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Digamos todo

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Javier Milei. El arquero, ahora capitán “despeja con los pies las fáciles de agarrar con la mano”. | cedoc

En el espejo del fútbol siempre se ven mejor las caras del tiempo que nos toca. Antes Grondona, ahora Chiqui Tapia. Mafia, barras, crimen, narcotráfico, capos, coimas, peajes, trapitos, reventa de entradas, cuevas, lavado, dirigentes amenazados, policías cómplices, jueces apretados. Muestra el Conurbano, explica Rosario, anticipa el pronóstico, toma la presión, anuncia el grado de calentura.

El “mariscal” Roberto Perfumo, marcador central, consagrado con el Racing de 1966, primer equipo argentino campeón mundial de clubes, leyenda en el Cruzeiro de Brasil, figura destacada en el River de 1975 que logró el título después de dieciocho años, psicólogo social, comentarista, decía que además, si bien se mira, el fútbol permite hasta saber cómo es un jugador. “En la cancha no puede fingir, disimular, piensa con el cuerpo”.

Me daba ejemplos. “Bochini, lleva la pelota siempre cerca del pie, es un pibe tímido, callado, no necesita levantar la voz, meter un pelotazo de cuarenta metros”. “Los que de pronto, cambian el frente de ataque, son atrevidos, audaces”. “Maradona era líder, Messi será líder, el liderazgo se tiene, se gana, o se revela”. “El que va a celebrar un gol a la tribuna antes que con un compañero es un egoísta, pero necesario para el equipo”.

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En un juego de veintidós solo hay dos que, además de vestirse diferente, pueden tocar la pelota con las manos. Todo aquél que alguna vez se puso medias, zapatillas o botines, camiseta, se masajeó con aceite verde, pisó una canchita de cinco, o siete, – ¡ni hablar de once, con pastito, arcos de tamaño profesional, red!– sabe qué se dice de los que por propia voluntad, quieren ir, van al arco. Se los aprecia/ desprecia.  

Pirubi o libertad

Milei era de esos. No de los que a último momento, cuando ninguno se ofrecía, los pibes le pedían “dale, Javi, andá vos que sos un poco más alto”, destacando una condición física como media verdad, para ocultar otra, “porque arriba sos un cono”. El no les proponía siquiera alguno de los arreglos habituales a los que se llega con los compañeros antes de empezar: “Bueno, pero un gol cada uno, o quince minutos, medio tiempo a lo sumo”.

¿Tenía acaso que ver la elección del puesto con que estaba acostumbrado a que en la casa le metieran los codos en la boca en un córner, le dieran un rodillazo en los huevos, o le sacudieran la cabeza a pelotazos? ¿Sentía tal vez las áreas, grande, chica, como el único lugar propio, en el que podía salir, volar, soñar? Criado en la soledad de esos territorios compartidos con su hermana, duramente castigado cuando incumplía sus obligaciones básicas, cuando llegó a la edad de firmar el primer contrato profesional quedó en evidencia que sus fantasías no daban para más.

El fútbol es cruel, pero generoso. A cambio de negarle el debut en primera, le concedió el significado de la libertad. Si la lectura empírica del “piensa con el cuerpo”, aplicara al campo político, ¿qué clase de persona nos revela su juego? Desde el rincón lateral donde tomamos apuntes, vemos como su equipo, metido atrás, trata de evitar el descenso al infierno del fracaso sacando las que pueden, cabeceando los centros que les tiran en las entrevistas, atajando penales para la foto.

El arquero, ahora capitán, no sale por abajo con los propios. No confía en sus defensores. Despeja con los pies las fáciles de agarrar con la mano. Revienta de punta las complicadas. Las manda fuerte, alto, lejos, como para que caigan en mayo. Grita, pero no ordena. Es ciclotímico, bipolar, extravagante. Ataja un tiro libre a la vez que da una vuelta carnero, en la siguiente mete adentro una que iba afuera.

La tiene de más cuando debe tocar de primera. Llega tarde a cortar. Embiste, pega, se queja sin motivo, protesta, pide tarjeta, no se compadece ni cuando se desmayan a su lado, habla, provoca, hace gestos, muestra los encendedores que le tiran como si fueran granadas de mano, encara a los jueces, los barras, las dirigencias, denuncia sobornos, acusa a los periodistas. En el VAR que revisa la oposición siempre está offside.

Patea sin mirar, leyes, decretos, funcionarios, pero alguna de las que agarra de voleo las clava en el ángulo del arco contrario. Digamos todo.  

*Periodista.