El cielo estaba azul azul azul y allá arriba iba de viaje una nubecita blanca blanca blanca con la forma justa justa justa del mapa de Australia. Uuuy, pensé, ahí va Australia, qué bueno, seguro que nos pasa por arriba para ver en qué nos puede imitar y así dejar de envidiarnos, qué buena idea. Y pensando en eso, en qué nos pueden imitar y en qué no, me acordé de lo que dicen algunos grandes que en el mundo han sido, por ejemplo don Sebastián de Covarrubias Horozco allá por el 1611: “Gobernar uno bien es vivir concertada y cuerdamente, lo que muchas veces falta en los que gobiernan a otros”. Estupendo, no me diga usted que no. Y vamos más lejos hacia atrás con el maestro Lucio Anneo Séneca que nació cuatro años antes de que llegara Jesucristo a este mundo, y que dijo “Imperari sibi maximum imperium”, qué tal. No se impaciente; quiere decir “Gobernarse a sí mismo es el gobierno más difícil”. Deben tener razón, digo yo, ¿no? Dos señores de lo mejor en alma y mente que dicen lo mismito con un intervalo de veintiún siglos es como para pensarlo. A lo mejor la cuestión ésta de gobernar es un verdadero problema del que quién sabe si podemos decir que hemos resuelto. ¿A usted qué le parece? En serio: mire a su alrededor y deme su opinión, porque lo que es yo tengo solamente algunas dudas y algunas preguntas. Digo, y es una de mis dudas, ¿la correspondencia entre el adentro y el afuera no es un aspecto que hay que tener en cuenta en esto de gobernar? Si dentro de la caja craneana y dentro de la caja torácica (para usar una torpe comparanza anatómico-fisiológica) no hay más que sombras, confusión, desprolijidad, ignorancia, prejuicios, caprichos, malas inclinaciones del tipo de la ambición y la venganza, ¿se puede esperar que en el afuera, cuando se trata de destinados o destinadas al gobierno de las gentes, haya luz, sosiego, orden, sabiduría, imparcialidad, razonamiento, desprendimiento y generosidad? ¿Y no son estas últimas condiciones las que habilitan a alguien a eso de “gobernar uno bien” que predicaba don Sebastián de Covarrubias? Pero no es tan fácil, porque yendo más acá del más allá, ¿cuál es el límite entre ese adentro y ese afuera? ¿Dónde traza un gobernante la línea que separa el “imperare sibi” del gobernar a otros? Pobre Australia, pensar que viajó hasta mi jardín, zona sur, Rosario, Argentina, para no cosechar más que perplejidades y dudas (¿tal vez esperanzas?).