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Desigualdad extrema

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La desigualdad, el incremento fenomenal de la pobreza en las regiones del mundo no es solo culpa del sistema calificado como “diabólico capitalista”, sino de arbitrarios juegos financieros que se permiten en estructuras económicas disímiles, usando el marasmo prebendario donde solo unos pocos salen beneficiados y otros se estancan.

Los empresarios “amigos del poder” le echan nafta a la desigualdad tanto aquí, como en Estados Unidos o en Rusia. Precisamente: la mafia rusa es producto de la alianza de los ex gerentes de las empresas estatales que se quedaron con las compañías al caer el comunismo en alianza muy comprometida con la KGB, la burocracia política y el amparo de la Iglesia Ortodoxa, mientras la sociedad bordeaba las extremas necesidades. En Europa hay más vergüenza al respecto pero surgen pecados y pecadillos. Como si fuera poco, rusos y representantes de ex naciones de la órbita comunista trasladan la desigualdad a otros países. Basta ver los castillos que los jefes rusos han levantado en la costa española o en California. En eso compiten con los millonarios norteamericanos a los cuales poquísimos igualan. Recién aparecen competidores ahora en China con un grupo de multimillonarios, algunos de ellos vinculados al funcionariado del Partido Comunista.

En América Latina el affaire Odebrecht mostró la complicidad del poder político, el resquebrajamiento institucional de los partidos en Brasil, las prebendas a presidentes y ministros de casi todo el continente que están pagando sus pecados en la cárcel más la caterva de jueces corruptos. Empresas cómplices sacaron innumerables ventajas por sobre otras, sin importar por ello cómo y de qué manera se dañaban los fondos públicos y el presupuesto nacional. En definitiva: la corrupción es una de las más importantes propagadoras de la corrupción, precisamente donde poquitos se quedan con todo y dejan al margen a las mayorías.

Ya es vergonzosa la desigualdad en los Estados Unidos, donde bastante menos del 10% de la población tiene tanto poder económico como el 90% restante. El presidente Donald Trump le dio máquina a las diferencias. Recientemente logró aprobar la mayor bajada de impuesto en tres décadas. Desde los tiempos de Reagan que no se veía nada igual. La administración de Trump les baja la carga fiscal a las grandes empresas y emprende una reforma fiscal, con menos regulaciones. Esto no es neoliberalismo, esta es una actitud descarada porque a la información hay que sumarle el sufrimiento de una población a la que le han sacado, anulando el Obamacare, la protección  en salud y modo de vida. La desigualdad ha crecido muchísimo en los Estados Unidos, y eso estaría explicando el mayor auge de las drogas en vastos sectores de la sociedad. Solo el consumo de heroína ha crecido un 50% en el último año, sin que existan centros de salud que frenen semejante aluvión de marginados.

Las últimas estadísticas evidencian que los millonarios del mundo son cada vez más ricos. Ganaron un 23% más a lo largo de 2017. Lo encabezan Jeff Bezos, el creador de Amazon, y le siguen Bill Gates, el fundador de Microsoft, el financista Warren Buffet, el español (casa Zara) Amancio Ortega y Mark Zuckerberg, quien lanzó Facebook. Solo en Estados Unidos, 159 multimillonarios incrementaron sus fortunas en 315 mil millones de dólares. Algunos de ellos han hecho declaraciones contra las maniobras de Trump y sugerido que los beneficios que reciben a través de nuevas leyes y reglamentaciones es una injusticia que provocará revueltas sociales. Los parlamentarios republicanos están satisfechos y han declarado que también la clase media saldrá bien parada con las modificaciones recientes.

Otro ejemplo: la Argentina, que de capitalista no le queda nada, enfrenta la carga de un bache fenomenal en la estructura poblacional: los pobres llegan a 13,5 millones, en las villas dos de cada diez hogares padecen hambre.

*Periodista y escritor.