Con el valorable aporte de ciertos aliados mediáticos, Cambiemos intenta instalar por estas horas su satisfacción por el desenlace de la crisis por el aumento de las tarifas de energía.
Los radicales y Carrió se atribuyen la instalación del sistema del pago en cuotas (con interés). Poco importa que eso estuviera previsto como opción desde hace meses. Casi como irse contento tras perder 1 a 0 y no por goleada.
Con la misma lógica, Macri y su mesa chica pretendieron exhibir como éxitos una presunta discusión adulta, negociación y flexibilidad con sus socios políticos. Lo de las cuotas además no impacta un peso en el ahorro previsto por la reducción de subsidios, que fue el objetivo planteado brutalmente en público por el cada vez menos diplomático Marcos Peña.
Como se explica en la página anterior, el Poder Ejecutivo se alertó más por el aumento de su imagen negativa entre las capas sociales medias en el Area Metropolitana (centro de su poder electoral) que por las críticas de sus aliados. “Se hubieran acordado de plantear las objeciones en las audiencias públicas, donde ni asomaron”, comenta con sorna una fuente oficial.
La alerta de las encuestas no alcanza aún a convertirse en preocupación. O al menos los funcionarios no la admiten en privado. Los alienta que falta mucho para el turno electoral nacional y que nadie capitaliza el descontento, como se observó en la patética sesión frustrada en Diputados, en la limitada cacerolita de protesta (llamarla cacerolazo sería bastardear la historia reciente) y en la escuálida marcha de las velas de los clásicos grupos sindicales y de izquierda. Poco en relación con el impacto del bolsillo familiar.
Alguna prevención extra aplica el oficialismo a la posibilidad de que la Justicia trabe las alzas de tarifas. Por eso ha vuelto a ser clave la puja con el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Hay mucho más en juego de lo que se ve a simple vista.
Mayor inquietud causa en el Gobierno el impacto del aumento tarifario en índices de inflación que no ceden. Para peor, se vienen en la misma zona geográfica del sinceramiento energético aumentos de transporte y agua.
La perspectiva de un segundo semestre de desaceleración económica, tal como se revela en la sección Economía de esta edición, activa aún más las luces amarillas (las de atención, no las del color partidario).
Y en algún despacho se observa con cuidado el acuerdo por Carrefour, firmado anteayer en la Quinta de Olivos, por el que el Estado redujo aportes patronales a cambio de que haya retiros voluntarios y no despidos. “Ojo que no nos llenemos ahora de pedidos de procedimientos preventivos de crisis que incluyan baja de contribuciones de las empresas al fisco para no despedir. Nos harían un agujero”, advierte otra fuente.
Acaso como un intento de mostrar que el ajuste también lo hace el Gobierno, comenzaron a circular interna y restringidamente algunas ideas de reducción de ciertas estructuras públicas, que incluyen la posibilidad de que algunos de los actuales 19 ministerios pasen a ser secretarías, con las lógicas modificaciones verticales del resto de cada área afectada.
Obviamente ya se mencionan los nombres de varios ministerios que caerían en la volteada, pero nada está aún definido ni es necesario que cunda el pánico en el oficialismo. Lo mismo con algún cambio de ministro. Nada sería inminente y quedaría para el Mundial, si se termina rápido, o tras su finalización, si deja un sabor más dulce.