Publicado por primera vez en 2009, La tiranía de los derechos, ensayo del canadiense Brewster Kneen, también autor de Revisión del gigante invisible: Cargill y sus estrategias transnacionales, plantea una visión heterodoxa sobre los derechos humanos. Denuncia su operatividad dentro de estructuras de poder que actúan al servicio de intereses capitalistas. “La idea del lenguaje de los derechos, en particular el de los derechos humanos –afirma Kneen– se ha convertido en un lugar común entre los electorados seculares y religiosos (…) La lógica de los derechos requiere que algún poder, clase, institución u organización los haya reconocido antes y tenga los medios para cumplir expectativas arbitrariamente. Las demandas de derechos por parte de los que tienen menor poder, por otro lado, deben pelearse en las cortes del poder dominante, lo que significa hacerlo desde una posición de debilidad”.
Esta discordancia entre administradores y destinatarios se verifica con más fuerza en las guerras, donde los derechos humanos, presuntos garantes de ciertas integridades, son los primeros en vulnerarse. Pero el problema, según Kneen, va más allá del uso de las armas y atañe a las grandes corporaciones proveedoras de insumos y servicios y su avance sobre la propiedad privada, los recursos genéticos y el sistema laboral, en un marco signado por el individualismo y la explotación. “La distancia entre esclavitud abierta y esclavitud asalariada (mano de obra barata) no es tan grande como parece”, dice en este sentido y cifra las discusiones en torno al “derecho al alimento” en la esperanza de “forzar al Estado a tomar la responsabilidad de alimentar al pueblo”. Aunque, dada la relación de sectores como el agroindustrial con los gobiernos, se hace algunas preguntas: “¿Qué tipo de alimento estaría disponible? ¿Sería sano, producido ecológicamente o sería más del mismo alimento industrial que ya proveen las corporaciones gigantes que dominan el sistema de producción?”.
La tiranía de los derechos apunta, también, hacia el rol cómplice de las grandes organizaciones internacionales, como la ONU, y a la segmentación social a partir de las demandas de nicho propias de las ONG. Al pasar, cuela una reflexión adjudicada a Milan Kundera, que viene como anillo al dedo para resumir parte de su mensaje, y para cerrar esta columna: “Cuanto más popular se torna la lucha por los derechos humanos, más pierde su contenido concreto, volviéndose una especie de posición universal de todos hacia todo, una especie de energía que convierte todo deseo humano en un derecho”.