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UN TIEMPO NUEVO

Disparates de las encuestas

En la sociedad líquida nada es muy previsible. Los ciudadanos viven en una colmena en la que existe un ruido infernal. Todos intercambian mucha información que los hace cambiar de posiciones, sobre todo, la velocidad con que se difunden las noticias es descomunal. En ninguna elección latinoamericana pospandemia fue posible anunciar los resultados unos meses antes de los comicios. Las encuestas no pueden ocupar el mismo puesto de antes. Definitivamente pueden llevar a equivocaciones si se las pretende usar para predecir el futuro.

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No es no. Los afiches para el referéndum convocado por el gobierno ecuatoriano. El rechazo estaba asegurado por una tendencia frente a los gobiernos, que es global. | AFP

La sociedad hiperconectada enriqueció al trabajo académico. En los últimos años hemos podido estudiar la política de Argentina, México, Brasil, y Ecuador permanentemente. Cuando se realizan elecciones en un país que nos interesa, hacemos investigaciones y discutimos nuestras hipótesis con académicos, políticos y equipos de campaña de ese lugar. Estos estudios comparados, realizados en contacto con la realidad concreta, nos permiten afinar teorías y experimentar técnicas de investigación y de comunicación.

En todos los países existen personas que hacen estudios y realizan trabajos interesantes. Aprendemos de todos ellos. Desde hace casi dos décadas enseñamos en la Escuela de Graduados en Gerencia Política de la George Washington University, y actualmente en casi todos los países de habla hispana existen consultores y políticos que fueron nuestros alumnos. Ellos nos contactan con personajes políticos y académicos locales, que nos proporcionan investigaciones y participan de discusiones enriquecedoras.

La semana pasada se celebraron en Ecuador elecciones para alcaldes y gobernadores, que nos entregaron nuevas lecciones que ratifican las hipótesis, que venimos elaborando a partir del estudio de las últimas elecciones norteamericanas, chilenas, peruanas, colombianas, brasileñas, y mexicanas.

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Nuestros países votaron durante los últimos años candidatos que representaban el cambio

Empecemos por hablar sobre las encuestas. Como siempre, los medios de comunicación, después de todas las elecciones, dicen que se equivocaron y esta vez lo hicieron de manera exagerada. El gobierno ecuatoriano convocó paralelamente a las elecciones a una consulta popular acerca de varios temas. Con la experiencia del trabajo de décadas en el continente, anticipamos, hace más de un año, que fracasaría cualquier consulta convocada por este gobierno. Tal vez pudo ganar el Sí con una estrategia sofisticada, elaborada por profesionales especializados en el tema, pero son pocos en la región y en este caso no existían. Hemos participado en bastantes consultas, y éste ha sido un tema frecuente de discusión en la universidad, con lo que hemos acumulado conocimientos que nos ayudan a comprender estos eventos. Sabemos ante todo, que si las cifras negativas de un presidente son superiores al 70% en determinadas variables como su imagen, confiabilidad, credibilidad y otras, es prácticamente imposible que gane el Sí en una consulta convocada por él.

El presidente ecuatoriano estaba en esa situación y toda consulta que convoque, prescindiendo del tema de que trate, estaba condenada al fracaso. Casi nunca, y menos en Latinoamérica, la gente vota por el contenido de las preguntas de una consulta. Son pocos los que las leen atentamente y deciden su voto porque reflexionan. La inmensa mayoría de electores, incluidos los intelectuales y militantes, lo hacen motivados por sentimientos y prejuicios ideológicos y personales, de los cuales, el más importante es la imagen de quien convoca a la consulta.

Si, con su imagen actual Guillermo Lasso, Alberto Fernández, Dina Boluarte o Gabriel Boric  convocan a un plebiscito sobre cualquier tema está asegurado el triunfo del No. Se han dado anteriormente muchos casos semejantes: en Colombia con la consulta sobre la paz, en Inglaterra con el Brexit, en Chile con la nueva Constitución y otros más. En este último país, Boric está dedicado a redactar un nuevo texto constitucional con el concurso de académicos y de intelectuales. Su obsesión académica lo distrae de la atención a los problemas de un país que, literalmente, está en llamas. Puede estar seguro que, con la imagen que ha proyectado, está destinado a un nuevo fracaso aunque Andrés Bello se reencarne para ayudarlo a redactar un texto perfecto.

Los ciudadanos intercambian información y cambian de opinión a gran velocidad

Las encuestas, en general, dijeron en Ecuador que el Sí ganaría en todas las preguntas. Un estudio realizado inmediatamente antes de los comicios aseguró un triunfo abrumador que entusiasmó al gobierno, que incluso preparó una fiesta con música y grupos de danza para celebrarlo. Además de otros temas particulares, la equivocación de las encuestadoras fue metodológica. Preguntaron a la gente cómo se definía ante cada una de las preguntas, que habían sido redactadas con un sesgo  para que la respuesta “Sí” fuera casi inevitable.

Informe Confidencial no preguntó por los contenidos de la consulta, sino sobre el acuerdo o rechazo con quien preguntaba. Con nuestra vieja experiencia, averiguamos si la gente quería apoyar o rechazar al gobierno con la consulta. El resultado mayoritario fue No, prescindiendo del tema del que se tratara. Suele pasar lo mismo con los programas de gobierno que interesan a muy pocos y nadie lee.

