Entro a mi oficina en la productora y está Carla, mi asesora de imagen, charlando con una mujer a la que no conozco.
—Hola Carla, hola… –me quedo mirando a la mujer, que me mira como si no le importara ni mi saludo, ni mi comentario, ni mi presencia, ni nada.
—Ah, disculpame, te presento –me dice Carla–. Ella es Dora, la nueva encargada de Relaciones Institucionales de la productora.
—Hola, Dora… –digo tímidamente.
La mujer sólo asiente con la cabeza, sin decir nada, muy seria.
—Bueno, Dora, entonces vos te encargás de los contratos con el fútbol y de la presentación en Tecnópolis, ¿no?
Dora saluda sin sonreír y se va.
—¿Y ésta quién es? ¿Por qué la contrataste?
—Porque necesitás a alguien que te consiga contratos con las empresas y con el Estado. Y ella está muy vinculada.
—¿Y qué pasó con Cora, la que estaba antes?
—La tuve que echar –dice Carla–. Trabajaba para los servicios. Pero ése no es el problema: el problema es que era muy ineficiente. No te consiguió nada para el Bicentenario, un desastre.
—O sea que se fue Cora y llegó Dora.
—Hice un casting con otra que se llamaba Mora, pero no me convenció.
—¿Y cómo sabés que ésta no trabaja para los servicios? –pregunto.
—Es que no lo sé –responde Carla–. Pero tampoco me interesa. En definitiva, hoy todos son servicios. Lo que importa es que consigan algo. Porque de los servicios tenés que preocuparte si tenés algo que ocultar.
—Bolsos con millones de dólares, por ejemplo…
—¡Exacto! –exclama Carla–. O una caja con millones de dólares. Los servicios operan sobre los choreos que vos hacés. Si no choreás, no te jode nadie.
—Bueno, siempre te pueden inventar cosas –agrego.
—Pero es más complicado. Lo cierto es que hay un gran beneficiado con esto del convento, la bóveda con plata, Jesús descubriendo los billetes y la abogada hot bailando con Tinelli.
—¡El Gobierno, obvio! –exclamo, casi como verdad de Perogrullo.
—El Gobierno se beneficia, sí, pero yo me refería a Boudou.
—¿Amado Boudou? –pregunto, incrédulo–. ¿Por qué?
—Porque ya nadie habla de él. Cuando ganó Macri, todos pensábamos que el primero que iba a ir preso era Boudou. Estaba cantado, durante el kirchnerismo todos lo investigaban a él. En cambio ahora, con De Vido, López, Cristina y la caja de Flor K, Boudou parece un ratero que afana una billetera para comprarse un sánguche.
—¿Y en el Gobierno no tienen miedo de que los investiguen? Porque están los Panamá Papers…
—Macri dijo que los Panamá Papers son parte del pasado –dice Carla–. Pensándolo bien, no está mal como estrategia: De Vido puede decir que los bolsos y la hermana Inés son parte del pasado, y Florencia puede decir que la caja con 4 millones y medio de dólares es parte del pasado.
—¿Todo es parte del pasado?
—¡Por supuesto! Y más lo de Florencia, que forma parte de la pesada herencia de Néstor.
—¿Pesada herencia?
—¡Claro! –exclama Carla–. ¿Vos tenés idea lo que pesan 4 millones y medio de dólares?
—Está claro que el kirchnerismo tiene que dar muchas explicaciones –admito–. ¿Pero el Gobierno no debería dar alguna explicación más sobre los Panamá Papers? Por no hablar sobre las contrataciones de Caputo y sus negocios con el kirchnerismo.
—El Gobierno debería dar muchas explicaciones, incluso antes que sobre eso.
—¿Cómo qué? –pregunto.
—En primer lugar, debería dar explicaciones sobre el spot que lanzó Patricia Bullrich para el Día del Amigo.
—Lo subió a las redes y enseguida lo sacó, porque se dio cuenta de que era un bochorno –digo.
—Para mí que Bullrich lo sacó cuando se dio cuenta de que no tenía amigos –agrega Carla.
—¿Vos decís que se angustió?
—Seguramente, pero eso no está mal. Se angustió como nuestros patriotas cuando tuvieron que independizarse de España. Deberían aprender de Aldo Rico, que es un patriota y no se angustia nunca. Ni cuando tiene que ir como candidato del Frente para la Victoria en San Miguel, ni cuando tiene que desfilar un 9 de Julio, invitado por el gobierno de Cambiemos.
—No seas mala –digo–. Tal vez pensaron que era alguien de un partido vecinalista. Los vecinalistas se parecen mucho a los nazis y a los carapintadas.
—Creo que a los vecinalistas lo que les está faltando es un buen jefe de campaña, alguien que les maneje la comunicación –agrega Carla–. Alguien que conozca del tema, como Duran Barba, como Cristina…
—¿Cristina jefa de campaña? –me asombro–. ¡¿De quién?!
—¿Cómo de quién? –pregunta Carla. De Stolbizer, ¿de quién va a ser? ¿O me vas a decir que no está claro que Stolbizer levantó en la opinión pública gracias a Cristina? Cuando hizo la campaña del “yo ya gané” no la votó ni el hijo basquetbolista. En cambio ahora, con Cristina manejándole la comunicación, todo el mundo habla de ella.
—Todo el mundo menos Lanata.
—¿Por qué?
—Porque Lanata está muy ocupado con su nueva
novia de 28 años.
—Me parece muy bien que esté con una chica joven –dice Carla–. Pensá que tiene órganos jóvenes. Porque seguramente algún órgano le va a donar, ¿no?
—Sos una bestia, ¿cómo vas a decir algo así? –me enojo.
—Podrías lanzar una encuesta en tu columna –se entusiasma Carla–. ¿Qué órgano le va a donar a Lanata su nueva novia de 28 años? Y ponés opciones: otro riñón, un pulmón, el hígado, el páncreas…
—¿Vos estás loca? –me enfurezco–. Es de muy mal gusto lo que estás diciendo. ¿Cómo voy a publicar algo así?
—No te enojes, es que el mundo está algo convulsionado y hay que tomarse las cosas con humor –dice Carla.
—En eso tenés razón: Niza, Estambul, Munich… el mundo es un caos.
—Mmm… no sé si un caos. Hay violencia, no hay dudas. Pero también hay cierto orden. Por lo menos ahora sabemos que cada viernes hay un atentado. Pasamos del casual day al terrorist day.
—Otra vez te estás yendo al carajo, no me gusta nada que hables así.
Dora abre la puerta de la oficina. Sin decir una palabra le alcanza una carpeta a Carla, le dice algo al oído y se va.
—Buenas noticias –dice Carla–. Hay un auspicio de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Pitito arrancó bien.
—¿Quién? –pregunto.
—Pitito, el secretario de Cultura de la Ciudad.
—¿No es Angel Mahler?
—Sí, pero su verdadero nombre es Angel Pitito.
—Bueno, como sea, lo importante es que nos va a ayudar con la productora. Se ve que hablaba en serio cuando decía que venía a cerrar la grieta.
—Mmm… yo no estaría tan segura.
—¿Por qué? –pregunto.
—La grieta es muy profunda –concluye Carla–. Y me parece que para encarar semejante grieta hace falta mucho más que un Pitito.