COLUMNISTAS
REPORTAJE: Enrique Pinti

“Doce años es mucho tiempo en el poder”

Deslumbra en el escenario con sus ironías contra los políticos. Críticas a los que buscan inhabilitar a un funcionario por su edad. Y depresión en democracia, algo que sólo sufría en dictaduras.

Grieta. “Yo digo ‘no se peleen’, porque si no se cruza un límite y no les importa nada.”
| Marcelo Aballay

Efectivamente: han pasado treinta años y, como por arte de magia y talento, Enrique Pinti ilumina el escenario del espléndido Teatro Liceo con la Historia (y no con el “relato”) de muchas cosas que nos han ocurrido a los argentinos en estos tiempos turbulentos.
Mucho más delgado, con un magnífico vestuario de Renata Schussheim y la coreografía de Elizabeth de Chapeaurouge, Pinti deslumbra siempre con su locuacidad y su memoria implacables.

—Yo estrené este espectáculo en 1985 y dejé de hacerlo en 1994, después de diez años en cartel, y te diré que cuando lo escribí, en 1984, fue como una especie de grito de libertad. Veníamos de la dictadura, pero todavía, en el escenario, no se había hablado con humor no solamente de lo que había pasado durante la dictadura sino de lo que había pasado en la historia del país. Había, sí, una historia oficial, medio alambicada… Bueno (y aquí no puede menos que reírse), ahora no se enseña ninguna. ¡Ni alambicada ni nada! Ahora es “el relato”, aunque la verdad es que toda la vida nos han encajado “el relato” no solamente a nosotros.         
Es tan fascinante charlar en el camarín de Enrique como si te hubieran designado la mejor platea. Al mismo tiempo, mientras trabaja el fotógrafo, Pinti confiesa: “¡Hay momentos en los que la realidad es muy inoportuna! ¡Golpea a la puerta y te dice ‘aquí estoy, ¿viste?!’ Entonces ahí el ‘relato’ se desbarajusta”.

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—Además, de pronto ahora, como bien decís, surgen cosas como que ser viejo equivale a estar muerto. Por lo cual el doctor Fayt no puede ser miembro de la Corte.
—Pero ¡por supuesto! Vos sabés que la vejez siempre ha sido un problema enorme para los demás. Generalmente nos convencen a los viejos, y eso también me ha pasado en mi familia, de que, por ejemplo, en una época, después de los 60 años ya estabas muerto. Ahora, como la medicina mejoró, después de los 70 ya te empiezan a mirar con sospecha. Pero si superás los 80, y gracias a Dios es muchísima la gente que los supera, sos todavía más sospechoso. Entonces te empiezan a tirar cosas como “estás viejo” o “¡qué te puede pasar!”. ¡Y son cosas que también pueden pasarles a ellos! Además, realmente, gobernantes en “edad correcta” (de un modo escolar entre los 40 y los 60) son los que están manejando el mundo y la verdad es que ¡no lo manejan demasiado bien! A veces parecería que tienen Alzheimer o artrosis… Entonces, ¡eso de poner la edad como excusa para inhabilitar a una persona es absurdo! Lo único que puede inhabilitar a las personas son sus actos y lo único que puede inhabilitar a los jueces son sus fallos. Hay mucha gente que donde hay rojo ve verde y tiene 45 años. Y esos jueces, por ejemplo, fallan como creen o como les conviene ¡y como les dijeron!

