ué ocurre con el ser humano y su subjetividad cuando la palabra se degrada?
La palabra, que es el eje de la vida de relación hacedora de nuestros compromisos afectivos, políticos y sociales pierde valor en una cultura de simulación y fascinación en la que las personas son mantenidas en un estado de “masa integrada”. Lo social es devorado por un proceso denominado simulacro de la cultura que no se caracteriza por la existencia de la verdad y de la mentira sino por una distorsión de la realidad, una inconsistencia entre hechos y palabras que conforman un relato en el que no hay idea de futuro, como sí existe en la narrativa.
Es la cultura del espectáculo en la que predomina una dimensión de lo irracional, fascinación de lo espectacular sin preocupar la verdad social, histórica y psicológica y por lo tanto la trascendencia de las ideas.
El lenguaje se transforma en Bullshit (H.Frankfurt- on bullshit) que significa palabrería, charlatanería, discurso vacío de contenido y de sentido, que hacen a un relato diferente al hecho real. La intención de un orador, en este caso, no es transmitir una creencia, sino que pretende impresionar a su público para satisfacer sus propios objetivos. Para ello se vale de la utilización de palabras sin consistencia, sin sentido donde no existe la reflexión en la medida en que no se presta atención a la realidad, palabras en las que sus afirmaciones no guardan relación con aquella.
¿Cuáles serían entonces las consecuencias de la degradación de la palabra?: –Una disminución de la capacidad de simbolización y de pensamiento crítico. –Prevalece la cultura de la mortificación (F. Ulloa), en la que se pierde el coraje, la inteligencia, produciéndose una amputación del aparato psíquico con el consecuente daño del campo perceptual. Cultura del malestar donde se desconoce la verdad y se implanta la exclusión, el odio y la eliminación del saber.
–Se perturba el diálogo cara a cara, donde las falencias, perturbaciones y heridas del ser humano pueden ser ocasiones de encuentro, sabiduría y reparación en la reciprocidad entre quien habla y quien escucha.
La inmediatez predomina sobre el pensamiento y la pérdida de conexión con las palabras conlleva a frustraciones y sentimientos de impotencia, despojando a las personas de su subjetividad. ¿El ser humano deja de ser sujeto de su historia, a la que la posmodernidad se ha encargado de vaciar de sentido?
*Psicóloga.