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tras la ida de Alberto fernandez, le marco la cancha a sergio massa

De Vido, ganador

Y Alberto Fernández, finalmente, se fue del Gobierno. El impactante adelanto que Javier Calvo dio en PERFIL hace unas semanas se cumplió. Así las cosas, la ecuación política no deja lugar a ninguna duda: en el furibundo match entre Alberto Fernández y Julio De Vido, el ganador, hasta aquí, ha sido el ministro de Infraestructura y Planificación Federal.

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Y Alberto Fernández, finalmente, se fue del Gobierno. El impactante adelanto que Javier Calvo dio en PERFIL hace unas semanas se cumplió. Así las cosas, la ecuación política no deja lugar a ninguna duda: en el furibundo match entre Alberto Fernández y Julio De Vido, el ganador, hasta aquí, ha sido el ministro de Infraestructura y Planificación Federal.
Después del porrazo que se dio el Gobierno con la derrota en el Senado y de ese jueves de desenfreno y tremendismo, en que la orden de Néstor Kirchner era que Cristina Fernández debía dejar su cargo, se presentaron algunas renuncias. La de Julio De Vido fue una de ellas. Como todas, fue rechazada de inmediato. En realidad, fue un formalismo: De Vido y compañía no tienen la más mínima intención de dejar el Gobierno. En cambio, Alberto Fernández  se terminó de hartar y se fue. Si campeó en él la idea de que con su alejamiento iba a forzar la salida de De Vido, los hechos le están demostrando, hasta  aquí, que se equivocó. “Es posible que pudiera haber algún otro cambio de gabinete, pero no a nivel ministerial, salvo que alguien presentara su renuncia por iniciativa propia, cosa que hoy parecería improbable. Los cambios que puedan venir hay que buscarlos en los niveles de los secretarios”, confirmaban voceros gubernamentales que salían de sus oficinas presurosos y necesitados de un fin de semana con algún reposo.

Nota al pie: hay que recordar que los episodios conocidos de corrupción que golpean al Gobierno han tenido origen en el área del señor De Vido. Uno es Skanska; el otro, la valija de Antonini Wilson.
   
El matrimonio presidencial se disgustó cuando se enteró de que la decisión de renunciar de Alberto Fernández había llegado a los programas de la mañana de radio y televisión del miércoles pasado. Eso obligó a los Kirchner a salir a buscar un reemplazante de apuro. Uno de los que se ilusionaron con el cargo fue el ministro del Interior, Florencio Randazzo. La ilusión le duró lo que la luz de un fósforo. Es que, sin perder tiempo, la Presidenta llamó al intendente de Tigre, Sergio Massa, cuyo nombre venía dando vueltas como posible hombre de recambio de Alberto Fernández, para una reunión en Olivos sobre el mediodía. Al atender la comunicación y escuchar del otro lado de la línea la voz de Cristina Fernández de Kirchner, Massa intuyó de inmediato su nuevo destino político.

Nota al pie: es interesante detenerse en algunos aspectos de la dimisión de Alberto Fernández. La nota con el texto de la renuncia tiene agregado a mano el número 23. Es un claro indicio de que había sido redactada con anterioridad y de que el Dr. Fernández quiso dejar constancia de ello.
Hubo una segunda carta privada enviada a la Presidenta. Nadie sabe hasta aquí si esa carta le llegó o no. En ella, el ex jefe de Gabinete exponía algunos de sus pareceres referidos al gobierno del cual él formaba parte. Al margen del contenido de esa carta, las críticas más significativas de Alberto Fernández pasaban por los siguientes puntos:
Desacuerdo con la situación creada en el INDEK.
Mala relación con Julio De Vido y compañía. Mala relación con Guillermo Moreno.
Desacuerdo con la estrategia del matrimonio Kirchner en el conflicto con el campo.
Disgusto por la falta de apoyo ante los embates que sufrió de parte del gobernador de Chubut, Mario Das Neves.
Desacuerdo con la actitud de confrontación con los medios.

