Lo primero que abruma es lo impensado, ya que los argentinos reposamos en la periferia y no en el centro de las cosas. Nuestra participación en el fútbol, por ejemplo, tampoco aplica como excepción de ser centro, ya que es en realidad sólo de prestado que nuestros talentos logran su máxima expresión jugando en otros países.
El puesto de papa, tengo la sensación, es más difícil de conseguir que el de presidente de un país, CEO de una compañía multinacional o una butaca en un equipo de F1. De todos estos casos hay muchos puestos, pero del de papa uno solo y desde ahí comienza la barbarie reflexiva.
Estamos dedicando un tiempo enorme a digerir el nuevo concepto de nuestra centralidad. Por lo menos yo mismo, no estoy del todo preparado para que los canales del exterior no paren de hablar de Argentina y el nuevo pontífice. Entiendo que la elección de Juan Pablo II causó también enorme conmoción, pero los polacos por lo menos habían sido invadidos por los nazis. Nosotros sólo tenemos algún gol mal cobrado en un mundial y buena carne, que también viaja, y otra vez lo mismo, de la periferia hacia el centro. Ese papa no debería estar allí, eso no puede ser, no es posible lo que vemos. Tantos años conociendo fragmentos de sus misas en el noticiero y vestido de otra forma, mientras ahora parece que este hombre era un candidatazo para el puesto de primado de la Iglesia sin que nadie lo pueda prever. Algo en que los especialistas en la vida eclesiástica deberán pagar sus culpas, lo mismo que los encuestadores con sus malos pronósticos.
Pero las sociedades, todas ellas, son una combinación de actualización y variación, haciendo un juego constante de repetir lo que ya se conoce y al mismo tiempo dejar que cada momento sea también un presente mínimamente distinto. Con sólo mirar una foto de uno hace diez años se podrá comprobar de qué manera el tiempo ha cambiado las cosas sin que uno note ese momento preciso de transformación. En esos diez años cada segundo actualizaba la lógica conocida y al mismo tiempo hacía una pequeña y no visible modificación.
Después del shock inicial, a Bergoglio hay que ubicarlo dentro de la lógica Argentina porque de otro modo es insoportable. La sociedad trata a las novedades con asombro, pero inmediatamente reacciona para ajustarlas a lo conocido. Poner a Bergoglio en medio de la dictadura es un acto de paz, de paz cultural, de bajar el asombro hacia un terreno conocido.
Como no estamos listos para semejante centro, debemos transportarlo a los canales irresueltos de lo que suponemos saber, a la disputa y a la diferencia. Bergoglio no debe estar a la altura de Wojtyla, piensan aquellos que no soportan el asombro. Este hombre es argentino y de modo que debe ser imperfecto y denunciable, como todo argentino malo, por colaboración con la represión de la última dictadura.
Entiendo que se ha escrito entre lágrimas a periodistas sobre la bronca de este episodio y pensaba en las lágrimas también del holocausto y el pacto con Irán. Pensaba también en las víctimas del stalinismo o de la china de Mao, y sus reflexiones de que todavía se use al marxismo como teoría crítica. ¿Ellos también llorarán con fuerza hasta hoy?
Apenas terminados los Beatles, John Lennon editó en su primer disco post banda un tema denominado God (Dios, en inglés) en cuyo comienzo decía que “Dios es un concepto a través del cuál medimos nuestro dolor”. Cuando Jorge Mario Bergoglio se transforma en Francisco, y por lo tanto en alguien que golpea directametne las puertas del cielo, hace surgir parte del dolor argentino. No es él ahora Dios, pero en teoría está ahí nomás y nos muestra la medida de nuestras penas.
Al tratarlo como se trata y denuncia a los asesinos y torturadores, se lo coloca de nuevo en la periferia del universo argentino. No es el nuevo referente o líder mundial, es en realidad una expresión más del imperialismo yanqui y sus recursivas máscaras, y lo insoportable de su imagen en ese balcón hablando en otro idioma, cae a la realidad latinoamericana para ajustarse y ser soportable por nuestra cultura.
No puede ser, es un engaño, no puede ser posible que ese argentino esté allí.
*Director de Ipsos Mora y Araujo.