Los adeptos a la teoría cíclica de la historia pueden hacerse un festín, porque en la Argentina del siglo XXI vuelven a repetirse situaciones vividas en el Centenario del país. Como los miles de inmigrantes que bajaban de los barcos con promesas de tierra y terminaban hacinados en los conventillos porteños sin Estado que los ampare, así también cientos de miles de personas que llegan desde hace diez años a la llamada Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) lo hacen a villas o asentamientos de emergencia.
La dinámica alarma a los investigadores: según el estudio de una universidad del conurbano, seis de cada diez familias que arriban a la Capital o al Gran Buenos Aires en búsqueda de un mejor porvenir se radican en villas o barrios informales. Y y no sólo son inmigrantes de países limítrofes: también hay una buena proporción de migrantes internos, de provincias del norte argentino o de las periferias de grandes centros industriales, como Gran Córdoba y Gran Rosario.
Los datos surgen de una investigación de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), y coinciden en parte con catedráticos de la Universidad Católica Argentina (UCA), que advierten un notable incremento en la cantidad de villas y de sus habitantes en el AMBA. En ambos casos indican que el fenómeno no se debe “necesariamente” a un aumento de la pobreza y de la inmigración, sino a la enorme deuda social que el país tiene en materia de viviendas, un déficit generado por cuatro décadas de parálisis.
“Hicimos el ejercicio de comparar el crecimiento demográfico de la población en general con la ciudad informal –entre ellos villas y asentamientos precarios– y llegamos a la estimación de que de cada cien personas que arribaron a la región metropolitana, sesenta se radicaron en la ciudad informal”, explicó a PERFIL la antropóloga Cristina Cravino, investigadora de la UNGS y autora de Los mil barrios (in) formales, uno de los estudios más exhaustivos sobre el tema.
Cravino aclara –dada la flamante información surgida del censo realizado en octubre pasado– que la analogía de los recién llegados no debe ser tomada con rigor científico sino sólo estimativo, porque fue elaborada con datos de diversos censos realizados entre 2001 y 2006 en 819 villas y asentamientos precarios de Capital y 24 distritos del Gran Buenos Aires. Los analistas universitarios estiman que la proporción “continúa” o se incrementa, por la falta de acceso a la tierra.
Según Cravino, en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el número de personas viviendo en villas “como mínimo se duplicó... y no nos sorprendamos si se triplicó” entre los últimos dos censos, por lo que de las 107 mil personas censadas en 2001 hoy serían más de 200 mil. En números globales, los habitantes de la Ciudad apenas crecieron 4,1 por ciento según datos del Censo 2010 anunciado el viernes. Es preciso aclarar, también aquí, que según la Dirección de Estadística y Censos porteña, viven en villas y asentamientos de la Ciudad unas 163.000 personas, 52 por ciento más que en 2001. Así, en cifras oficiales, seis de cada 100 habitantes tienen residencias informales.
En el AMBA, el Indec aseguró que en 2001 vivían cerca de 1,1 millón de personas en villas y este año, el Gobierno bonaerense estima que son dos millones. El crecimiento de 90 por ciento en cantidad de habitantes de villas entre 2001 y 2010 es muy superior al que toda el AMBA, un 11 por ciento. Es decir, que las villas y asentamientos informales crecen entre seis y ocho veces más rápido que lel área formal.
Coincidencias. El arribo de miles de personas por año a la región metropolitana a instalarse en las villas no sorprende al sociólogo Dan Adaszko, investigador principal del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica Argentina (UCA), que realiza desde hace varios años un exhaustivo análisis de las condiciones de vida y hábitat del país. “Esto no quiere decir que haya mucha más pobreza o una avalancha de inmigración, sino que hay una concentración de personas viviendo en las villas de la región”, explicó en una entrevista con PERFIL.
