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Detrás de las noticias

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Es cada vez más difícil entender qué es una noticia, distinguirla de la desinformación o del divague. El otro día, por ejemplo, un prestigioso analista político escribió que un candidato presidencial se había desenroscado el brazo artificial delante de su compañero de fórmula con la intención de humillarlo. El desenrosque habría ocurrido delante de muy pocos testigos, pero el analista hablaba como si hubiera estado allí. No sé cómo se mide la intención de un tal striptease ortopédico, pero lo que leí no era una noticia sino una comunicación del candidato a través de un periodista, es decir, una pequeña pieza de propaganda.

El mismo día recibí un correo electrónico que empezaba diciendo: “Importante leer. ¿Usted sabe qué es Zegota?” y terminaba así: “La intención de este mail es llegar a 40 millones de personas en todo el mundo. Por favor, envía este e-mail a las personas que conozcas”. Tenía todo el aspecto de ser el mensaje de una secta o la clásica estafa de las contribuciones en cadena. Pero, por las dudas, busqué “Zegota” en la Wikipedia y resultó que existía: la palabra quiere decir “rescate” en polaco y fue una organización dedicada a socorrer a los judíos bajo la ocupación alemana. El mail hablaba de Irena Sendler, una mujer católica que salvó a 2.500 niños del gueto de Varsovia; ella también fue real. Asocié la información con un libro que tengo pero nunca había leído: Historia de un Estado clandestino, de Jan Karski. Karski aparece en los documentales de Claude Lanzmann y lo recordaba como el hombre que cuenta cómo le comunicó a Roosevelt en 1944 que los judíos de Europa estaban siendo exterminados. Publicado en inglés a los pocos meses del encuentro con Roosevelt, Historia de un Estado clandestino describe cómo se llegó a él y por qué. Mi intención primaria fue saber si Karski hablaba de Zegota en el libro pero, como no tenía índice onomástico (terrible defecto de muchas ediciones en castellano), terminé leyéndolo entero.

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Karski era un funcionario del gobierno polaco en el exilio y del AK, su ejército secreto (del que también dependía Zegota); el libro es un intento de avisarle al mundo que había que detener el Holocausto, pero también que la resistencia polaca era colosal y estaba organizada como una verdadera administración, una coalición de los partidos democráticos cuyo fundamento era la nula colaboración con los nazis y la preparación sistemática de la reconquista del país. De hecho, los alemanes nunca lograron instalar un gobierno títere en Polonia por el temor que los nativos sentían frente al AK. Gracias a los contactos con la resistencia judía, Karski logró introducirse clandestinamente tanto en el gueto de Varsovia como en un campo de exterminio, y da testimonio del horror allí observado. Sin embargo, la empresa de Karski terminaría muy mal: el Holocausto no se detuvo porque los aliados no estaban dispuestos ni siquiera a divulgarlo. Pero también les fue mal a los polacos: cuando Karski publicó el libro, Roosevelt y Churchill ya le habían entregado el país a Stalin, cuyos ejércitos miraron sin intervenir cómo los nazis aplastaban la insurrección de Varsovia, arrasaban la ciudad y mataban a 250 mil civiles. El llamado a recordar a Irena Sendler (con el que finalmente contribuyo) sirve para revivir noticias no reconocidas como tales.