Hace al menos unos seis siglos se produjo la “aceleración de Europa” y comenzaron a quedar atrás las civilizaciones extra europeas, incluido el declive de China a partir de mediados de la dinastía Ming. En el siglo XXI, China está de regreso.
Tras la muerte de Mao en 1976, se iniciaron grandes cambios. Entre 1991 y 2008 China creció impulsada por el mercado externo, lo que incorporó a la economía a unos 400 millones de consumidores urbanos. A partir de la crisis de 2008, el país ha acentuado un proceso de impulso del mercado interno. El cambio chino incrementará la necesidad de recursos básicos: alimentos, materiales y energía. Para solventar el nuevo escenario China ha encarado al menos tres grandes iniciativas.
La nueva reforma agraria de octubre de 2008 permite a sus campesinos disponer –por venta, alquiler o gravamen– del usufructo del 7% de la superficie cultivable del planeta. En el proceso deberán aumentar las masas consumidoras en hasta 800 millones de personas.
La segunda línea de acción sobre recursos básicos consiste en resolver los dilemas del abastecimiento de energía. Se activaron para ello proyectos como la represa de Tres Gargantas, que representa la mayor generadora hidroeléctrica del mundo, oleoductos terrestres –como el del Turkestán Oriental–, y verdaderos oleoductos marítimos, consistentes en un rosario de puertos con ciertos privilegios de extraterritorialidad en Pakistán, Sri Lanka, Bangla Desh y Birmania.
Luego, China se propone dotar de una intensidad especial a su política comercial bilateral. Sigilosamente pero con firmeza, ha adquirido posiciones en numerosos negocios primarios latinoamericanos: Chinalco, en relación con el cobre chileno en Escondida, o la tradicional mina de hierro argentina de Sierra Grande que está en poder de China Metallurgical Group. En esta línea de acción, aparece Brasil.
Brasil es el primer destino de las ventas chinas al subcontinente, mientras que China es el primer destino de Brasil en Asia. Superado el modelo autárquico que impulsó desde los 60, Brasil se ha volcado a jugar en los grandes flujos de la economía global: inversión y comercio. Como resultado de sus respectivos logros, China y Brasil son las dos primeras economías emergentes del globo. Este dato es central en el análisis porque tras la crisis del año pasado, los países emergentes son los responsables del cien por ciento de la expansión de la economía mundial.
Encabezan el pelotón China, y muy lejos la siguen Brasil, Rusia e India. En 2001 el banco Goldman Sachs imaginó un juego de letras: BRIC. No constituyen un verdadero bloque todavía, sino que son más bien una tendencia en la economía del mundo. Los dos principales actores de esta nueva tendencia, China y Brasil, han sido recibidos con beneplácito en el seno de los mercados centrales. En abril del 2008 Brasil obtuvo la calificación de “grado de inversión”, lo que le asignó su ticket de entrada al Olimpo de las finanzas globales.
Por su parte, China gozaba ya desde antes de su ingreso a la OMC en 2001 de la calificación de “grado de inversión” para muchos bonos e índices que cotizan en Occidente.
La relación de China con Brasil muestra una división del trabajo internacional que nunca antes se había dado. En efecto, a primera vista parecería tratarse del conocido juego de quién hace de granja y quién de taller, según la fórmula de Robert Cobden. Pero no es así.
El enorme tamaño del mercado interno brasileño asegura la permanencia y proyección de grandes variedades de industria en Brasil. En segundo lugar, está la tendencia a la reversión en los términos del intercambio, mientras la transición alimentaria mundial se sostenga firme. Derivadas de estos dos rasgos, mercado interno y términos de intercambio, adecuadas políticas industriales activas y de distribución del ingreso permitirán a Brasil ser granja y taller a la vez. En tercer lugar matiza la matriz de la relación bilateral la existencia de empresas transnacionales originadas en ambos países.
Lo cierto es que China vende al mundo sus productos trabajo-intensivos, invierte en los negocios de commodities que implacablemente necesita, y comienza a hacer sentir su poder de fuego financiero con préstamos. China vende a Brasil manufacturas mecánicas, productos químicos, textiles, eléctricos y electrónicos. Lo que Brasil le vende a China consiste casi en un 75% de commodities: mineral de hierro, acero, petróleo y soja. Sin embargo, debe subrayarse que esta estructura comercial es la entrada dorada de Brasil al principal flujo de intercambios de esta etapa de la globalización.
Millonarios. Además de las estadísticas del comercio, hay factores que matizan la especialización. Por caso, China ha constituido un Fondo Soberano, China Investment Corp, que moviliza 300.000 millones de dólares. Petrobras tiene participación en negocios petroleros chinos desde 2004; Embraer ha montado una planta aeronáutica de fabricación y montaje en Harbin, en la Manchuria china. Muchas inversiones de empresas transnacionales (ETN) brasileñas se realizan en terceros países con destino a China. China Minmetals ha adquirido posiciones en el negocio de minerales brasileños; China Grain & Oils Group adquirió tierras cultivables, con miras en las proteínas y el etanol; y sobre todo la china Baosteel se ha asociado con la ciclópea Companhia Vale do Rio Doce (CVRD) para un proyecto minero.
El “Gran Salto Adelante” lo dio el actual Hu Jintao en su visita a Brasil de 2004. En esa oportunidad se creó un Comité de Alto Nivel entre ambos países, Brasil reconoció a China el status de “economía de mercado” en los términos de la OMC, casi al mismo tiempo China se convirtió en el primer origen de las importaciones brasileñas y, consecuentemente, el superávit comercial que hasta entonces beneficiaba a Brasil se invirtió. Pero también las mayores inversiones de ETN se desarrollaron a partir de ese nuevo equilibrio, siendo emblemática en tal sentido la alianza entre Petrobras y Sinopec, por 10.000 millones de dólares.
China ha regresado a la historia universal y encuentra a Brasil. Entre los dos, están comenzando a sostener al mundo. El siglo XXI mostrará la transición al Pacífico. China querrá ser más que el taller, y Brasil no querrá ser sólo la granja. Comprender este gran escenario es la clave más importante para descifrar el camino de Argentina en este siglo que ha comenzado a girar como un vertiginoso prisma.