—Sí, hay distorsiones que llaman la atención. Por ejemplo, para la Presidenta ser joven es fantástico. Mirá a Boudou, fijate en los muchachos de La Cámpora… Ser joven es todo un éxito.
—Bueno, es como cuando, por ejemplo, decían “los ricos no roban”. ¡Entonces mejor votar a un candidato rico porque no va a robar! Y como venimos comprobando desde hace mucho, ése es un disparate total y, te repito, lo venimos comprobando con un montón de ejemplos típicos de gente que era rica y ¡robó igual! Porque el dinero es poder. Es muy sensual. Y el poder es muy tentador y nunca te conforma. Es insaciable. Entonces, ese dinero que se consigue en forma irregular (por decirlo de una manera elegante) significa poder. Tener cosas. Por lo tanto, eso de que “el rico no roba” o “el viejo se equivoca” es una hijaputez… En España, el jefe de Ciudadanos, que es una agrupación de centroderecha con un líder muy joven, acaba de decir la barbaridad de que ¡el poder tiene que estar en manos de gente que nació después de la Constitución de 1978! Ellos son los que deberían gobernar el país porque la tienen clara. Nacieron en democracia. En cambio, los otros vienen arrastrando todo el franquismo y qué sé yo, no están habilitados. Por supuesto que se le tiraron todos encima y le dijeron de todo. Por eso digo que “el mal corre”, y esto es internacional. El jefe de Ciudadanos no llegó al poder todavía y ya quiere eliminar a los viejos. Después se disculpó en cinco idiomas, dijo que lo que quería decir era que “preferiblemente” se refería un poco a su generación y que quería renovar la política. Son mentiras y metidas de pata o malas intenciones que anidan en un montón de gente, así como en nuestra época, ¡cuando éramos jóvenes!, y los dinosaurios danzaban en el planeta Tierra todo era al revés. Los viejos eran los más respetados y los jóvenes no servíamos para nada. Y no se puede ir de un lado al otro de la escala.

—Claro, los jóvenes no sabían nada y los viejos resultaban los depositarios de la sabiduría… Fijate, sin embargo, qué curioso que hoy tenemos, por ejemplo, a una presidenta que tiene una obsesión por la juventud. Mirá la edad de Kicillof y de quienes lo rodean.
— Esos son, digamos, “apoyos” de una juventud que tanto desde la oposición como desde el Gobierno se metió en política. En principio, eso a mí me parece muy positivo. La generación anterior, los “ni ni”, que no sabían nada y no les importaba nada, a mí no me interesaba. Prefiero a estos que meten la pata, que se enroscan tanto desde la Juventud Radical como desde La Cámpora. Lo que sea. A mí, la juventud que se mete en política me gusta. Lo que pasa es que no hay que sobrevaluarla, porque en cuanto la sobrevalorizás ¡los jóvenes se la creen! Y al creérselo se forma una patota. Y eso no sirve. La patota es algo peligroso y siempre prende en la juventud. Así como los buenos también quieren meterse existe la posibilidad patoteril adolescente que es algo muy diferente.

—Bueno, anoche, en la función, me fijé que el público seguía muy atentamente todo lo que vos decías con respecto a “la grieta”, que es algo real y que está dividiendo el país.
—Es cierto, pero tiene historia. Siempre existió, y a veces fue todavía más terrible que ahora. Esto se va a calmar y va a pasar. Las otras grietas dejaron heridas muy fuertes, peores que ésta. Por eso yo les digo “no se peleen”, porque después se cruza cualquier límite y no les importa nada. Esto no quiere decir desvalorizar la política. Quiero que esto quede bien claro, ¿eh? Porque si no parecería como que uno, de viejo, se vuelve un poco anarco y entonces dice “nadie sirve para nada”. Y no es eso. La política es absolutamente necesaria (y lo digo y lo repito en el espectáculo). Si no, no se puede vivir. Pero no tienen demasiada seriedad. Ni acá ni en ninguna otra parte del mundo. Hace más de cuarenta años que voy a distintos países y ¡no voy al shopping! No me conformo con Bal Harbour y con decir “¡Qué lindo está Miami!”, “¡Qué bonita es Nueva York!” “¡Qué cultura tiene este país!”. Conozco a montones de personas que viven allí desde hace treinta años y tienen cualquier cantidad de contradicciones y de barbaridades que han tenido que hacer. Justamente lo digo en el espectáculo porque si uno exagera y no contextualiza los males y cree que sólo le pasan a uno… bueno, es muy natural y muy normal que uno diga “¡No me importa! Me interesa lo que pasa aquí! Lo que pasa afuera, no!”.

—Pero, por ejemplo, hoy estamos presenciando una ofensiva para cambiar la Corte Suprema de Justicia.
—Justamente porque ¡el poder es así! Mientras vos tenés el poder, abusás de él. En el espectáculo yo lo muestro en el cuadro de Isabel la Católica y Cristóbal Colón –entre paréntesis, una reina fantástica, vestida de lamé dorado frente a un Colón obsecuente y habilísimo, ¡algo imperdible!–, y lo veo con todos. ¡Cuanto más tenés, más querés! Entonces aparece una cosa de omnipotencia, de querer agarrar todo, y esto no es nuevo. Ni en la República Argentina ni en ninguna parte. Vos fijate que la Corte Suprema de los Estados Unidos está formada por viejos, ultraviejos conservadores, mayoritariamente de la derecha. Y John Wayne es Rosa de Luxemburgo al lado de la gente que ha estado en la Corte de los Estados Unidos. Cualquier causa progresista se daba contra la pared porque había cuatro señores, y ninguna mujer, absolutamente machistas y ultra-neoconservadores de cuarta. ¿Entendés? Entonces al pobre siempre le parece que, cuanto más reaccionaria sea la cúpula del poder, militar o de seguridad, más van a engrandecerse ellos mismos haciendo siempre gala de su omnipotencia.

