COLUMNISTAS

Dos de lesbianas

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Entre el cúmulo de falsedades e imprecisiones que la Iglesia Católica hizo circular a propósito de la ley de matrimonio igualitario –la Iglesia rivaliza con Fogwill para ver quién se opone con más firmeza al casamiento gay, al divorcio y al aborto– una de las más grotescas es la supuesta violencia que impera en las parejas homosexuales. Dos novelas ilustran otra tesis, la de la violencia del patriarcado heterosexual contra la que se alza la violencia del oprimido.

Una de ellas es de 1924 y se llama Las dos amigas y el envenenamiento. Su autor, Alfred Döblin (1878-1957) escribió la formidable Berlín Alexanderplatz, que está en la base de la miniserie televisiva homónima y de toda la obra de Rainer W. Fassbinder, dedicada a las relaciones entre historia social y opresión sexual. Escritor relativamente olvidado y poco traducido (se hablan maravillas de su trilogía Noviembre de 1918 que transcurre durante la Gran Guerra), Döblin era un médico interesado por el psicoanálisis y las formas de sexualidad no tradicionales. El libro parte de un caso célebre en 1922, el de una mujer que envenena al marido con la colaboración de su amiga íntima. A partir de las actas del juicio y de las cartas intercambiadas entre las mujeres, Döblin reconstruye la relación y pone de manifiesto la brutalidad conyugal del señor Link, el victimario transformado en víctima. Aunque los sectores más reaccionarios de la sociedad pidieron condenas que sirvieran de escarmiento, Elli y la señora Bende recibieron una sentencia benévola. A pesar de la crueldad del crimen (el arsénico produjo en Link dolores horribles durante meses), jurados, jueces y fiscales reconocieron circunstancias atenuantes y tanto la asesina como su cómplice sufrieron apenas un par de años de prisión. En la lectura del libro llama la atención la actitud de desconcierto y curiosidad de los contemporáneos frente al lesbianismo y cierto acuerdo en que algunas mujeres no habían nacido para casarse con hombres, menos aún para que sus padres les impongan ese vínculo, como fue el caso de Elli. En Las dos amigas y el envenenamiento aparece un espíritu de tolerancia que nos resulta sorprendente e incluso más sutil y matizado que el de nuestros días.

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La otra novela es mucho más reciente (2008), tiene pretensiones menos documentales y transcurre en una sociedad que, al menos en apariencia, acepta la homosexualidad sin reticencias. Sin embargo, Una puta recorre Europa, del gallego Alberto Lema, genera la misma inquietud a partir del asesinato como respuesta a la opresión sexual aunque el libro cumpla con las convenciones del relato policial, ya que podría considerarse como parte de una saga dedicada al personaje del inspector Pereira, primer detective literario de La Coruña. Pero las heroínas del libro son Ada y Luz, una pareja de feministas radicales que deciden terminar con la prostitución eliminando a tiros a sus consumidores. Aquí también hay un texto en el corazón de la novela, el manifiesto que Luz y Ada hacen circular por los medios, que empieza diciendo: “El oficio más viejo del mundo es el crimen más viejo del mundo”, y termina: “Nosotras, las Putas Asesinas, declaramos que ha llegado la hora de hacer justicia en nombre de las que están fuera del abrigo de la ley del patriarcado capitalista...”.

Con todo el sesgo de parodia y de pastiche que inevitablemente tiene el tratamiento del tema en clave pulp (acaso toda la discusión esté atravesada, de un modo u otro, por la doble moral y la superficialidad que arrastra la tolerancia contemporánea), Lema se las arregla para que el sufrimiento de estas mujeres completamente ficticias, ridículamente perdidas en sus lecturas académicas, sea casi tan auténtico como el de sus antecesoras berlinesas. No está mal como punto de partida.