Que la opción principal, más allá de las diferencias de los resultados obtenidos, tenga como protagonistas centrales a dos mujeres suscita en nuestro imaginario social sin duda varias preguntas, hipótesis, fantasías y reflexiones.
Recordemos que todo hecho por su misma condición inaugural contribuye a suscitar dudas y ansiedades; si bien sabemos que la mujer al frente del gobierno de su país o en puestos de mando se da en el mundo cada vez con mayor frecuencia.
Pero elijamos algunas de las nuevas significaciones que aparecen hoy en nuestro país para entenderlo desde nuestro punto de vista. Estamos hablando de poder, significante que no puede faltar. Se trata de elegir, delegar, aceptar a una mujer para que se haga depositaria del mismo y se convierta en nuestra figura representativa. Nada más y nada menos. Prejuicios, mitos, fantasías que despiertan tensiones persecutorias y toda la problemática alrededor de la autoestima son jugadores en este partido. Clichés patriarcales, tradicionales, machistas han quedado disueltos. ¿No lo estaban ya, acaso?
Lo femenino y lo masculino, y las relaciones justamente de poder entre ambos, han sufrido transformaciones fundamentales e irreversibles que dibujan un nuevo mapa de anhelos y posibilidades. El interrogante es si estamos frente a alternativas diversas o, en cambio, la columna vertebral permanecerá inmutable, variando sólo las vestimentas. No olvidemos que son las nuevas preguntas, aquellas que se formulan con lucidez y coraje, las que transforman saberes congelados en conocimientos revitalizantes.
El hombre como modelo de firmeza, capacidad de decisión, fuerza frente a la adversidad, con su rol de conductor; y la mujer en cambio como representación de fragilidad, timidez, falta de autoridad y capacitación, buena acompañante a lo sumo, pertenecen definitivamente al pasado. Que algunos recuerden esto nostálgicamente no le quita su color pretérito.
Por añadidura, las dos mujeres de esta elección presidencial se caracterizan justamente por exhibir ganas, ambición, una imagen expansiva y capacidad directiva. El hombre (género masculino) ya no es propietario exclusivo de liderazgos. La mujer ha inscripto en el devenir histórico su derecho y su deseo. Agreguemos, y esto lo he desarrollado en varios trabajos y libros que he publicado, que la función paterna (simbólica) en nuestra sociedad ha padecido y aún padece serias grietas que llevan a frustraciones repetidas, con sus consecuencias sintomáticas.
Podríamos continuar con más anotaciones, pero para terminar creo que lo sustancial a pensar es que, más que marcar aristas comunes entre individuos o apreciaciones psicosociales abarcativas, aquello de que se trata es de ejercer nuestra libertad, la que nos da identidad como sujetos, percibiendo y eligiendo entre personas y proyectos diferentes, y que esa diversidad innegociable es lo que le confiere al acto su carácter democrático.
*Psiquiatra, psicoanalista y escritor.