“La población en villas (en el AMBA) creció en los últimos años por muchos factores; uno de ellos es que miles de personas que habitaban asentamientos o barrios muy pobres en cordones de grandes centros industriales como Rosario y Córdoba se relocalizan en Buenos Aires porque buscan mejores oportunidades de vida”, explicó Adaszko, para quien hay que agregar al análisis el crecimiento demográfico natural y a las mayores tasas de fertilidad y natalidad que hay en barrios empobrecidos.
Si bien hay más viviendas con acceso a servicios públicos desde 2004, los datos de 2009 del barómetro arrojaron un incremento en dos guarismos clave en el análisis de las villas. Uno es un mayor grado de hacinamiento (el número de hogares en donde se registra creció del 7,8% al 8,8 por ciento entre 2007 y 2009) y el índice de “temor a perder la vivienda”, una variable “subjetiva” que subió del 13 al 18,5 por ciento en sólo un año.
Inmigración. Los investigadores aseguran que inmigración y pobreza tuvieron en los últimos años un “impacto bajo” en la proliferación de villas, e incluso Cravino sugiere que “la reactivación económica puede fomentar las tomas, ya que quienes la llevan adelante tienen una expectativa (y posibilidad) de construir, mientras que por la dinámica inmobiliaria se cierran hoteles-pensión, conventillos y hay más desalojos”, y por tanto más gente en la calle sin lugar para vivir.
Cravino, autora de otros dos libros sobre el tema, añadió que el Gobierno mismo es el que desplaza a la gente a las villas y las va concentrando en unas pocas. En la Ciudad, por ejemplo, “básicamente todos los desalojados van a las villas, porque el subsidio alcanza para alquilar algo en una villa o para comprar en una villa, no en la ciudad formal.
Desde la UCA, el sociólogo Adaszko coincidió con que muy poco contribuye el fenómeno de la inmigración: “Al menos hasta el último censo, la inmigración se mantiene en el tiempo en el 3 o 4 por ciento de la población de Argentina; si decimos que el 8 por ciento vive en villas, entonces es mayor el porcentaje de argentinos que de extranjeros radicados en asentamientos.
Ciudad informal. Años de crecimiento a “tasas chinas” significaron fuertes avances en materia de agua corriente, gas de red, tendidos eléctricos y cloacas en los principales centros urbanos argentinos, aunque el progreso todavía no llegó a la gran mayoría de las villas, dicen los últimos datos del barómetro de la Universidad Católica.
Entre los años 2004 y 2009 el acceso de hogares particulares a la red de agua corriente creció de 81,4 por ciento a 90,2 por ciento, mientras que la penetración del gas de red subió del 71,2 al 80,6 por ciento, y la presencia de cloacas aumentó del 59,4 al 68,4 por ciento. Sin embargo, la gran mayoría de las obras que permitieron este aumento no se hicieron en villas o barrios precarios, donde las deficiencias en las condiciones de hábitat u vivienda son alarmantes.
A diferencia de lo que sucede en la “ciudad formal”, un 17,4 por ciento de los hogares ubicados en villas y asentamientos no tiene agua corriente y un 68,1 por ciento no tiene gas de red, dicen los informes de 2009.
El suelo. “El problema de fondo es que Argentina tiene cuarenta años de atraso en la construcción de viviendas sociales; entre 2003 y 2007 se construyeron en el Conurbano 30 mil unidades, casi la misma cantidad que se habían construido durante los últimos treinta años”, finaliza el experto de la UCA.
La misma explicación surge de varios informes del Equipo Infohábitat, del Instituto del Conurbano, que explicó que la ciudad informal crece por la “incapacidad estructural del Estado de producir suelo urbanizado bien localizado y accesible para los sectores populares a través del mercado formal”, ya sea ofreciéndolo a bajo precio o con facilidades de pago.
Así, “la única manera” de que los sectores populares puedan acceder al suelo y la vivienda es o bien a través de la informalidad, localizándose en villas o bien tomando tierra vacante. La suba de alquileres, incluso dentro de los mismos asentamientos, y de la
población en las villas hace que la segunda variante sea la emergente. Las tomas son para algunos urbanistas lo que fue la Huelga de los Inquilinos de 1907, una acción extrema para una necesidad inexorable.