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dias del futuro pasado

Del Club de París al Buenos Aires Club

El principio de acuerdo parece ser la medida más antipopulista del gobierno de Cristina porque privilegiaría el largo plazo, aunque en el plano local sigue priorizando el presente sobre el mañana.

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Finalmente, hubo un principio de acuerdo para salir del default de la deuda que el Estado argentino mantenía con los estados integrantes del llamado Club de París. Obviamente, en economía no se pueden rehacer experimentos, de manera que no se puede comprobar si hubiera sido mejor arreglar antes, o con la intervención del Fondo Monetario, aunque se podría aventurar que, en otro momento, se hubieran podido obtener más plazos y hasta una menor tasa de interés, pero, dado que esto es contrafáctico, supongamos que se hizo el mejor arreglo posible. Tampoco se informó, hasta ahora, ni la composición de la deuda reconocida ni el detalle de los acreedores y operaciones, pero supongo también que pronto tendremos acceso a esos datos.

Normalizar la situación de deuda con estos países resulta uno de los actos más antipopulistas del gobierno de Cristina, hasta ahora.
En efecto, así como el default es una medida populista, en el sentido que tiene ventajas de corto plazo y costos de mediano y largo. Salir de un default, pagando, genera costos de corto plazo y ventajas en el mediano y largo.

La Argentina del 2001 tenía un déficit fiscal cuyo componente principal era el pago de intereses y capital de la deuda emitida. Por lo tanto, el default, al interrumpir dichos pagos, permitió reducir drásticamente el déficit y las necesidades de financiamiento de la Argentina, con ventajas evidentes de corto plazo.

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Obviamente, surgieron al poco tiempo los costos del default, que implicaban quedar “fuera del mundo” en materia de flujos de capitales e inversión extranjera directa. De allí la necesidad de levantar el default reconociendo parte de la deuda con los canjes que se hicieron en su momento. Quedaron pendientes, sin embargo, tanto el caso de los bonistas que no entraron al canje, en ámbito hoy de la Corte Suprema de Estados Unidos, como otras deudas no pagadas, entre ellas las correspondientes al Club de París.

La normalización, ahora, recorre el camino inverso al default. Primero, tiene costos (habrá que pagar US$ 1.150 millones durante el próximo año), y, en el mediano y largo plazo, podrán verse beneficios, al mejorar el financiamiento para las empresas extranjeras que quieran vender o invertir en el país y ayudar a reducir el costo financiero para la emisión de deuda argentina. Pero esto no es el presente, es el futuro. De allí que, en principio, se trate de una medida antipopulista, dado que prioriza el futuro sobre el presente.

Y eso me lleva al “Club de Buenos Aires”, porque, en el plano local, el Gobierno sigue siendo populista, priorizando el presente sobre el futuro.

Es cierto que con la devaluación y la suba de la tasa de interés decididas en enero (en realidad, la devaluación venía de mucho antes) se tomaron medidas relativamente costosas en el presente, pero, en realidad, sin esas medidas, la pérdida de reservas hubiera sido imparable y el Gobierno hubiera, en palabras de la Presidenta, “volado por los aires”.

De manera que los costos de dichas medidas han sido, en el presente, mucho menores que los costos de no tomarlas. Al priorizar la defensa de las reservas por sobre cualquier otra cosa, más que ser “ortodoxo” y pagar costos, el Gobierno está preocupado exclusivamente por su supervivencia presente.

Pero donde se hace más evidente la escasa vocación para arreglar el presente y dejar un mejor futuro es en la ausencia de medidas potentes para solucionar el problema central de la Argentina de hoy, el fuerte desequilibrio entre ingresos públicos y gastos públicos financiados desde el Banco Central. Y entonces podemos cerrar el círculo, contradiciendo mi propio razonamiento. Tanto la normalización de las relaciones con el Club de París, como el arreglo con Repsol, más que una visión de largo plazo, reflejan la intención del Gobierno de conseguir endeudamiento externo suficiente como para evitar el ajuste fiscal que la economía necesita.
Sin embargo, esa alternativa, conseguir préstamos como para cubrir el fenomenal agujero fiscal de este año y del proyectado para el próximo, no parece estar disponible.

Por lo tanto, bienvenido sea el arreglo con el Club de París. Pero, sin arreglo con el Club de Buenos Aires, el escenario actual de recesión con inflación difícilmente pueda ser superado con la fuerza necesaria para el “plan electoral” del kirchnerismo