Paso ante la puerta de una librería de usados de Belgrano, El Banquete. Lindo nombre. La idea de que la literatura es un goce particular, un modo de la ingesta, me estimula. ¿Qué más lindo que devorarse un libro, amar la lectura y citar a Platón? Si algo falta en el libro (¿podríamos llamarlo novela, relato?) del filósofo griego es precisamente eso, la lectura. Hombres degustando comidas y conversando sobre Eros y amor. Aquello de lo que ellos carecen, en la inmediatez de su conversación, es del efecto de lectura, en tanto que el lector solo tiene sus ojos y su pensamiento para aquilatar el sabor de las comidas y la pimienta de la charla platónica. En fin.
Pegándole una ojeada a la vidriera, encuentro Nadie es perfecto, de Billy Wilder. Es el título de una de las tantas películas que Wilder filmó. Mi amor por el cine se ha reducido sensiblemente en el curso de los años, y solo recuerdo haber visto dos películas de él: Fedora y Sunset Boulevard. No obstante ese decrecimiento, Sunset Boulevard es una de mis películas favoritas y es un modelo narrativo que cito a la hora de recomendar, a la hora de instar a alguien a que se lance a escribir: sobre el plano de una pileta apenas iluminada en la noche flota un cadáver y se escucha una voz en off. El muerto narra su historia. La de un guionista fracasado al que los acreedores quieren cobrarle una deuda reteniéndole el coche. ¿Sacarle el auto a un americano? El guionista escapa a marcha forzada, y para ocultarse de la persecución se mete en el parque de una mansión de aspecto decadente que habita una vieja diva del Holywood del cine mudo, de la época de Cecil B. De Mille. Llega en el momento en que la vieja diva tiene que enterrar a su mono embalsamado, y confunde al guionista con el enterrador... Ese comienzo arbitrario lo convirtió en mi director preferido del que nada sé.
O sí sé algo: una frase y una anécdota. La frase: “Cuando uno está mal, escribe comedias. Cuando uno anda bien, tragedias”. La anécdota: Wilder dormía con un cuaderno y una lapicera en la mesita de luz, alerta siempre ante la posibilidad de que se le ocurriera un argumento. Una noche, despierta de un profundo sueño con el argumento íntegro de una película. Lo anota y luego sigue durmiendo, más que satisfecho, feliz. A la mañana, cuando despierta, se lanza sobre el cuaderno para leer su genialidad con los ojos perspicaces de la crítica matutina, y se encuentra con: “Chico conoce chica”.
Tomo Nadie es perfecto del exhibidor y voy a la contratapa. A cambio de los consabidos elogios y el esquicio biográfico que es de esperar, encuentro este diálogo:
“Samuel Goldwyn: ¿En qué está usted trabajando actualmente?
”Billy Wilder: En mi autobiografía.
”Samuel Goldwyn: ¿Y de qué trata?”
Compro el libro.