones, con la consecuente reversión del flujo de capitales, podría poner en dificultades al conjunto del sistema monetario. Y esto ocurrió, cuando en 1913 comenzaron a verse tensiones en los mercados financieros y monetarios europeos por los crecientes conflictos previos a la Primera Guerra Mundial, que generaron una reducción en la corriente de capitales hacia el país y desencadenaron otra crisis financiera.
En 1914 el contexto de convulsión internacional creado por el estallido de la Primera Guerra Mundial, que provocó el abandono a escala planetaria del sistema de pagos basado en el patrón oro, sumado a la crisis interna, determinó la suspensión por parte del gobierno argentino del régimen de convertibilidad.
*Economista e historiador.