Los argentinos tenemos varias certezas respecto de 2007. En lo económico nos hablan de una inflación de un dígito y de un crecimiento que, desde el piso de un 4 o 5 por ciento, terminará alrededor del 8. En lo productivo nadie fallaría si pronostica más discusiones, conflictos y medidas de fuerza con la gente del agro. Que en varios distritos no se cumplirá con el cronograma de clases en las escuelas oficiales primarias y secundarias ya ni siquiera es noticia. Triste. En lo político, sabemos que las elecciones de octubre darán continuidad al apellido Kirchner en la presidencia y que un motonauta que cimentó su popularidad ganando carreras de segundo orden terminará manejando el principal distrito del país.
Acostumbrados a este tipo de referencia cuando, pasado el balance de los últimos doce meses, se impone la perspectiva para los que vienen, solemos decepcionarnos un poco cuando esperamos que nos den precisiones sobre lo que puede esperarse del deporte en el año por venir.
No se decepcione. Al contrario. Disfrute de que el deporte sea un ámbito tan dinámico, para que sean muy pocas las cosas que puedan predecirse. En realidad, podemos predecir todo. Lo difícil es que acertemos en alguna. ¿O acaso alguien hubiera imaginado a Italia campeón mundial de fútbol? Sólo un pincharrata borracho de ilusión podía imaginar ganarle a Boca un campeonato en una final mano a mano. Como éstos, hay miles de casos que no sólo justifican mi previsión, sino que le dan al deporte un encanto incomparable.
El hincha, el jugador, el técnico, el periodista, todos los que de alguna manera vibramos o vivimos para y gracias al deporte, sabemos que el de la competencia es un río muy ancho, en el que se mezclan las aguas del placer por ganar y el alivio por no perder. Claramente, si no existiese el morbo de una derrota, no existirían las multitudes que llenan estadios ansiosas por una victoria. Y alrededor del éxito y del fracaso (“esos dos farsantes”, según Rudyard Kypling) merodea el fantasma de lo impredecible.
Aun así, a modo de juego de fin de curso, le tiraré algunas puntas como para ver qué esperar. Es más, hasta le voy a dar el gusto de tirar un par de presagios para que, dentro de doce meses, no sólo se burle de mis vaticinios sino que también me dé la derecha en esto de que pronosticar es para los meteorólogos.
El fútbol argentino vive tres frentes complejos. El local, que viene de padecer un torneo vergonzoso con un final paradójicamente maravilloso. Además, salvo excepciones, se intensifica la tendencia de muchos equipos importantes de no comprar figuras del mercado local para “alquilar” jugadores que, si no juegan en sus clubes en el exterior, no será porque atraviesen su mejor momento. Es curioso: algunos administradores prefieren alquilar aun teniendo plata para comprar. ¿Tendrán esa plata que dicen tener? Si la tienen, ¿en qué la usarán?
El frente internacional a nivel de clubes viene fulero. Salvo por las conquistas de Boca, los últimos años vienen duros. Ni siquiera pegamos semifinales en la Libertadores y en el engendro de la Sudamericana ahora ganan los mexicanos...de Norteamérica. Creo que la Libertadores 2007 significará la vuelta del fútbol argentino al primer nivel.
Y el pobre seleccionado termina el año como para que Basile plante bandera. No sólo no podrá jugar en Francia el 7 de febrero con los jugadores que quería usar del mercado local, sino que los clubes no se comprometen a ceder los hombres con la frecuencia lógica que merece la Copa América, torneo fundamental para armar el equipo de las eliminatorias. Vaticinar la renuncia de Basile sería una irrespetuosidad. Prefiero imaginar algo de compromiso de parte de la dirigencia.
El 2007 será un gran año para nuestro tenis. Cañas, Coria y Del Potro serán piezas clave en nutrir aún más a la Legión. Podemos llegar a una cifra récord de jugadores entre los 30 mejores y volver a disfrutar de emociones grandes en los Grand Slams. Nalbandian tendrá un primer semestre durísimo, pero si llega a junio entre los 10 mejores, luego puede apuntar a recuperar un sitio entre los 5. La Davis tendrá un momento bisagra en cuartos de final. Si la Argentina derrota a Suecia, tendremos una final en el Parque Roca.
Después de un 2006 lleno de mundiales, el 2007 será el año del rugby. El equipo de Loffreda viene de atravesar la paradoja de una enorme crisis institucional y una fantástica performance en la cancha. Realmente, un gran año. El problema del Mundial es que, una vez más, desde los escritorios condenaron a Los Pumas a remar contra la corriente. Siendo el sexto equipo del mundo, jugará sus chances debutando contra Francia, el organizador, e Irlanda, el mejor equipo del hemisferio norte. Temo que para pasar a cuartos de final, se deba sorprender a los franceses en el debut, que sería un impacto sin precedentes en este deporte.
Entre tanta introducción, me olvidé de anticiparle que no existe espacio posible para imaginar escenarios para tantos deportes. Más aún cuando a mitad de año se disputarán los Juegos Panamericanos en Río de Janeiro. Por eso, me reservé el final para acomodarlo un poco en el escenario de una mega competencia que hace mucho dejó de ser un mini Juego Olímpico para convertirse en escenario de disputas de disímil prestigio, según el deporte del que se hable. Seguramente disfrutaremos de emociones con Chiaraviglio, Baliengo, Cerra, Bardach, Meolans, el hóckey de chicos y chicas y otras historias menos previsibles. Pero antes de evaluar resultados y, a partir de ellos, dar un diagnóstico general sobre nuestro deporte, recuerde que en la Argentina no hay políticas deportivas. Hay honradez y buenas intenciones de Morresi y su gente, hay algunos dirigentes importantes en pocas federaciones, pero hay poco presupuesto y mucho desinterés en mucha gente para honrar un cargo de dirigente. Al deporte argentino no se lo corrige siquiera triplicando el presupuesto oficial. El deporte argentino necesita un plan a muy largo plazo con consignas inalterables. El deporte argentino necesita que el dirigente entienda que el deportista no es un mal necesario sino la razón de su existencia. En esto, le juro, sí que espero estar dando el pronóstico acertado.