
La sociedad argentina está dividida y ese hecho se puso de
manifiesto el 1° de marzo, con el mensaje presidencial al Congreso. Esta vez el
presidente Macri no apeló a su aspiración de una Argentina unida, que fue casi
un leit-motiv durante buena parte de su primer año de gobierno; ahora lo tomó
como un dato y sobre ese dato se tiene
la impresión de que construirá su curso de acción. En el Congreso, el Presidente volvió a hacer gala de varios de sus atributos mas distintivos: su
actitud dialoguista, su respeto a la prensa, su rechazo a los arquetipos
mesiánicos.
De ese modo, el Presidente demarcó la cancha. Dirigiéndose a
la parte de la sociedad que está convencida de apoyarlo, y no a la parte que
está convencida de lo contrario, ratifica que asume sin rodeos
esta realidad de una sociedad dividida. Las reacciones de los congresistas
opositores, y las respuestas mediáticas en la prensa y en las redes sociales lo
dejan claro. Hay dos Argentinaa. Este año las dos partes medirán fuerzas en la
arena electoral. En ese sentido, el mensaje del 1° de marzo es un mensaje
netamente electoral.
El Presidente se muestra optimista, convencidamente
optimista. Tal vez hay algo de soberbia en su negativa a asumir errores y a
hablar de todo lo que no anda bien y resiente a buena parte de la sociedad. En
todo caso, es una reafirmación del hecho que Macri parece remarcar
continuamente: no es sobrehumano, hasta el punto de que puede no hacerse cargo
de sus errores y no recoger las voces de protesta.
Es posible que, ante el Congreso, Macri haya cometido un
exceso en sus desafíos al dirigente sindical de los docentes, Baradel. ¿Fue una jugada calculada, o
realmente un exceso? ¿Estrategia, o error? Se verá.
A partir de ahora, el Gobierno enfrenta dos desafíos
paralelos. Por un lado, acepta una puja entre dos partes de la sociedad.
Confiado, se pone al frente de una de esas partes, y la convoca a la contienda.
En esa línea, aunque en los últimos días numerosos comentaristas han insistido
en una caída de la aceptación del gobierno en las encuestas de opinión, puede
concluirse que al Gobierno no le ha ido mal. Eso justifica la confianza de la
que hace gala el Presidente. Después de un año plagado de sinsabores, salpicado
de errores no forzados, y ante las evidencias de un amplio malestar social, los
números del gobierno no están mal.
El segundo desafío se presenta en un terreno más duro,
rocoso, en el que las palabras no sirven. Es la situación real de la economía y
la sociedad. Allí, no cuenta los gestos, ni el voluntarismo y ni las
intenciones; se necesitan hechos, y los hechos requieren no discursos sino
decisiones de política pública. En este frente, el balance para el gobierno no
es bueno. Para producir resultados, deberá desplegar todas sus capacidades y
agotar todos los recursos de los que disponga.
En esos dos frentes se definirá el resultado electoral que teñirá indeleblemente los dos segundos años de la presidencia de Macri. El tradicional acto de inauguración del período de sesiones del Congreso fue algo así como la pitada de inicio de ese partido.
*Sociólogo.

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