COLUMNISTAS
GOBIERNO Y DLAR

Devaluados

Por Nelson Castro | El peso y la calidad institucional, con el mismo mal. Giro preelectoral.

‘HEY GUYS...’
| Pablo Temes

El martes 21 de julio el dólar paralelo llegó a cotizar en la city porteña por encima de los 15 pesos en medio de una jornada de tensión cambiaria. La semana terminó con un valor algo más razonable con las últimas operaciones en torno a los $ 14,50. Más allá de los dichos del Gobierno, la verdad es que el dólar blue y el fantasma de la devaluación aparecieron otra vez en la escena económica y política de la Argentina. La solución que encontró el equipo económico, en medio del enfrentamiento indisimulable entre el ministro Axel Kicillof y el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, fue de ortodoxia pura: aumento de la tasa de interés bancaria y venta de bonos de la Anses.

El superávit comercial del primer semestre es el más bajo desde 2001. Alcanzó los US$ 1.231,4 millones. La mitad que en el mismo período del año pasado. La aceleración de la devaluación que impone Brasil también complica a la economía argentina. El dólar ascendió a 3,33 reales, acumulando un alza de 25,7% en 2015, que alcanza al 50% en los últimos 12 meses. En ese mismo período, al devaluar a menor ritmo que el país vecino y sostener una inflación mayor, los productos argentinos se encarecieron en torno al 50%.

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El déficit fiscal superó los $ 87 mil millones en los primeros cinco meses de 2015, cifra ésta que cuadriplica el número registrado en igual período del año pasado. El desequilibrio se produjo aun cuando el Tesoro Nacional recibió “ayudas” del Banco Central por $ 12.177 millones.

Todos los economistas –incluyendo los afines al oficialismo– sostienen que el Gobierno se financia emitiendo pesos. Con ello no sólo no soluciona el problema de fondo sino que, además, alimenta el círculo negativo cuando el excedente de pesos va al dólar y genera, a su vez, un aumento de la inflación.

El otro problema, basado en pronósticos cada vez menos confiables y en especulaciones, es la incertidumbre política. Respecto al precio del dólar y una posible devaluación, es una norma que en toda previa de una presidencial hay procesos de cobertura de los inversores ante la incertidumbre acerca de qué va a pasar luego de las elecciones. Por ende, se dolarizan las carteras y se paralizan las inversiones. Hoy el problema es un poco más complejo debido a la circulación excesiva de pesos (producto de la emisión para combatir el déficit fiscal) y la aparente ventaja de Daniel Scioli, quien, ante su giro discursivo francamente pro kirchnerista, comenzó a inquietar a los sectores financieros que hasta hace poco no veían diferencias entre él y Mauricio Macri.

Ni Scioli puede ganar sólo con votos kirchneristas ni Macri sólo con los del PRO.

Lo cierto es que, en cuanto a una posible devaluación, fuentes cercanas al Gobierno aseguran que en el corto plazo (entre las primarias de agosto y las presidenciales de octubre) “no habrá correcciones severas en el tipo de cambio”, aunque reconocen que “todo dependerá del día a día en la batalla contra el blue y los golpes de mercado”. Esta perorata del kirchnerismo es notable por su contradicción: si hay alguien que devalúa, es el Gobierno, que día tras día agrega varios centavos al valor del dólar oficial.

Voltereta. Con todo, el dato político de la semana lo dio el cambio de discurso de Mauricio Macri, pronunciado en esa dramática jornada que se vivió en el PRO el domingo pasado. Es verdad que no fue algo improvisado: el texto había sido escrito hacía unos días y el jefe de Gobierno se lo sabía de memoria. Lo que se imaginó diferente fue la circunstancia. Se pensaba en una victoria por diez puntos como marco para hacer una presentación en el escenario con referentes nacionales. El resultado del ballottage, que no sólo los sorprendió, sino que, en algún momento, los asustó, cambió todo. Un triunfo de Martín Lousteau hubiera dejado al líder del PRO fuera de la carrera presidencial. Por ello, el lunes pasado fue un día de furia en la vida interna del partido. Los pases de factura estuvieron a la orden del día. El ala dura del purismo partidario sufrió los embates de sus adversarios internos, que abogaron siempre por una posición más aperturista, que incluía la disputa de una interna abierta amplia que hubiera abarcado a Sergio Massa.

A mediados de semana, el propio Rodríguez Larreta reconoció el cambio de discurso del líder del PRO: “Lo peor que se puede hacer es quedarse con ideas que tenía hace años”. Este cambio de postura tiene una razón: Jaime Duran Barba, que hasta hace un tiempo aconsejaba el discurso duro del purismo PRO, recién ahora detectó que en la provincia de Buenos Aires ello los llevaba a una derrota inexorable. Hay sectores de la sociedad que aprueban algunas de las cosas hechas por el Gobierno y rechazan otras. Ellos son los que definirán la elección. Ni Scioli puede ganar sólo con los votos del kirchnerismo ni Macri, sólo con los del PRO.
Hablando de Scioli, dos observaciones: la primera, el faltazo de La Cámpora en el acto de Parque Norte del viernes no es un dato menor; la mayoría de los gobernadores que asistieron en muestra de apoyo a su candidatura presidencial tienen una mala relación con la agrupación. La segunda, su campaña propagandística, que denota mucha plata en producción y algunos contenidos de fantasía, como por ejemplo el referido al sistema de salud pública de la provincia de Buenos Aires, en el que abundan las calamidades.

El uso de los elementos del Estado por parte de la Presidenta para hacer campaña por los candidatos del oficialismo ha entrado ya en un ámbito de descaro sin límites. Eso fue lo que se vio el jueves pasado en Río Gallegos: No sólo fue la cadena nacional de radio y televisión –durante cuya transmisión se hizo foco en Máximo Kirchner y Alicia Kirchner–, sino también en la Gendarmería y en los aviones Hércules utilizados para el traslado de su personal abocado a evitar que el acto de campaña se viera afectado por alguna protesta. Semejante despliegue en medio de una ciudad desquiciada por la basura diseminada por sus calles céntricas a causa de un conflicto municipal sin solución muestra la apropiación que del Estado ha hecho Cristina Fernández de Kirchner, un acto de deterioro republicano que representa la herencia más pesada que habrá de dejar a su paso por el poder y que buscará mantener –con su hijo como diputado y con Carlos Zannini como eventual vicepresidente– después del 10 de diciembre venidero.

Producción periodística: Guido Baistrocchi, con la contribución de Santiago Serra.