Faltan tres fechas para que termine el torneo y Lanús lo pelea con Newell’s y River. Es lunes pero Javier Gerez, el Zurdo, viaja a La Plata para ver al Granate, su pasión. El ingreso al Estadio Único se pone picante: hay ansiedad, empujones, algunas corridas. Y la Policía hace lo que suele hacer en estos casos: reprime. La situación se descontrola, con cientos de hinchas que se refugian donde pueden de la lluvia de balas de goma. En medio del caos un efectivo de la bonaerense le dispara en el pecho a Gerez con una ithaca a medio metro de distancia. El hincha de Lanús se desmorona sobre el asfalto. Con la mano que sostiene la entrada se tapa el agujero que el proyectil le provocó en el tórax. Cuando lo trasladan al hospital de Gonnet ya está sin vida.
El asesinato de Gerez cambió el destino del fútbol argentino: desde aquel 10 se junio de 2013, hace exactamente diez años, se les prohibió el ingreso a los estadios a los hinchas visitantes. Sergio Berni, por entonces secretario de Seguridad de la Nación, acordó con los dirigentes de la AFA que desde ese momento los partidos se iban a jugar sólo con hinchas locales. Cuestiones de seguridad, argumentaron. Se evitarían cruces entre las hinchadas y problemas con los traslados de las barras. El plan parecía factible, pero falló.
Durante estos últimos diez años la cantidad de muertos que hubo en los estadios aumentó con respecto a las décadas anteriores. Según los registros de la ONG Salvemos al Fútbol, en el lapso que lleva la restricción a los hinchas visitantes fallecieron 72 personas, 12 más que en la década 2003-2013 y 16 más que entre 1993-2003. Está claro que la violencia y las muertes en los estadios aumentan de manera progresiva, y también está claro que lo que se planteó como una solución no funcionó.
Beneficios para pocos. El sociólogo Diego Murzi, vicepresidente de Salvemos al Fútbol, es claro en su análisis: “La prohibición de hinchas visitantes no solucionó el problema de la violencia, pero sí solucionó en buena parte los problemas que tenían los actores de la gestión de la seguridad en el fútbol, como policías, funcionarios y dirigentes. ¿Por qué? Porque al eliminar de plano las hinchadas, las barras y los hinchas más activos uno de cada dos partidos, a todos esos actores se les simplificó su tarea cotidiana. Y más en el caso de la Policía, que no redujo la cantidad de efectivos en los operativos, con lo cual termina habiendo más efectivos para cuidar menos gente que a priori es menos conflictiva. Esto explica también por qué los visitantes nunca vuelven o cuando vuelven lo hacen muy a cuentagotas”.
Murzi también explica que los episodios de violencia, lejos de reducirse, se canalizaron hacia otros lugares. “Los enfrentamientos entre hinchas de distintos equipos decreció, claramente porque no se cruzan más en los estadios, sin embargo aumentaron exponencialmente las agresiones a los futbolistas y a los pocos dirigentes que acompañan a los equipos visitantes. Eso explica que en realidad la violencia se redirigió hacia los únicos actores que dentro de los estadios están identificados con el otro club”.
Sin justicia. En el asesinato de Gerez hubo tres policías de la Bonaerense involucrados: Roberto Lezcano, Víctor Bacuco y Jorge López. Apenas estuvieron unas horas detenidos. Los tres resultaron absueltos. La causa se archivó y el crimen no tiene culpables. Una bala de la Bonaerense que nadie disparó. Para Sergio Smietniansky, abogado e integrante de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol, la falta de Justicia es determinante cuando se piensa en esta última década. “Antes de hablar de diez años sin público visitante, pongo el acento en diez años sin justicia, porque a Gerez lo asesinó la policía bonaerense y pasado este tiempo no hubo juicio oral y no hay un solo policía detenido, con lo cual lo primero que que hay que resaltar es el tema de la represión y la impunidad. No se cumplen diez años de la prohibición del público de visitantes, se cumplen diez años de impunidad”.
Por último, Smietniansky se enfoca en las internas de las barras como foco de violencia: “Muchos de los hechos de violencia en las canchas se dan entre las distintas facciones de las barras. Acá aparece otro componente, que es el factor político, porque las barras ya no pelean por cuestiones vinculadas al fútbol, como podría haber pasado décadas atrás, las barras son mano de obra política y representan intereses económicos muy fuertes, con lo cual son un símbolo de la violencia social y política que se da en el contexto del fútbol, que es totalmente diferente a decir que es la violencia del fútbol.”