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Después de noviembre

Se necesita un nuevo acuerdo social que permita dejar atrás un modelo asistencialista ya insustentable.

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Urna et orbi. | Pablo Temes

La política está en campaña. Las encuestas indican que los resultados de las elecciones legislativas del 14 de noviembre no modificarían en lo fundamental la actual situación política. Ni el oficialismo estaría en condiciones de alcanzar quórum propio en la Cámara de Diputados ni tampoco correría el peligro de perder su mayoría en el Senado. Esa percepción anida en el subconsciente de la mayoría de la sociedad, que observa la campaña electoral como un espectáculo irrelevante, ajeno a sus preocupaciones y vivencias cotidianas. Basta ver los spots de campaña. Tan ajenos a todo lo que en realidad nos pasa.

El trámite hasta las elecciones primarias de septiembre revela una diferencia importante entre sus dos principales protagonistas. El Frente de Todos prioriza su unidad porque su debilitamiento provocaría una crisis política. Juntos por el Cambio disputa un liderazgo que le posibilite competir con éxito en las elecciones de 2023.

Para acentuar el divorcio entre la política y la sociedad, esta semana se difundieron varias encuestas electorales “futuristas” que miden eventuales escenarios para 2023. Faltando dos años para las elecciones presidenciales, uno esperaría que tanto el oficialismo y como la oposición se ocupen más del presente de los argentinos y se manejen con mayor cautela en materia de predicciones. En 1981 nadie imaginaba que Raúl Alfonsín le ganaría al peronismo las elecciones presidenciales de 1983. En 1987 los pronósticos indicaban que en 1989 el candidato del peronismo y futuro presidente sería Cafiero. En 1997, tras su victoria sobre Chiche Duhalde, en las elecciones de medio término de la provincia de Buenos Aires, la candidata natural de la oposición para suceder a Menem en 1999 parecía Graciela Fernández Meijide y no De la Rúa. A comienzos de 2002 las encuestas favorecían alternadamente a Elisa Carrió, Adolfo Rodríguez Saá o Ricardo López Murphy, pero nadie aventuraba a Néstor Kirchner como vencedor en las elecciones de 2003. En 2010 una muerte prematura se interpuso en la anunciada candidatura de Kirchner y originó la reelección de Cristina Kirchner en 2011. En 2013, después de su triunfo en las elecciones en la provincia de Buenos Aires, favoritos para el 2015 eran Massa y Macri. En mayo de 2019, cuando a solo tres  meses de las elecciones Alberto Fernández fue designado candidato por Cristina Kirchner… ¡huelgan las palabras!

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En esta lógica de pelear lugar y posición, los diferentes protagonistas, no proyectan transformaciones sino reposicionamientos. Y estos, no solo en sus respectivas proyecciones hacia la contienda presidencial de 2023 –que representa hoy un horizonte demasiado lejano–, sino en relación a la redefinición del actual sistema de poder, cuyas posibles modalidades surgirán de sus resultados, lo que se manifiesta en las confrontaciones abiertas en las elecciones primarias, como sucede con Juntos en la provincia de Buenos Aires y con el Frente de Todos en Santa Fe.

En ese marco, lo ocurrido en Santa Fe con la rebeldía del saliente Ministro de Defensa Agustín Rossi, tiene varias aristas, pero interesa señalar una que el propio Rossi agitaría: el lanzamiento por parte del gobernador de una corriente bautizada “Hacemos por Santa Fe” que podría apuntar a configurar un eje político nacional con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, cuya coalición se denomina “Hacemos por Córdoba”. Única provincia donde el Partido Justicialista jamás integró el Frente de Todos y ahora lo volverá a enfrentar en las urnas. Para Rossi, la idea de Perotti es colocar al Partido Justicialista de Santa Fe en ese mismo  camino, para impulsar la recreación un peronismo con perfil productivista a partir de la Región Centro (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), núcleo de la Argentina agroindustrial.

Pero hubo otra interesante manifestación de rebeldía en esta clave. En La Matanza, la Junta Electoral del Frente de Todos invalidó la presentación de una lista impulsada por los movimientos sociales, en particular por el Movimiento Evita, con el aval del secretario de Economía Social, Emilio Pérsico, y de otras fuerzas del peronismo local que pretendían disputar las candidaturas con el intendente Fernando Espinoza. El hecho adquiere relevancia porque si la Región Centro es el núcleo de la Argentina agroindustrial La Matanza es el corazón del Conurbano profundo, el lugar de la mayor concentración de pobreza y la principal base de sustentación electoral de Cristina Kirchner. La lista inhabilitada, ahora propicia el voto en blanco en las elecciones comunales.

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Este conflicto, puso en evidencia un hecho novedoso de la agenda política de estos días, la postura de la dirigencia de los movimientos sociales sobre la necesidad de encontrar una estrategia alternativa ante el agotamiento del modelo asistencialista surgido como una respuesta coyuntural frente a la emergencia derivada de la crisis de 2001 y erigida después en una política permanente a lo largo de los sucesivos gobiernos. La irrupción de la pandemia impulsó una nueva oleada de movilidad social descendente, protagonizada por un sector de la clase media baja, que disparó los índices de pobreza y terminó de quitar a las prácticas asistencialistas sus últimos atisbos de sustentabilidad económica.

Las voces que claman por superar el modelo asistencialista provienen de muchos sectores de la sociedad, pero últimamente, irrumpió en la voz de la dirigencia social, la verdadera protagonista del tema. Encontrar el camino para ello, exige una profunda transformación estructural, cuya viabilidad depende de una amplia concertación política y social. Concertación de la que todos hablan y escriben, pero que no sucede. Particularmente porque requiere una reformulación del actual sistema de poder.

Las elecciones se convierten así en otra  nueva oportunidad para lograr reformular el sistema de poder y decisión, que incluya un acuerdo parlamentario, el respaldo de los poderes territoriales y una concertación entre los actores productivos. Y solo así se podrá atender esta incipiente y creciente coincidencia acerca de la necesidad de una estrategia de desarrollo que reivindique la creación de trabajo como factor ordenador de la actividad económica y de la convivencia social. No es poca cosa para empezar, pero es urgente.

*Politóloga. Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.