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indigencias

Diana cazadora

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Después de tres años de ser filmada en absoluta independencia, se estrenó en el Malba y en la Lugones la esperada película de Laura Citarella y Verónica Llinás, La mujer de los perros. La recuperación gozosa de Llinás para el under (si tal adjetivo impreciso y extranjero le cabe a lo que hace El Pampero Cine) ofrece una ocasión inmejorable para pensar en varias cosas exageradas pero apasionantes. La propia Llinás cuenta que venía rechazando proyectos sin cesar hasta que su hermano, el cineasta Mariano Llinás, le preguntó simplemente qué la haría feliz. Es esa pregunta tan sencilla que nos formulamos muy poco en esta vida. A veces los artistas se acomodan al devenir natural de la “profesión” y sus elecciones son regidas por los caprichos del “trabajo”. No es del todo imposible hacer del trabajo la felicidad, pero lo más habitual es que el trabajo sólo ofrezca desvíos y obstáculos y que la felicidad esté –muchas veces– en la incomodidad, la incertidumbre, la abstracción.

Verónica encarna a una mujer de la que nada sabemos y que vive con sus perros en total indigencia en un paisaje semirrural y conurbano al mismo tiempo. La falta de precisiones la convierte en una estampita, en una Diana Cazadora en Camisón, en una indigente que no necesita mucho más para estar viva. Su vida se asimila a la del perro y sus misterios son los mismos. Como en la película están generosamente suspendidas todas las explicaciones, el tema (si lo hubiera, y si éste fuera la indigencia) se pone abstracto y en vez de conducir a horrorizarnos ante la precariedad o identificarnos con la nobleza del que nada tiene, nos proporciona la tela en blanco sobre la que tejer preguntas más reales.

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¿Qué es tener? ¿Cómo se hace para no tener, no tener ni un fósforo ni una vela en plena noche? ¿Se puede ser completamente asocial o es la jauría lo mismo que la sociedad? ¿Se puede “tener” un perro, seis, diez perros? ¿Es “tener” la palabra para contar la relación entre humanos y animales?

Esta Diana que caza pájaros indefinibles con su honda y recolecta frutos de las quintas vecinas y que roba y venga apenas lo justito se pasea por las fronteras campestres de Moreno, el mismo suburbio de Moreno en el que el arquitecto Claudio Caveri quisiera imaginar en los 80 su Comunidad Tierra (un proyecto arquitectónico y social en el que enseñaba a los obreros a construir sus casas con sus manos y sin planos), y en este paseo que abarca las cuatro intemperies de las estaciones, la magia operada por esta bruja de la pampa conurbana y su estela de cuzquitos autoorganizados obliga a pensar en la materialidad de la pobreza. Claro que la pobreza es tematizada por el cine muchas veces, incluso y sobre todo por el cine hecho con grandes recursos y dineros. Pero en pocas ocasiones logra volverse tan abstracta, tan falta de problema que impulse a la mente a saltar las categorías habituales con las cuales la interpreta. La dama de los canes, al igual que la pobreza misma, parece haber estado siempre allí y apenas la vemos cuando nos la señalan.

Las causas de esta pobreza sin razón están escondidas en su esencia: no sabemos cómo llega a estar donde está. No hay ni introducción ni desenlace; sólo nudo. Esta operación técnica envidiable torna singularísimas, primeras, las imágenes encontradas: la quieta vacación del dique basural (paisaje lumpen en medio del suburbio); la diversión atroz de las motitos, chocando como ratas locas en el barro; la frugalidad del sexo un poco perruno con un peón que escribe los versos más feos y enigmáticos de la semana; la casucha hecha de botellas de plástico y residuos, construida con el descarte, por fin desacralizado de su función inerte de basura.
Llinás y Citarella abandonan los caminos habituales del trabajo, del aporte. Por eso sus hallazgos son artísticos, brutales, innecesarios, urgentes. Y Verónica ¿qué clase de diosa es, finalmente y en todos los sentidos, que prescinde de casi todo, hasta de actuación, para encarnar e invocar como un tótem o un pararrayos toda la fuerza ausente y ofrecérnosla, desnuda, abrigada al amparo del pelo corto de sus perros?