Apareció en el diario PERFIL lo que podríamos denominar “el nuevo relato”, una acusación a Doña Petrona C. de Gandulfo (“Doña Petrona, el populismo kitsch”, de Marcelo Gioffre, edición del domingo 10 de mayo de 2015) –de ahora en adelante DP–. He transcripto párrafos completos de la nota original y sugiero algunos diagnósticos posibles para el autor. Los signos de interrogación son cuando tanto él como yo nos perdimos en el texto.
Según el acusador, DP era culpable de: no saber cocinar, enseñar recetas de forma inespecífica, imposibles de realizar, promocionar una marca de corpiños y una casa de comidas, ser conservadora, católitca y afecta a la imagen de la “virgencita” (eclesiofobia), ensalzaba al ama de casa, usaba escarapelas grandes y hacía tortas con la bandera argentina, se la llamaba por el apellido de su marido, o sea, era la “señora de”, le hablaba al ama de casa que se quedaba en el hogar mientras el marido salía a trabajar. Esta descripción le cabía a casi cualquier ama de casa hasta los 50 y 60. Quizás el autor nunca cocinó o comió una receta de Doña Petrona y por eso ningunea a los millones de hogares que cocinaron y aún lo hacen con su libro. Era cara, es cierto, pero cuando podía la gente se daba el gusto de seguirla, sin sentirse por eso manipulada.
De haber visto alguna vez televisión, sabría que con ella, aún hoy, suelen promocionarse no sólo corpiños y alimentos, sino también pastas dentífricas, preservativos, autos y otros productos. Ignora también que gran parte de la población argentina es devota de alguna virgen. Y la desprecia. A la virgen y a los que la veneran. No observó que solemos izar la Bandera y en ocasiones lucir la Escarapela. Sólo omitió acusarla de haber cantado sospechosamente el Himno Nacional.
Ya no tiene edad para andar diciendo esas cosas. Es un hombre grande. Lo que viene es lo más extravagante, cuando concluye que: “Su apogeo formó parte del deterioro institucional del 50 al 80. Comotrabajó en televisión en esa época, tuvo que ver con los gobiernos de Onganía, Levingston, Lanusse y Videla, con relaciones estrechas con los militares. Era una versión kitsch del peronismo bonaerense. Su caridad era ostentosa (?), padecía de homofobia (?), como sus postres eran más para mirar que para comer (favoreció el auge del populismo (?)... Que no hace menos pobres a los pobres pero los hace sentir protagonistas de una epopeya (???) y son usados para que un grupo de políticos astutos se llenen los bolsillos (¿este hombre está bien?). Lo que importa es que esa fantasmagoría les permita abrazarse a una venganza simbólica (me perdí) es un fraude (!). Pero un fraude compensatorio que tal vez ayuda a los humildes a sobrellevar a sus viditas (sic, sic, sic, sic) miseables (aporofobia, fobia a los pobres) a cambio –y éste es el inconveniente– de una renuncia definitiva a la revolución personal de ser alguien por sí mismos”. Es un menjunje que me resultó indigerible.
Les cuento, DP publicó su primer libro en 1935, a mi madre se lo regalaron ese año, cuando se casó; debutó en esa época en Radio Argentina y siguió después en muchas otras. En los años 60 llevaba más de veinte años de ser la número uno. Su libro se tradujo a varios idiomas, incluido el ruso, vendió más de 3 millones de ejemplares a gente que no pensó que sus recetas eran tan malas. Sólo la Biblia se vendió en Argentina más que su libro. Publiqué con ella Coma bien y adelgace, que se transformó en un clásico. Era una trabajadora incansable. Era Gardel, contestaba personalmente las consultas por carta y telefónicas. Tuvo la humildad de aceptar la coautoría con alguien como yo, que recién venía surgiendo. Una grande. Trabajó en TV, en los 50, 60 y en los 70, en el Canal 7 y en el mítico Buenas tardes mucho gusto, padre y madre de los programas hogareños. Yo también trabajé con ella, y también en otros. Bah, en todos los canales. Todos los que vivimos en Argentina seguimos trabajando, y eso no nos transformó en golpistas, represores o ninguna de las categorías diseñadas en los relatos actuales. Trabajamos. Yo, mi padre, mi madre, mis amigos, mis colegas, etc. Cada uno siguió con su oficio o profesión. Y por eso siguió funcionando este país. Por los que trabajamos y hacemos cosas mirando para adelante sin ensañarnos con enemigos imaginarios del pasado.
Cómo logró DP con sus tortas favorecer el populismo, con sus pastas hacer que los pobres se sintieran protagonistas de una epopeya y con sus guisos que los políticos se llenaran los bolsillos no quedó claro. Lo del fraude compensatorio, menos. Y lo de viditas miserables (¡que megalomanía!), menos aún. En una palabra, no entendí por qué se la agarró con Doña Petrona. Lo que escribió es incomprensible. Es una nota acorde con lo peor de los tiempos que vivimos. La Biblia y el calefón.
Quizá mi nota trasunte alguna carga emocional. Es sólo una pequeña parte de lo que me produce este relato y todos los otros que circulan por ahí. Sólo que esta historia la conocí de cerca.
Conozco PERFIL, esta nota sólo pudo haber sido publicada por un error de imprenta. No interesa la respuesta, preferiría una fe de erratas.
*Médico.