—Pero volviendo al caso argentino, esta Corte Suprema era uno de los grandes logros de Néstor Kirchner.
—Sí, claro que sí. Pero en cuanto se logra algo… una cosa es el logro y otra los resultados. Vos podés creer que eso está bien y qué sé yo… pero después ¡cambian! Es todo los mismo: Lilita Carrió decía que su límite era Macri y no fue su límite Macri. El señor De Narváez dijo “Massa, massismo, más de lo mismo…”, y ahora es el delfín de Massa. Y entonces hay una especie de “te lo digo” pero después decís lo que se te da la gana. Acordate de Menem cuando dijo: “¡Si les decía la verdad, no me votaban!” –y por supuesto para esta frase Pinti adquiere el más puro acento riojano–. Decirle al pueblo en la cara “te engañé para que me votes” ya es haberse sacado todas las caretas, como decía Florencia de la V. Por supuesto que los K consiguieron muchos logros. No solamente el de la Corte Suprema en el comienzo. Tuvieron una serie de logros importantes que en parte no están desvirtuados pero en otra parte sí. Entonces, querés achicar la Corte porque no te conviene. Se nota mucho el maquillaje, ¿te das cuenta? Pero para no deprimirme tanto, cosa que me viene pasando desde hace un montón de tiempo, ¡en las dictaduras ni hablar!, pero en democracia no venía pasando tan fuertemente… Claro, antes nadie estuvo tres períodos, ¿entendés? El problema es ése. Seis años, bueno… ¡pobre Alfonsín! Ni siquiera los pudo terminar. El otro, vivo, se acomodó y cuando vino –con acento riojano– el asunto de la “re, re, re…” y se dio cuenta de que se le caía el mundo encima rajó, se borró… Hay una parte del kirchnerismo que es una nueva forma de peronismo también y, como decíamos, está tres períodos seguidos. Doce años es mucho tiempo en el poder, y cuando vos estás mucho tiempo en el poder… Fijate lo que son las cosas: Bolívar, que es el germen del bolivariano, etc., etc., si no recuerdo mal en la época del colegio nos decían que una de las cosas peores que podía pasarle a la democracia latinoamericana era la eternización en el poder. Y Bolívar lo decía por él mismo, porque tanto él como San Martín dijeron: “No, no, nosotros nos retiramos. Ya hicimos lo que teníamos que hacer ¡y no nos vamos a quedar eternamente!”. Tuvieron esa grandeza, muy del siglo XIX; entonces, ahora, ¡esgrimiendo cosas bolivarianas se quedan a vivir! Ojo: se quedan a vivir con el voto de la gente, pero yo no me conformo con eso del fraude porque a mí la clase política argentina me decepciona mucho. Cuando ganan dicen “el pueblo supo votar”, y cuando pierden dicen “hubo fraude”. ¡Nos están tratando como retardados mentales! ¿Hubo fraude o no hubo fraude? Vuelven a hacer el escrutinio y entonces “no, no hubo fraude. ¡Mirá vos cómo gané!” Es algo tan absurdo que cuando escuchás a los candidatos preconizar “el bastonazo o el cinturonazo”, como Miguel del Sel o Macri, que dice “vamos a bajar los impuestos”, cuando son los más altos de la Ciudad de Buenos Aires. Y cuando escuchás a Massa, ¡que fue jefe de Gabinete anteayer!, termina diciendo que está todo mal. Bueno, entonces aparece la doctrina Scioli: “Quedo bien con todo el mundo. No digo nada…”, cuando el conurbano bonaerense es un desastre con un montón de villas miseria que no han podido sacar, y de cloacas ni hablar.

Y mientras el público aplaude calurosamente pensamos que, sin duda, esta nueva Salsa criolla está bien condimentada.