La enumeración de estos puntos deja al descubierto algunas contradicciones con otras actitudes y definiciones del ex jefe de Gabinete, quien, en sus apariciones públicas, defendió a capa y espada al INDEK y sus dibujados índices de inflación, hizo gala de la misma intolerancia de los Kirchner hacia sectores de los medios, sostuvo el accionar del Gobierno en el conflicto con el campo y minimizó, muchas veces, sus desavenencias con De Vido.
La pregunta, pues, es: ¿a cuál de las dos versiones de Alberto Fernández le deberemos creer?      

El debut de Sergio Massa en su nuevo cargo no fue el mejor. Por la mañana del jueves tuvo un traspié que fue la comidilla de los que, dentro del Gabinete, no lo quieren –son varios– y que responden al núcleo duro del kirchnerismo. Todo fue producto del reportaje que le hiciéramos en nuestro programa de radio Del Plata.
Allí se le leyó un fragmento de una entrevista que le realizaron el lunes 21 de julio en la que calificó la actitud de Julio Cobos de “valiente porque actuó de acuerdo con sus convicciones”. Ante la incomodidad que le produjo este recuerdo, expresó que lo había dicho porque su opinión en ese momento “no era importante” (sic).
A este episodio se le agregó el escenario que la Presidenta le armó para inaugurar su gestión. Allí apareció el recién jurado jefe de Gabinete anunciando el envío al Congreso del proyecto de reestatización de Aerolíneas Argentinas. Estaba flanqueado de un lado por Julio De Vido y del otro por el cuestionadísimo secretario de Transporte, Ricardo Jaime.
“A Massita ya le marcaron la cancha. Esa conferencia de prensa fue el ejemplo claro. Es como haberle dicho: ‘Pibe, ésta es la cancha y ésta es la pelota’. Va a tener que entender, además, que ser jefe de Gabinete no es lo mismo que ser titular de la ANSES, en donde, a partir de algunos aumentos a los jubilados, aparecía para dar buenas noticias. Ahora le va a tocar salir a hablar con los periodistas sobre asuntos que no van a ser tan simpáticos”, comenta alguien en algún despacho importante de la Casa Rosada.
¿Y por qué Sergio Massa? es la pregunta que se hacen muchos.
“Es que el clima que se vive aquí es muy complicado. En el off hay mucha gente crítica de todo lo que vienen haciendo los Kirchner. El problema es que con ellos no hay lugar para las críticas. Hay varios ministros que no comparten muchas cosas del ámbito presidencial pero, finalmente, se amoldan a seguir las reglas del juego y se callan. Además, al Gobierno le faltan cuadros políticos”, responde la misma fuente.

La realidad es que Sergio Massa es un político con un perfil total y absolutamente distinto al de los Kirchner. Se le reconoce buena capacidad de diálogo. De hecho, durante su breve permanencia al frente de la Municipalidad de Tigre, supo llevar adelante una gestión con buen nivel de diálogo con los sectores de la oposición.
“Sergio no es ningún tonto ni come vidrio. Sabe cómo moverse y es poco probable que haga algo sin antes tener el apoyo de los Kirchner. No es ningún kamikaze”, responden en sus cercanías ante sus primeros movimientos en el cargo.
Está claro y sabe que hay quienes, ahí adentro, no lo quieren. La anécdota que narró en la edición de ayer de PERFIL Juan Cruz Sanz y que tuvo como protagonista al hasta ahora secretario de Medios, Enrique Albistur, es una muestra de ello.
La designación de Massa tampoco generó alegría en el núcleo duro de piqueteros adeptos al Gobierno. Para ellos viene ahora una realidad dura. Las declaraciones del gobernador de San Juan, José Luis Gioja, sumadas a las del de Chubut, Mario Das Neves, prenuncian que el justicialismo no está dispuesto a sostener a personas con las que nunca comulgó y a las que debió tolerar en el medio del furor y el sinsentido que envolvió al Gobierno durante el conflicto con el campo.
Tal vez por eso fue que Alberto Fernández, antes de irse, se ocupó de nombrar a algunos hombres que responden a Luis D’Elía.
 
