Habrá que ver qué se dice el 8 de marzo, cuando por primera vez la revista The Economist organice un seminario en Buenos Aires para debatir el nuevo escenario de negocios en la Argentina de Mauricio Macri. Porque hace un año, en Davos, Suiza, el Gobierno llevó al líder del Frente Renovador (FR), Sergio Massa, como su garantía de “madurez política” para los cambios económicos que estaba mostrando al mundo, y que, según esa mirada, tendrían continuidad más allá de un mandato.
Pero ya en el Mini Davos del Centro Cultural Kirchner, en septiembre, Massa no estuvo. “La madurez es oscilante”, dijo Macri en una rueda de prensa. Esa “coherencia” del sistema político detrás de “la nueva etapa de la Argentina” se trató de mostrar entonces con paneles donde hubo referentes de otros espacios, como Diego Bossio, diputado ex kirchnerista y hoy justicialista en busca de su futuro, o Ricardo Lorenzetti, titular de la Corte Suprema de Justicia. Casi cuatro meses hasta que llegue el encuentro de The Economist en el hotel Alvear es mucho tiempo en nuestro país, en el que Massa ha pasado a ser un “impostor” según el jefe de Estado, y buena parte de la oposición, irresponsable.
“El gobierno argentino ha realizado una serie de cambios para que el país vuelva a crecer y ocupe un lugar relevante en el escenario internacional. Nuestro evento se propone debatir cuál ha sido el resultado de esas medidas y cuáles son los escenarios y desafíos a resolver en el futuro”, afirma Michael Reid, columnista y editor senior de la publicación británica. Bien podría haber un debate allí sobre qué es Massa, si una garantía o una amenaza para los intereses de los inversores.
A propósito, algunos empresarios con acceso a tribunales comentan que en poco tiempo más el diputado del FR deberá mostrar otros números que no cierran, “como no le cierran los del proyecto de Ganancias”, lo chicanean en privado.
Se trata de los datos de gastos de la última campaña. La jueza María Romilda Servini de Cubría ya tendría en su poder el informe preliminar de auditoría de la alianza UNA (nombre con el que se presentó en las elecciones presidenciales de 2015 junto a José Manuel de la Sota en la interna). Se trata del mismo tipo de informe que ya les trajo dolores de cabeza a Cambiemos y al Frente para la Victoria, pero cuya notificación aún no recibieron en el búnker del tigrense. Los que lo vieron hablan de que se detectaron irregularidades en la declaración de ingresos y gastos, falta de constancias de aportes y transferencias, ausencia de comprobantes de pagos a proveedores, no declaración de campañas en vía pública y falta de respaldo a la campaña en redes sociales.
Es otro condimento que puede llevar el pacto de gobernabilidad entre Cambiemos y Massa hasta un límite de no retorno. Y sólo pasó un año.