La gente vota en contra o a favor de candidatos que parecen representar los intereses de los ricos, de los pobres, de los anticuados o de los progresistas, o de otras identidades. Sus programas solo son un papel que, aunque diga cualquier cosa, solo se asume como la expresión de esas identidades.

Votamos por quien sentimos que debemos votar, no por el candidato que nos convence de nada. Un ciudadano que odia al macrismo no votará por sus candidatos aunque ofrezca incrementar los subsidios y devaluar todavía más la moneda. En las elecciones de Quito y Guayaquil, ciudades que, sumadas, concentran a casi la mitad de la población del Ecuador, ganó la izquierda por primera vez en la historia. Un análisis superficial podría explicar lo sucedido solamente desde la variable ideológica, pero el fenómeno es más complejo. Solo un 12% de ecuatorianos se dice de izquierda y un 10% de derecha. Son categorías que estaban vigentes el siglo pasado.

Las nuevas formas del Poder

Los votantes de todos nuestros países votaron, durante los últimos años, por candidatos que representaban el cambio. AMLO, Macri, Boric, Castillo, Petro, La Calle Pou, el Lasso de la segunda vuelta, se presentaron como líderes que pretendían superar la política que hacían sus antecesores. Bolsonaro perdió la reelección. Desaparecieron varios sistemas binarios de partidos que parecían eternos, como el PRI y el PAN en México, Conservadores y Liberales en Colombia, la Concertación y la derecha en Chile, el PT y el PMDB en Brasil, el Frente Farabundo Martí y Arena en El Salvador.

En Guayaquil y Quito la Revolución Ciudadana tuvo el acierto de presentar candidatos nuevos para la población, distintos de sus dirigentes tradicionales, que rompían con la anomia instalada en la capital desde hace tiempo y con la eficiente administración socialcristiana que controló el puerto durante cuarenta años. Ni la ineptitud, ni el trabajo eficaz fueron premiados con la continuidad. Parecía imposible que los socialcristianos pierdan Guayaquil. Ninguna encuesta tuvo información concreta que lo vaticinara. Los estudios que tenían los dirigentes de ese partido, otorgaban el triunfo con al menos 18 puntos, sobre su inmediato contenedor hasta el día de la elección. La encuesta realizada el sábado anterior al día de las elecciones por Informe Confidencial detectó un ascenso vertical de la izquierda que lo ubicaba dos puntos por debajo de la alcaldesa que pretendía reelegirse. Concluimos que el PSC iba a perder la alcaldía de Guayaquil, no porque tenía cifras menores a las de su adversario, sino porque la tendencia de la serie de encuestas permitía pensar que ese sería el resultado. No importaban tanto las cifras, sino la tendencia a subir o bajar de cada candidato.

El estudio nos dijo que, al igual que lo que viene ocurriendo en otros países de la región después de la pandemia, la indecisión de los electores era enorme. La mitad de la población no sabía por quién votar en vísperas de las elecciones. Esta indecisión estaba correlacionada con un enorme pesimismo, el rechazo al gobierno y a todo el establecimiento, un sentimiento generalizado que deberían irse todos los políticos. Como en Colombia, Perú, Chile, Brasil, Estados Unidos, todos los candidatos tenían un saldo negativo en los porcentajes que describían su imagen. La exit poll aplicada el día de las elecciones por otra empresa, confirmó un triunfo arrollador de la derecha no solo en esas ciudades, sino también en otras circunscripciones, como la gobernación de la provincia del Guayas, la mayor del país. Esa encuesta tuvo deficiencias técnicas. Cuando se hace ese tipo de estudio cumplido con los recaudos técnicos, el margen de error debe ser menor al 1%, porque no es un estudio de opinión, sino un análisis de datos sobre hechos concretos. Traducido al castellano, su nombre significa la encuesta de la puerta de salida. Los encuestadores van a los recintos electorales, se ubican en el lugar por donde salen quienes ya votaron y les preguntan sobre un hecho, no sobre una opinión: ¿por quién viene votando? Una encuesta hecha en otro tiempo o lugar, refleja actitudes de las personas sobre lo que podrían hacer, pero ésta puede cambiar hasta el momento del sufragio.

En el enjambre

En Argentina, nos especializamos en comportamientos estrafalarios. La mayor parte de las exit poll que se realizan en el país son telefónicas, lo que las desnaturaliza y vuelve inexactas. Los encuestadores llaman por teléfono a la gente, preguntan a quien contesta si ya fue a votar y por quién lo hizo, lo que amplía los márgenes de error. Las exit poll ecuatorianas se equivocaron, a veces por más de veinte puntos, estuvieron mal hechas, pero ratifican lo que hemos dicho reiteradamente: las encuestas no sirven para predecir el futuro. Son herramientas que, manejadas por expertos, proporcionan materiales para elaborar estrategias electorales.

En la sociedad líquida nada es muy previsible. Los ciudadanos viven en una colmena en la que existe un ruido infernal. Todos intercambian mucha información que los hace cambiar de posiciones sobre todo, la velocidad con que se difunden las noticias es descomunal. En ninguna elección latinoamericana pospandemia ha sido posible anunciar los resultados unos meses antes de los comicios. Las encuestas no pueden  ocupar el mismo puesto de antes. Definitivamente pueden llevar a equivocaciones si se las pretende usar para predecir el futuro.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.