Nota al pie: curiosos también los vaivenes de la relación entre D’Elía y Alberto Fernández. Alguna vez el líder piquetero dijo que el entonces jefe de Gabinete era un hombre de la derecha reaccionaria. En abril, en cambio, y después de los episodios de violencia de la Plaza de Mayo y del Obelisco que lo tuvieron como lamentable protagonista, D’Elía afirmó a los cuatros vientos que a él lo bancaba Alberto Fernández.
 
La declaración de Sergio Massa con respecto al INDEC es un reconocimiento de la realidad, circunstancia que, hasta aquí, había estado ausente del vademécum del Gobierno. La secuencia del pensamiento lógico indicaría  que éste debería ser el preludio de cambios importantes allí, los que, sí o sí, tendrían que ser acompañados por el adiós definitivo a Guillermo Moreno. Ese es el deseo, al menos, de medio Gabinete. El problema es que Moreno es Kirchner. No olvidarlo.
Habrá que ver qué pasa con el secretario de Medios, Enrique Albistur. El viernes por la tarde estaba afuera del Gobierno. Hoy está adentro. ¿Se irá? Massa ha hecho saber que se propone tener una mejor relación con los medios. Ojalá lo logre. Con Albistur ahí, imposible. 

“Si Cristina y Néstor no cambian, le va a costar mucho a Sergio poner en práctica sus ideas”, afirman quienes desde el peronismo viven la designación de Massa con una mezcla de expectativa y escepticismo.
La orden de los Kirchner para que las provincias gobernadas por justicialistas K levanten sus stands en la exposición de La Rural; la imposición para que ningún funcionario asista a la exposición; la decisión de no invitar a los dirigentes del agro a la asunción del nuevo secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Carlos Cheppi, no son buenos indicios.      
Un dato más: la principal preocupación del Gobierno pasa ahora por la inflación. ¿No era que no había?

La interna del justicialismo

Allí la situación está complicada y se ha abierto un rumbo que no tiene retorno.
“Hasta el menos pensando está dialogando con Eduardo Duhalde. Todos los días me llaman compañeros para avisarme que están buscando contactarse con él”, relata una voz que conoce al dedillo al justicialismo.
“Cada día elaboramos un mapeo de la provincia y la presencia de Duhalde es cada vez más fuerte. El índice Duhalde está subiendo aquí como el del barril de petróleo”, exagera un dirigente de la Juventud Peronista, quien agrega: “Después del acto del Congreso, muchos intendentes justicialistas del Gran Buenos Aires, ya cansados del conflicto y de movilizar gente cada vez con mayor dificultad y a mayores costos, le dieron la espalda a Néstor Kirchner y le pusieron condiciones”.
Esas condiciones fueron las siguientes:
Basta de confrontación.
Basta de los D’Elía y los Moreno.
Prudente silencio. Por eso no habló en el acto de homenaje a Evita el viernes pasado. Alejamiento de la toma de decisiones de la Presidenta.
Una fuente de la Casa Rosada confirma esto. “Lo que sucede es que cada vez que le salen con eso, Néstor corta la comunicación”, agrega con resignación.

El cierre de esta columna es para los dichos de un  legislador K que, con el espíritu más templado, a la salida del magnífico concierto de la Orquesta Sinfónica Juvenil de las Américas en el Teatro Coliseo, el miércoles pasado, decía:
“Al final, es como dijo (Roberto) Lavagna. Cobos le hizo un enorme favor al Gobierno. Y mire que yo voté por el sí. Hace una semana que no se lo escucha a De Angeli. El humor de la gente mejoró. La Presidenta debería tener un gesto de estadista y amigarse con el vicepresidente ya”.
El problema es que, según lo afirmó en uno de sus discursos, Cristina Fernández de Kirchner no quiere ser una estadista. ¿Cambiará de opinión?

Producción periodística:
Guido Baistrocchi.