COLUMNISTAS

Dos de trolos

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El otro día, ante el diluvio de felicitaciones a Osvaldo Bazán por su obra Y un día Nico se fue, decidí provocarlo en Twitter diciendo que tenía tres razones para no verla: era de putos, era teatro y era musical. Bazán contestó que mis razones eran que soy un prejuicioso, un bruto y un haragán, ante lo que repliqué que iba a esperar a que hiciera una versión en cine, heterosexual y sin canciones. Con ingenio, Bazán liquidó el asunto diciendo: “Claro, si lo que importa es el mensaje”, con lo que resumió el trabajo de buena parte de la crítica que explica el arte como una serie de instrucciones para edificar al ciudadano medio.

Desde ya, no está claro qué cosa es el arte homosexual ni si existe tal cosa. De todos modos, se puede decir que en el Festival de Cine de Mar del Plata que hoy termina hay dos notables películas gay, que lo son de modos completamente opuestos. E agora? Lembra me del portugués Joaquim Pinto es un documental suntuoso que mezcla el ensayo y la autobiografía. Pinto, prestigioso sonidista, productor y director, describe su vida cotidiana, ensombrecida por el sida y, sobre todo, por un tratamiento experimental contra la enfermedad que tiene efectos secundarios aterradores. Pero también bucea en sus recuerdos y habla de su vida en pareja en el campo, rodeado de árboles y perros, mientras la película teje subterráneamente una trama filosófica de la que emerge renovada la vieja oposición entre religión y ciencia. Madura y culta, es impropio decir que ésta es una película gay: trata sobre alguien que está casado, que tiene una historia, una profesión y una enfermedad y en la que la orientación sexual del protagonista es un accidente. De hecho, uno de los personajes de la película es una vieja amiga de Pinto que también tiene sida, que se somete al mismo tratamiento y decide abandonarlo.

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En cambio, L’inconnu du lac de Alain Guiraudie es una película donde la homosexualidad no es un atributo secundario. Especie de thriller gay, es única en más de un sentido. Se puede decir que es un cuento moral francés, una especie de contracara en ambiente pédé de las disquisiciones sobre el amor de Eric Rohmer.

De una limpidez y una elegancia perfectas, transcurre íntegramente en una pequeña playa donde el espacio está dividido en cinco partes: el lago en el que los protagonistas nadan, el estacionamiento en el que dejan sus autos, el bosque en el que practican el sexo, la zona de la arena en la que se hacen los levantes y otra cuyo estatuto es ambiguo e indefinido. En la película no hay mujeres y un personaje pregunta como para que quede claro que, a diferencia de la relación de amor de Pinto, lo que ocurre en ese territorio exclusivo y prolijamente demarcado no tiene equivalente heterosexual, no entra en los planteos humanistas ni está protegido por el paraguas de la corrección política.

Humorística y siniestra, juguetona y melancólica, L’inconnu du lac es una investigación sobre el deseo homosexual cuyo objeto es el verdadero monstruo escondido en el lago. Es una película fantástica, en mi opinión el mejor film gay de todos los tiempos junto con El río de Tsai Ming-liang.

Es una buena ocasión para esas encuestas que tanto les gustan a los cinéfilos. No sé cuál será el top ten de Bazán en esta materia.